La vida en el barro: la tradición milenaria alfarera de La Rambla encara al futuro con optimismo
La localidad cordobesa de La Rambla ha convertido durante este fin de semana una de sus plazas en un muestrario de cerámica y alfarería, una tradición milenaria en este pueblo, que no se entiende sin el trabajo que hacen muchos de sus vecinos a partir de la tierra arcillosa que hay bajo el subsuelo de sus calles y casas.
De hecho, casi como señal de respeto a la materia prima de la que vive esta ciudad alfarera, la tradicional Feria de Alfarería y Cerámica de La Rambla pasó a llamarse Enbarro hace un lustro. Fue un cambio de rumbo, un rediseño de lo de siempre. Lo que ahora llaman naming. Y, por diversos motivos, funcionó bien.
Este evento, que se divide entre el concurso internacional (celebrado el pasado agosto) y la feria comercial, que se celebra entre este viernes y el domingo, vive una segunda juventud, en parte impulsada por el reconocimiento que también vive la propia industria de la localidad.
Las causas de este resurgir, tímido pero ilusionaste, son varias. Carmen Del Río, de Cerámicas San José, explicaba que una de las principales causas de la revitalización del sector estaba en la pandemia, que frenó en seco las exportaciones de cerámica de China, el principal incordio para la industria alfarera rambleña, y cuyo hueco ahora han vuelto a llenar los productores españoles.
Entre ellos los rambleños, que llevan tatuado en su nombre la vinculación con el barro (Al-Ramla significa arenal en árabe). Carmen del Río, por ejemplo, es de una familia con seis generaciones de alfareros. No conoce otra cosa. Incluso bromeaba que, por vicio, se había casado con un ceramista (Alfonso Rot). La empresaria, de cuya fábrica salen, por ejemplo, las vajillas que se sirven en el restaurante Noor, todo un dos estrellas Michelin, se mostraba moderadamente optimista con la situación actual, aunque se preguntaba cuánto iba a durar.
De la fábrica a las pasarelas
También mostraba sus dudas el alfarero Juan Mejías, que ha estado durante toda la jornada del viernes trabajando el torno en directo, en plena feria. Mejías es uno de los pocos torneros que quedan en activo en la localidad. “Las nuevas generaciones no tienen mucho interés en manejar el torno. Eso sí, lo que hay es una enorme cantidad de pintores y artistas”, explicaba mientras manipulaba el barro hasta convertirlo en una tinaja de barro.
Los brotes alfareros de los últimos años, de hecho, han estado muy vinculados al diseño. En las últimas semanas, saltó a los periódicos la historia de Iván Ros, un alfarero rambleño que diseñó casi un millar de platos para un desfile que realizó la marca Cristian Dior en Sevilla. Ros también estaba este viernes en Enbarro, y mostraba, entre otras viguerías, su modelo de botijo cubitera.
No era la primera vez, además, que la cerámica rambleña se veía en las pasarelas. En 2019, el ceramista Luis Torres diseñó un body para el diseñador Leandro Cano, que se vio en la Semana de la Moda de París. Pequeños hitos que demuestran que la milenaria tradición alfarera ha encontrado un relevo por esa vía y que es capaz de escapar de la alargada (y fresquita) sombra del botijo, el principal producto alfarero de la localidad, que ostenta, además, el récord histórico de calor en España desde que hay registros.
También hace unos años, La Rambla se propuso conseguir que el botijo se convirtiera en emoticono de los que se envían por Whatsapp. Detrás de esa iniciativa, o del frustrado lanzamiento de un botijo a la estratosfera, estaba el Ayuntamiento de La Rambla, principal impulsor de la Feria Enbarro. Uno de los técnicos del consistorio, Rafa Espejo, sí cree que se percibe un renovado interés en la cerámica. “Que la cerámica esté de moda es positivo porque implica que este pueblo pueda tener más carga de trabajo”, explica Espejo, que reconoce que hay que seguir luchando con eventos como éste y desde todos los frentes posibles para que se produzca un relevo real en esta tradición milenaria.
Igual que se renueva la tierra arcillosa que después moldean los artesanos, La Rambla necesita que los síntomas de revitalización industrial vengan acompañados de un relevo generacional, que aporte la energía y la creatividad suficiente para que su tradición se mantenga a flote. Ese toque que logre que, como explica Carmen del Río, haga que el consumidor español y europeo decida pagar ese plus más de calidad que da una tradición alfarera que ha ido pasando de generación en generación.
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