Radiografía del olivar: una cosecha muy temprana, escasa, con precios altos y costes por las nubes
Tomy Rhode se levanta cada mañana a las 5:00 de la madrugada. A esa hora, comienza a contarle a sus más de 40.000 followers en Twitter cómo es el trabajo de un agricultor cordobés. Desde un olivar junto al departamento de El Rinconcillo, en La Carlota, Tomy (un cordobés que se llama Fernando Giraldo y que hizo el camino inverso, de la ciudad al campo) explica cómo este año donde en la pasada campaña se recogían 14.000 kilos de aceituna cada jornada en los mejores pagos en esta apenas se superan los 3.500. Desde lo alto de su tractor-vibrador, a los mandos de un bicho que cuesta más de 75.000 euros (más los 33.000 euros del paraguas, los 5.000 de la pala o del GPS) y que para manejarlo se necesita una muy alta cualificación, Tomy hace sus reflexiones diarias a la vez que sacude los olivos. Pie en tierra, tres operarios de su cuadrilla varean el olivo, para garantizar que cae toda la aceituna, maniobran el remolque y comentan la jugada. “Este año esto es un desastre”.
Esta es una de las campañas del olivar más tempranas que se recuerdan en Andalucía. El presidente de la Unión de Pequeños Agricultores (UPA) en Córdoba es Miguel Cobos, un auténtico libro abierto de la agricultura local. “Llevamos un adelanto de casi un mes con respecto a campañas anteriores”, señala. En Cabra, por ejemplo, la cooperativa comenzó a recibir aceitunas el 23 de octubre. En zonas de Sierra Morena, hace dos semanas. Pero también es una de las campañas más extrañas: los precios que perciben los olivicultores son los más altos de la historia (la semana cierra con casi cinco euros el kilo de aceite de oliva virgen extra, 80 céntimos más que el anterior récord), con unos costes de producción por las nubes y con una sequía extrema que vaticina una campaña corta, la mitad de la del año pasado.
Aún así, y con matices, el olivar está llamado a ser el único cultivo rentable del campo andaluz en 2022 y 2023, un ejercicio marcado por la sequía y por unos costes de producción que se han desbordado en todos los sentidos. Pero eso, con matices. El olivar que más sufre y el que probablemente ni se llegue a cosechar es el de sierra. En las escarpadas lomas de Sierra Morena y en algunas zonas de Los Pedroches, donde hay pendientes de más del 30%, la recogida es muy cara y poco productiva. Ni con precios en origen por la nube es “rentable” para el agricultor, explica Miguel Cobos. Algo muy diferente ocurre en pagos como el de Tomy, donde ha podido regar (aunque no suficientemente) el intensivo y el súper intensivo. E incluso en las explotaciones más tradicionales del sur de la provincia de Córdoba.
Para que el olivar fuese rentable, el precio en origen siempre debió rondar los 3,5 euros el kilo, explica en un descanso de la cosecha Tomy Rhode. Pero la campaña actual es tan anómala que hay que volver a hacer cuentas. “Es que ha subido todo, todo. Hasta los tornillos del tractor”, explica. Algunos productos fitosanitarios son hasta tres veces más caros que el año pasado. “El glifosato ha pasado de costar diez euros el kilo a valer 20”, explica. Y hay tratamientos que “si no los aplico a las 72 horas de coger la aceituna el año que viene el olivo produce cero por que le ataca la verruga”.
Récord de precios en origen
“El precio acompaña pero no compensan los costes”, reflexiona Miguel Cobos. “Tanto el gasóleo, como la electricidad y fertilizantes han subido más de un 100%. Esto no es compensado con que vendamos a 5 euros el kilo en origen”, explica. “El peligro que conlleva que el precio se ponga al consumidor a un precio tan alto va a traer consigo que una parte se retire del consumo del aceite de oliva. Hay otras grasas vegetales que son más baratas. Estamos con una inflación alta. Los sueldos no suben a la vez y hace que el poder adquisitivo sea más bajo”. Es el gran temor de los olivareros, que el consumidor deje de usar aceite de oliva virgen extra por unos precios prohibitivos. “Luego recuperar ese 20-30% que se puede retirar del consumo a nivel interno va a costar”, algo en lo que coincide Tomy Rhode: “La gente no nos va a comprar el aceite con tanta alegría y venderemos menos”.
