Apenas 350 metros separan el Colegio Duque de Rivas del Colegio Pedagogo Navarro, en el barrio de Las Palmeras de Córdoba. Un paseo de cinco minutos animado por el sonido de una bulería camaronera que sale de uno de los pisos de este barrio, el de mayor exclusión social de la provincia, y también el que presenta la mayor tasa de fracaso escolar de Europa.
Carmen, Paqui y Rosa se han levantado temprano este jueves. Es el primer día de plazo de matriculación para el curso 2024-2025 y lo primero que hacen es dirigirse a su centro de toda la vida, el Duque de Rivas. Van vestidas con lo que podría describirse como el uniforme del AMPA en Las Palmeras -donde no hay nada parecido a una asociación escolar de padres y madres-: bata de franela de lunares, pantuflas de andar por casa y un moño que recoge una larga cabellera color azabache. Las tres caminan por el barrio sorteando cagadas de perro y saludando a los pocos vecinos que a esa hora pasean por las mismas calles.
En el Duque de Rivas, las atiende Auxi, directora de este colegio desde hace casi dos décadas, que les explica que este año tienen que matricular a sus hijos en el otro colegio del barrio, el Pedagogo Navarro. Carmen, Paqui y Rosa, que suman 16 hijos entre las tres, aceptan resignadas. Así que deshacen el camino andado y se dirigen al Pedagogo Navarro, donde quien les atiende es María José, la que va a ser la directora del colegio donde van a estar matriculados sus hijos el próximo curso.
Tras una charla de unos pocos minutos, Carmen, Paqui y Rosa salen del colegio con los papeles de la matrícula, aunque no demasiado convencidas. “No es que este colegio no nos guste, es que estamos acostumbradas a nuestro colegio y a nuestras maestras”, explica Carmen, la más dicharachera de las tres, que tiene tres hijos. Sus dos vecinas secundan la moción. Paqui, que tiene nueve hijos, parece más enfadada: “A mi niña le han quitado hasta los pañales las maestras del Duque de Rivas. Allí ya los conocen, saben los que son más nerviosos, y aquí no los conocen”, explica mientras encabeza la marcha de vuelta a casa, con los papeles de matriculación doblados en la mano.
Carmen, Paqui y Rosa se alejan hacia sus casas, rodeando el Pedagogo Navarro. El colegio no tiene una entrada por la calle que separa Las Palmeras, un barrio formado por bloques de exclusión que surgió en los años 60 para acoger a las familias que perdieron sus viviendas (chabolas en la mayoría de los casos) debido a unas inundaciones, del barrio de Electromecánicas, un barrio centenario, también de carácter popular, pero en el que predominan casas unifamiliares y bloques de mucho mejor aspecto.
Aunque, en términos de zona escolar, es la misma, el que va a ser el nuevo colegio de los niños de Las Palmeras está en una especie de frontera imaginaria que marca la calle Calle Sierra de Cazorla, que tiene mucho más peso de lo que pueda dibujarse en un mapa coloreado de los que se cuelgan en la Delegación de Educación de la Junta de Andalucía en Córdoba, donde se ha tomado la decisión de reagrupar todas las matrículas de los tres colegios del distrito educativo en un único colegio, el Pedagogo García Navarro.
La entrada de este centro es un gran patio, cortado por una escalera por la que se accede a las instalaciones. El recibidor tiene todavía colgado un mosaico que se hizo por el Día de Andalucía dedicado a Lola Flores, junto a un árbol del que cuelgan corazones verdiblancos en el que se puede leer nombres de grandes figuras andaluzas escogidas por los propios niños. Los que más se repiten son los de las cantantes María José Llergo e India Martínez (las dos gitanas, esta última natural del barrio) y el del escultor e imaginero Juan de Mesa.
A unos metros, un patio de luz está coronado por un eslogan: “Si puedes soñarlo puedes lograrlo”. María José, la directora del Pedagogo, sale pasados unos minutos. Cuenta que el centro está preparado para acoger todas las matrículas que sean necesarias, ya que el colegio ya tuvo Secundaria hasta hace unos años. A su juicio, es un colegio con mejores instalaciones que el Duque de Rivas y está más céntrico respecto a la zona escolar. Además, María José sostiene que los niños de Las Palmeras ya conocen bien el colegio, porque ofrece clases extra escolares a las que acuden niños de la zona.
