Una pez grande en un acuario de malta
La noticia de la apertura del primer Brewhub de España en las instalaciones de Mahou San Miguel en Córdoba ha pillado por sorpresa a gran parte del sector cervecero local. Un pequeño grupo de productores artesanales que, con mayor o menos fortuna, se ganan la vida vendiendo una bebida que forma parte de nuestras vidas pero a la que insistieron en dotar con una personalidad propia, lejos de la producción en serie que domina el mercado.
A nadie se le escapa que Mahou San Miguel es la principal cervecera española y que el hecho de que invierta en Córdoba es una buena noticia para la ciudad en términos generales. Los 11 millones anunciados son una cantidad importante y la finalidad, sobre el papel, es noble: La cervecera quiere crear un espacio colaborativo el que diferentes productoras artesanales nacionales e internacionales hagan su producto y se relacionen entre ellas y puedan mejorarlo y quien sabe si internacionalizarlo.
Con el comunicado de Mahou calentito, prácticamente en todas las redacciones de la ciudad se apresuraron en buscar reacciones en alguno de los siete productores que operan en Córdoba en la actualidad -Cervezas Califa, Capitán, Bandolera del Sur, La Gitanilla, Perro Flaco, Judería y Alma Turdetana-. Algunos pidieron entonces tiempo hasta conocer mejor los términos en los que estaba preparando la gran compañía su amerizaje en la pequeña bañera de malta cordobesa.
“Hablamos de una multinacional que controla un tercio del mercado de la cerveza en España, y que, una vez que ha visto que hay un nicho, que son las cervezas artesanas, primero las ha despreciado y ahora intenta incorporarse al sector”, señala Javier Bajo desde Algallarín, desde la cooperativa Transformando, donde se fabrica Bandolera del Sur y alguna que otra cerveza más de las que se producen en Córdoba.
“Alimentar al monstruo”
Bajo se coloca de inmediato frente a Mahou. “Nosotros creemos en otro modelo de producción de la cerveza artesana y de la economía en sí. Somos una cooperativa de economía social y solidaria, y creemos en un modelo más apegado al territorio, de pequeña y mediana empresa, y lejos de los estándares de Mahou-San Miguel”, se explica. Para este joven que ya había oído “rumores” de que Mahou pretendía establecer este Brewhub en Madrid, lo que más le molesta es que usen lo que llama “lenguaje google” con expresiones como “economía colaborativa” para hablar de este proyecto y esconder lo que, a su juicio, es una forma de “capitalismo salvaje”.
De hecho, para referirse a las relaciones entre Mahou y los productores a los que invitaría a este centro, pone como ejemplo “el caso de Mercadona y sus proveedores exclusivos, a los que impone condiciones inhumanas”. “A nosotros nos gusta tener el control del proceso”, apunta Bajo, que cree que la oferta de Mahou puede ser interesante para “cerveceros nómadas”, aquellos que producen sin tener instalaciones propias y que, si Mahou les ofrece unos precios buenos, se pueden ver “seducidos”.
Uno de estos nómadas es Alejandro Luque, que fabrica cerveza bajo la marca Alma turdetana precisamente en las instalaciones de Transformando. Luque se muestra transparente: “En general la noticia es buena, sobre todo para los nómadas. Para mi marca creo que sería mucho más beneficioso fabricar en las instalaciones de Mahou porque tiene un gran nombre”, reconoce.
Los costes aproximados que asume hasta ahora por usar otras fábricas son de entre 2.000 y 2.500 euros entre alquiler y materia prima por cada 1.000 litros de cerveza. Si Mahou va a plantear una oferta mejor aún no lo sabe. Al final resume el sentir del sector con la idea de que “si nos unimos al gran monstruo industrial que es Mahou San Miguel, estamos alimentándolo y dejamos de apoyar a los fabricantes locales más pequeños, como por ejemplo son Bandolera, Capitán o Cervezas Califa”.
Sin embargo, en la fábrica de Cervezas Califa, ubicada en el Vial Norte, lo que cunde es la calma ante el desembarco del gigante. Alejandro Díaz y Rafael Serrano reconocen que preferiría esperar a conocer al detalle el proyecto antes de opinar, pero aún así se lanzan: “Todo lo que sea hacer cerveza de más calidad y más estable, sin caer en vicios de las industriales, es crecer para el sector”, dice Serrano.
Lograr el mejor producto con la mejor tecnología
“¿Qué queremos, beber una cerveza que ponga artesana y esté mala, o queremos beber una cerveza que esté muy buena?”, se cuestiona Díaz, que confía en que Mahou no va a empezar a fabricar cerveza artesanal con su nombre porque “es una empresa muy gorda como para querer las migajas”. En este sentido, apuntan más a la fórmula que ha usado con Nómada Brewing, una empresa que permitió el acceso de Mahou San Miguel a su accionariado con una participación del 40% a cambio de que esta pequeña compañía comenzara a fabricar desde su centro en Alovera (Guadalajara).
Por lo que en Califa ha leído del proyecto, “Mahou va a montar la mejor maquinaria artesanal del mercado”, por lo que creen que, sencillamente, va a ofrecer sus instalaciones a empresas que tienen la calidad pero no tienen la fábrica. “Los talibanes de la cerveza no entienden que muchas de las marcas más veneradas fabrican con equipos artesanales muy potentes”, sentencia Serrano, maestro cervecero de Califa.
El californiano John Bell, un maestro cervecero que produce La Gitanilla desde el barrio de San Lorenzo, no lo ve tan claro. Bell considera una posibilidad bastante probable que Mahou quiera “pegarle un bocao al mercado que han conseguido las artesanas” sin necesidad de colgarse la etiqueta de producción craft. “Está claro que lo que hace es industrial y con el objetivo de mantener una economía y no mantener la calidad o un producto diferente”, reflexiona al respecto.
“Es que, cuando uno saca 10.000 o 100.000 litros, la producción ya deja de ser artesanal y no tiene la misma imagen, ni el mismo sabor, ni el alma de la cerveza artesanal”, asegura este maestro cervecero nacido en una localidad californiana llamada casualmente Tiburón, casi una metáfora de lo que podría ocurrir en Córdoba cuando desembarque un pez grande, como Mahou San Miguel, en un acuario muy pequeño como el de la cerveza artesana.
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