El primer matrimonio LGTBI de Córdoba: “El mismo día que aprobaron la ley, fuimos corriendo al juzgado”
La boda fue el 8 de octubre de 2005. Aunque, todo arrancó tres meses antes, el 30 de junio de aquel año, apenas unos minutos después de que el Congreso de los Diputados aprobara, con 185 votos a favor y 147 votos en contra, la Ley de Matrimonio Igualitario. María Dolores Fernández y María Elena Castro estaban viendo la televisión y no se pararon ni a pensárselo.
“Nos fuimos corriendo para Pozoblanco. Y cuando llegamos, en el juzgado no sabían todavía nada. De hecho, tuvieron incluso que modificar los formularios para que, donde ponía hombre y mujer, pusiera cónyuges”, rememora por teléfono Dolores, 20 años después de que ella y la que ya era su pareja desde hacía una década, iniciaran la tramitación para convertirse en el primer matrimonio LGTBI de la provincia de Córdoba.
Entonces tenían 30 y 31 años. Hoy, dos décadas después, siguen juntas, siguen enamoradas, y siguen siendo, aunque nunca lo hayan buscado, un símbolo de libertad y dignidad, abriendo la entrada del colectivo incluso en otros ámbitos, como ahora podremos comprobar. Antes de ello, Dolores, sorprendida por el interés en su caso, se tiene que resituar en su yo de hace dos décadas.
La primera pareja de hecho LGTBI de Villanueva de Córdoba
Ella y María Elena comenzaron su relación a mediados de los noventa. Y ya llevaban tres años viviendo juntas. De hecho, antes de abrir el melón del matrimonio igualitario en Córdoba, ya habían sido, a su vez, la primera pareja LGTBI en inscribirse como pareja de hecho en su pueblo.
Por aquel entonces, que dos mujeres vivieran bajo un mismo techo, y menos en un pueblo pequeño como Villanueva de Córdoba, no estaba tan naturalizado como lo está hoy. Aunque tampoco es que aquello les llegara a causar ningún episodio traumático. “La gente no te decía nada, pero tampoco te lo ponía fácil. Lo cierto es que a nosotras nunca nos han faltado los amigos”, explica Dolores, que reconoce su sorpresa por todo lo que rodeó al día de su boda.
Y es que, lo que pensaban que sería una boda sencilla, se transformó en casi una fiesta municipal. “Queríamos casarnos con nuestros padrinos y hacer una fiestecita pequeña, nada más. Pero el concejal que nos casó, Bartolomé Marín, nos animó y nos dijo: ‘¡Que esto es una vez en la vida!’. Así que empezamos siendo cuatro y acabamos con más de 150 personas celebrando con nosotras”, recuerda.
El pueblo en la calle
La prensa de la época, de hecho, hablaba de “expectación”. Y lo cierto es que expectación había en Villanueva de Córdoba, entonces gobernado por María Dolores Sánchez, una alcaldesa del PP - que, recordemos, votó en contra de la ley y la llegó a recurrir ante el Tribunal Constitucional-, pero cuyos ciudadanos, lejos de darles la espalda, salieron a la calle a abrazarlas. “Cuando abrimos la puerta de casa para ir al Ayuntamiento, nos quedamos alucinadas. Toda la calle llena de gente. Y en la plaza, igual. Fue muy bonito. Encima coincidió con el Día del Jamón. Parecía una película. La gente nos hacía pasillo, nos felicitaba, fue muy emocionante”, cuenta Dolores, que cree que ese fue el primer día en que en su pueblo se gritó un “¡Vivan las novias!”.
El apoyo de la ciudadanía, sin embargo, contrastó con la falta de cortesía institucional: “La alcaldesa no nos mandó ni una felicitación, ni un saludo. Cuando le preguntaron si no nos había querido casar, dijo que había sido decisión nuestra casarnos con Bartolomé, pero lo cierto es que no dio la cara en ningún momento”.
De hecho, añade que su esposa, María Elena, también vivió en carne propia los efectos de que ambas no se ajustaran a lo que entonces se consideraba normal. “A ella le costó mucho entrar a trabajar en el Ayuntamiento. Y lo consiguió solo cuando gobernaba el PSOE con Antonio Muñoz”, apostilla, antes de aclarar que estos detalles también merecen ser contados, aunque lo que al final acabara triunfando fuera su oportunidad para hacer lo que siempre habían deseado.
En ese sentido, Dolores aclara que ella y María Elena nunca se escondieron. Ni antes ni después de 2005. “Nunca nos tapamos. Lo sabían los amigos, la familia, todo el mundo. La ley solo vino a darle un nombre a lo que ya vivíamos”, reflexiona una mujer que, poco tiempo después, abrió un nuevo camino para el colectivo LGTBi cuando solicitó entrar en una de las cofradías de la localidad.
Pionera LGTBI en el mundo cofrade
Se lo negaron. Le dijeron que no podía ser hermana porque estaba casada con una mujer. Y tampoco se rindió. Acabó entrando poco después en la de Padre Jesús Nazareno, en la que, en estos momentos, forma parte de la directiva. “Afortunadamente, eso ya ha cambiado, y estoy muy implicada con la hermandad”, asegura.
La perspectiva con los años le permite valorar cuánto ha cambiado todo. “Ahora se vive mucho mejor. Los niños y niñas pueden hablarlo con sus padres, la gente es más abierta. Incluso en los pueblos, como aquí, se nota el cambio. Antes no podías trabajar ni decir nada, ahora es diferente. La juventud ha naturalizado esto como lo más normal”.
A Dolores, eso sí, no le gusta verse como una pionera. “Hicimos lo que queríamos hacer. Lo que sentíamos. Siempre hemos sido sencillas. No buscábamos ser ejemplo de nada”.
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