Tampoco cree que la reagrupación vaya a generar más conflictividad, aunque reconoce que están acostumbrados a trabajar en un entorno en el que los problemas del barrio se cuelan en las aulas continuamente. “Aquí cada vez que se pelean dos familias, llegan unos y se cambia a los niños de colegio. Por eso hay tan pocas matrículas”, explica un miembro de la comunidad educativa de Las Palmeras, que prefiere permanecer en el anonimato -una constante cuando se trata de hablar del tema-. Lleva más de dos décadas trabajando allí y ha sido testigo de cómo ha ido menguando el número de matrículas hasta llegar al estado actual, en el que apenas alcanzan las 80.
Concretamente, los datos de matriculación del curso 2023-2024 son los siguientes: El Colegio Duque de Rivas suma 21 matrículas, el Colegio Pedagogo García Navarro 22, y el Colegio Alfonso Churruca, el más alejado del barrio de Las Palmeras, un total de 36 matrículas. Los datos los facilita el delegado territorial de Educación, José Francisco Viso, que ha liderado la toma de decisiones que ha conducido a reagrupar a todos los niños del barrio en un único centro.
Viso atiende a este periódico por teléfono mientras viaja desde Pozoblanco a Córdoba en un coche de la Junta de Andalucía. Su responsable de prensa había advertido de que no había mucho que aportar respecto a lo ya conocido: que la decisión de reagrupar a todos los niños y cerrar el Duque de Rivas se ha tomado para generar una comunidad educativa completa, desde Infantil hasta Primaria, que mejore los datos de fracaso escolar y la dispersión. Sin embargo, Viso sí que aporta más información de la que dio la consejera Patricia del Pozo hace unas semanas.
Para empezar, sobre sí mismo. “Yo soy buen conocedor de aquello y porque he sido inspector de esa zona durante 19 años y conozco los centros y conozco cómo se trabaja”, explica el delegado, que recuerda que lo que se va a llevar a cabo es “un proyecto que está sobre la mesa desde 2011”. Una idea que nadie ha querido poner en marcha, pese a que es más que conocido que Las Palmeras tiene el “más alto índice de fracaso escolar de toda Europa”.
“Nosotros lo que queremos es erradicar ese fracaso escolar, mejorar la integración de este alumnado y procurarle un futuro mejor”, defiende Viso, que añade que el Pedagogo Navarro va a eliminar las unidades mixtas (que congregan a alumnos de distintas edades, como ocurre ahora) y asignará un tutor para cada aula, lo que, a su juicio, favorecerá la atención individualizada y la socialización del alumnado.
En cuanto al impacto entre el profesorado, los planes son los siguientes: pasar de los 30 profesores distribuidos entre los tres centros educativos a un total de 19 docentes en el Pedagogo García Navarro, que además tiene previsto ampliar con más recursos de carácter socioeducativo.
El plan diseñado, aclara Viso, se ha puesto en conocimiento de los vecinos y la comunidad educativa. “Se han llevado a cabo tres reuniones con la asociación de vecinos de Las Palmeras, dos reuniones con la asociación Estrella Azahara y Red 21, una reunión con la asociación de mujeres gitanas Kamira, tres reuniones con la junta de docentes, dos reuniones con el comité de empresa y una reunión con las tres directoras de los centros afectados”, enumera con claridad expositiva.
Asegura, además, que el proyecto cuenta con la adhesión de los profesores. “Han firmado en claustro que todos, absolutamente todos, creen en el proyecto, les gusta y no se van a ir del centro. Que eso esté firmado es garantía absoluta para un proyecto ilusionante frente al que no hay alternativa, porque estamos en un momento en el que los colegios pueden desaparecer, porque no hay alumnado”, concluye, no sin reconocer que Las Palmeras es, curiosamente, el barrio con mayor índice de natalidad de la ciudad de Córdoba.
El análisis del fracaso escolar que hace la Delegación de Educación es el mismo desde hace años. También en el barrio. Todos parecen tener claro que el modelo actual ha fracasado. En 2019, por ejemplo, se publicó el Diagnóstico socioeconómico del barrio Las Palmeras, un informe realizado por la Universidad Loyola Andalucía que trazó un análisis del “estigma” de vivir y estudiar la zona, y que coincidió en el tiempo con la publicación de un artículo mucho más clarividente: El barrio con mayor fracaso escolar de Europa: Las Palmeras, obra del educador social Manuel Ríos y de la maestra de Pedagogía Terapéutica del IES Clara Campoamor Violeta Veredas.