Como una especie de pescadilla que se muerde la cola, el mercado acaba regulando los precios, que suben tanto que provocan justo el efecto contrario. Y las perspectivas no son nada halagüeñas. “Los precios no van a bajar”, vaticina Miguel Cobos, de UPA. El problema radica en que la campaña está siendo incluso peor que la prevista, que auguraba la segunda peor cosecha del siglo XXI. “La Consejería hizo aforo de 158.000 toneladas en la provincia de Córdoba que pensamos que no se va a cumplir”, explica. “El tiempo no acompaña. Estamos teniendo días frescos, de neblina y pequeña lluvia pero insuficientes para que el olivo se reponga” de un verano extremo, con temperaturas muy altas. “La aceituna está muy arrugada y hay poca. Está habiendo problemas de mosca, que ha atacado mucho este año en muchas zonas de la provincia. La aceituna cae al suelo. La producción va a ser menor todavía. La que se cae no se va a recoger porque está dañada”, destaca.
Eso hará que los precios a buen seguro sigan muy altos porque habrá poco aceite de oliva en el mercado. El sector andaluz, además, tiene mucho producto vendido fuera de España, donde los precios que se pagan son bastante más altos. En Italia se calcula el doble que en España y en algunos lugares de Francia incluso el triple. Y esto es algo que provocará que los precios suban.
Hacia el monocultivo de olivar
En Andalucía, el olivar es el gran cultivo social que ha evitado que los pueblos se vacíen. A diferencia de otros lugares de la Península, la Andalucía rural posee grandes municipios, donde muchos de sus habitantes completan sus rentas gracias, precisamente, a que poseen un olivar. El propio Tomy Rhode cultiva cerca de El Rinconcillo unas tierras que antes producían cereal y ahora ha convertido en un olivar. En Montilla-Moriles cada vez se arrancan más viñas, a pesar de estar en una denominación de origen, y se sustituyen por olivos. Tanto que este 2022 se ha cerrado con la menor superficie vitinícola en la historia de este marco.
Tomy Rhode explica el caso de “un compañero” de la Facultad que posee unas 35 hectáreas que siembra de cereal y que le reportan escasos 5.000 euros de beneficio. “En eso estamos. Luego que si no hay relevo generacional o que la gente se va del campo”. “Al final la provincia de Córdoba será como Jaén”, asegura Cobos, con extensos olivares “salvo en el norte, que seguirá dedicándose a la ganadería”.
“Hay otros olivareros que ganan dinero a este precio y bastante dinero”, asegura el responsable de UPA. “Un súper intensivo o un intensivo de regadío que haya tenido dotación este año, han dejado de regar otros cultivos de su explotación y han dedicado la mayor parte del agua al olivar gana dinero a pesar de los altos costes de producción”, asegura. En la provincia de Córdoba hay grandes explotaciones agrarias de súper intensivo que han pasado a manos de fondos de inversión, que han entrado de manera notable en el sector.
La situación es muy diferente al sur de la provincia de Córdoba, donde abunda el olivar tradicional en pagos de Lucena, Montilla, Cabra, Baena o Nueva Carteya. “Son olivares de medianas producciones en los que pueden estar rozando el beneficio. Sabiendo que tienen una menor producción y los costes de recolección son menores, compensa también”, explica.
¿Merece la pena? Tomy lo tiene claro. “Sí”. Aunque trabaje 12 horas al día y algunas de ellas le salgan, tras echar sus cuentas, a tres euros. Desde la cabina de su tractor, sigue tuiteando y hasta contesta alguna pregunta, ya en el descanso o cuando concluye la jornada. Esta misma semana, por ejemplo, ha hecho un vídeo en el que ha pedido a sus seguidores que para que la cadena siga funcionando tienen que comprar en su comercio de cercanía. La mejor manera de apoyar a los agricultores locales.
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