Aquel texto, realizado a partir de datos oficiales exponía que solo uno de cada tres niños que vive en el distrito estudia en los colegios de la zona. El resto estudia fuera de Las Palmeras. Algunos en colegios concertados, cuyos autobuses se llenan de niños del barrio a diario por la mañana. Los que no pueden, se quedan. Cada vez son menos, cada vez más solos.
El informe de estos dos educadores revelaba también datos demoledores sobre absentismo y fracaso escolar. En el caso de la escolarización intermitente, la tasa en el distrito Poniente Norte era de un 14,10%, mientras que en los colegios públicos de Las Palmeras, se elevaba al 26,71%. Aunque mucho más dramático es el dato de abandono escolar, que se situaba, según esta publicación, en más del 99% en los dos colegios del barrio.
Los investigadores hablan de un fracaso escolar “prácticamente absoluto”, que suele producirse definitivamente en segundo de ESO. Y ofrecían otro dato a tener en cuenta y que muestra la singularidad del barrio: en Las Palmeras, al contrario que en el resto del estado y de la UE, abandonan más las chicas que los chicos.
Niñas como la que fuma un cigarro en los exteriores del Colegio Duque de Rivas. Aparenta una edad entre los 12 y los 15 años. También viste con bata y zapatillas de andar por casa, aunque lleva el pelo recogido sin moño. Espera junto a la valla del patio a que llegue la hora del recreo. “He venido a ver a mi marido”, cuenta. Su “marido” no tarda en salir al patio. Es un chaval que viste con sudadera y que se enciende un pitillo y posa para la cámara.
Los niños se apelotonan junto a la valla del colegio, algunos la trepan con una facilidad pasmosa y se quedan subidos en los muros, como muestra de que pueden entrar y salir cuando les apetezca. Uno de los profesores se acerca a poner un poco de orden y pedirles que se tranquilicen. En el interior del colegio, la directora, Auxi, atiende a algunas madres más a las que les explica los cambios que hay el próximo curso.
Auxi es una mujer rubia de mirada dulce. Todos los días, viaja desde un barrio acomodado de Córdoba a Las Palmeras para trabajar en su cole y con sus niños. Es la directora del Duque de Rivas desde principios de los años 2000. Los últimos años lo hace con comisión de servicio. Tiene su plaza en un colegio mucho mejor, pero ha pedido seguir al frente del colegio que nadie parecer poner entre los primeros destinos. Lo será, al menos, durante los próximos cuatro meses.
En su despacho, las carpetas se apelotonan. Empieza a oler a comida recién hecha y explica que es porque el Duque de Rivas es el único de los dos centros del barrio que tiene comedor con elaboración propia y no de catering. “Esto es como llevar un restaurante”, se ríe la directora, que explica que, para la mayoría de los niños de Las Palmeras, lo que comen en el Duque de Rivas es su única comida del día. Se ofrece a mostrarnos las instalaciones del centro, aunque finalmente el trabajo se interpone y no puede hacerlo.
Aunque con un aspecto más deteriorado, el Duque de Rivas es un colegio mucho más grande que el Pedagogo García Navarro, con servicios que apenas tienen ya colegios públicos: comedor propio, gimnasio, un salón de actos, un laboratorio. Todo eso echará la persiana en junio, cuando salgan de allí los últimos niños. Auxi, la directora, no puede evitar que se le quiebre la voz al pensar qué hará ese día.
Por esas mismas instalaciones correteaba en los años 80, siendo un niño, Luis Maya, que hoy es el presidente de la asociación vecinal. En sus tiempos, había unos 400 niños en el Duque de Rivas. Muchos terminaban la Secundaria e iban al instituto, como fue su caso. Maya, recorre la senda de la memoria mientras pasea por el barrio, saludando a los vecinos, a los que les explica que está hablando sobre el cierre del colegio.
“Es que el colegio de Las Palmeras es este. Lleva aquí 40 años. El otro estará cerca, pero el colegio de este barrio es el Duque de Rivas. Y eso a lo mejor no lo entienden en los despachos de la Junta”, explica Maya. Un poco antes, un miembro de la comunidad educativa se quejaba amargamente de que, a la hora de tomar la decisión de cerrar el centro, “no se había tenido en cuenta los afectos”. Un colegio no es sólo un colegio en un barrio como este. Es casi un centro social, un refugio y uno de los escasos espacios comunitarios que resisten en un barrio que se rompe varias veces al año por peleas (a veces muy violentas) entre sus vecinos.
Estas peleas, de hecho, no llegan a provocar más problemas en la comunidad educativa porque los niños se reparten entre los distintos centros. Por eso, la idea de reagruparlos a todos en un mismo colegio provoca dudas entre quienes viven en Las Palmeras. “Yo ya te digo que del Alfonso Churruca no se va a escolarizar ningún niño en el Pedagogo García Navarro”, vaticina un miembro de la comunidad educativa, que explica que allí ya se fueron los niños que no querían relacionarse con los que se quedaron en los colegios más cercanos al barrio. “En abril vamos a ver si el número de matrículas es el que dice el delegado o si, en realidad, van a ser la mitad de las que esperan. Y cuando eso ocurra, ¿qué pasará?”, se cuestiona otro docente de la zona, que asegura que la decisión tomada “va a cambiar la escolarización de la zona de raíz”.
Luis Maya se atreve a vaticinar que, si finalmente, el próximo curso hay una treintena de matrículas en el Pedagogo García Navarro, ese será el siguiente colegio en cerrar. “Y en dos años tendremos todos los colegios de la zona cerrados. Porque, si ya ha cerrado el Duque de Rivas porque no hay niños, ¿cómo me aseguras que no vas a cerrar el otro si tampoco los hay al año siguiente?”, se pregunta Maya, que apunta que, aunque la actitud del delegado de Educación ha sido cortés, jamás se les ha consultado, pese a que evidente que sabe que en el barrio no se quiere cerrar el Duque de Rivas. “De hecho, fíjate cómo lo sabe, que nos ha dado la oportunidad de cambiarle el nombre al colegio Pedagogo y ponerle Duque de Rivas, como si, con cambiar el nombre, ya nos fueramos a olvidar de todo”, apostilla.
Maya insiste varias veces en que nadie ha pedido opinión a vecinos y comunidad educativa, por mucho que lo diga el delegado. “Cada reunión que ha tenido, ha sido para explicarnos lo que iba a hacer. La decisión ya estaba tomada y ha tenido la cortesía de comunicárnosla. Pero que no diga que nos ha tenido en cuenta, porque no es así”, afirma este vecino de Las Palmeras, que critica que el barrio ofreció a las instituciones un Plan Integral hace ya ocho años con una serie de medidas que han sido ignoradas, a pesar de que, hasta en dos ocasiones, el Pleno del Ayuntamiento de Córdoba ha aprobado su respaldo al documento.
En este sentido, Maya resume que la mejor acción no es “meter a todos los alumnos en un gueto educativo”, sino traer al barrio a alumnos de fuera, convertir al Duque de Rivas en el centro educativo referente de la zona. “Eso sí tendría un impacto positivo en los niños. Eso sería integración. Lo que están planteando es segregación”, reflexiona el presidente de la asociación vecinal, que tampoco confía en la promesa de que, en dos años, se abrirá en el Alfonso Churruca un centro de formación profesional, una demanda del barrio desde hace años.
Claro que les resulta difícil creer en la promesa cuando el primer instituto que ha abierto en la zona, el IES Casiana Muñoz, ubicado a apenas un kilómetro y demandado por los vecinos desde los años 90, dejó fuera a los pocos alumnos de Las Palmeras, que tenían más posibilidades de matricularse en un instituto del centro de la ciudad que en el que está más cerca de su barrio. Maya, de hecho, vuelve a cuestionar la decisión tomada respecto a la FP: “¿Por qué no se pueden ofrecer recursos de formación profesional en el instituto que ya está operativo, el Casiana Muñoz, en lugar de intentar montar otro gueto pa nuestros chavales dentro de dos años?”, se pregunta.
La pregunta se pierde entre las calles del barrio. De vuelta hacia su coche, Maya pasa de nuevo por el Duque de Rivas. Se pregunta qué va a pasar con él cuando eche la persiana. “Esto no va a durar ni dos días cerrado. Se van a meter dentro y lo van a destrozar”, advierte con pesar. Es lo mismo que había dicho a primera hora de la mañana Paqui, una de las madres del barrio, cuando se le preguntó si pensaban hacer algo para mantener el centro abierto. “Le voy a decir a mi marido que lo coja todo y lo venda para la chatarra”, contestó. Ni Rosa ni Carmen pudieron reprimir una risa.
Pero la risa tampoco escondía la amargura. Carmen, de hecho, se despedía con pesar: “Como el Duque no va a haber otro colegio en Las Palmeras. Ese colegio lleva aquí toda la vida. Es que allí se levantan, entran, salen a las 4 de la tarde, almuerzan, le dan su merienda, le dan su desayuno. Les falta nada más que les den la cena”.
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