Así se persigue (y se previene) el cibercrimen en Córdoba
En los últimos años, las calles de Córdoba son más seguras que nunca. El número de delitos comunes no deja de bajar, año tras año, y el de delincuentes que tienen detener las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado también. Pero eso no significa que el crimen haya dejado de estar de moda. Ha mutado. Casi en la misma proporción que han bajado los delitos de toda la vida (los robos con violencia, los tirones, las estafas y fraudes) han aumentado los que se aprovechan de las nuevas tecnologías. Y sobre todos las víctimas. Ahora el que te roba o estafa ya no vive en tu ciudad, ni siquiera en tu país. Lo más probable es que esté en Rusia, Sudamérica, cualquier país de Europa del Este o Asia. Así nos lo recuerda Francisco López, el inspector de la Policía Nacional a cargo de la Unidad de Nuevas Tecnologías en Córdoba, desde su despacho en la Comisaría de Campo Madre de Dios, el epicentro desde donde se combate (y, sobre todo, se previene) el cibercrimen en Córdoba.
Francisco López está a cargo de una unidad multidisciplinar que crece, se adapta y se mueve acorde a los nuevos tiempos tan rápido como lo hacen los malos. Su trabajo está en capturarlos, en resarcir a las víctimas, pero en las más de dos horas que pasa acompañando a Cordópolis en las instalaciones policiales tiene una máxima: “la prevención” por encima de todas las cosas. Con las nuevas tecnologías estamos expuestos a riesgos que la mayoría de nosotros desconocemos, a estafas que podríamos evitar siendo un poco más desconfiados, teniendo más cuidado y siendo más precavidos, como recuerda la agente Rosa Ortiz en el vídeo que acompaña al reportaje.
Pero, ¿qué ciberdelitos afectan más a los cordobeses? ¿Sobre qué tenemos que protegernos? ¿Y cómo trabaja la Policía para combatirlos? Casi todos los delitos comunes que se han transformado en digitales tienen nombre en inglés, pero fácil traducción: fraudes, robos y secuestros (virtuales en este caso), amenazas, coacciones y abusos. Pero se ha roto la relación directa entre víctima y delincuente. La víctima no sabe exactamente quién le está defraudando, cómo son sus ojos, dónde vive. Incluso, a veces, no se da cuenta hasta mucho después de que ha sido víctima de un ciberdelito.
En los últimos meses abundan en Córdoba la investigación de casos de phishing (que se traduce del inglés como suplantación de identidad). Su objetivo casi siempre es el mismo: se hacen pasar por ti para vaciarte las cuentas del banco. “Casi siempre nos entra por un malware que nos descargamos”, explica López. El malware es un archivo malicioso. Muchas veces nos llega por una cadena de correo, otras hasta por WhatsApp, y muchas por descargarnos cosas en páginas poco fiables. El archivo activa un software que permite al ciberdelincuente entrar en nuestros datos y muchas veces son nuestras cuentas del banco. Francisco López no pone cifras, pero recuerda casos de robos inmediatos de muchos ceros.
La Policía Nacional, pese que no para de mejorar en investigación de este tipo de delitos, se encuentra con barreras muchas veces infranqueables: que los delincuentes están muy lejos de España, en países donde sus policías colaboran poco o nada, y es muy difícil dar con ellos. Por eso, insisten en trabajar en prevención y en reforzar las medidas de seguridad con los bancos que tienen servicio online para evitar este tipo de delitos.
Otra modalidad del ciberdelincuente pasa por la estafa de toda la vida, pero aprovechando las nuevas plataformas digitales. Es el caso de webs de venta de productos de segunda mano o de alquileres de apartamentos, por ejemplo. López recuerda varios casos en los que cordobeses que han alquilado un piso en la Costa del Sol se han encontrado o que el piso no existía o que ya había alguien dentro. Y el vendedor falso ya se había esfumado, cerrado sus perfiles y guardado su dinero. O casos en Córdoba capital, donde han llegado clientes de apartamentos turísticos a viviendas que no se alquilaban. “Hay que desconfiar mucho”, insiste el inspector de la Policía Nacional, muy centrado en la prevención.
Hay otro delito tecnológico que está causando estragos y que tiene dos nombres que asustan bastante: el ransomware o cryptolocker. Normalmente atacan a empresas, pero también a particulares, y su funcionamiento es sencillo: se trata de un software que una vez descargado encripta los archivos. Imagina que un día apagas el ordenador (o el teléfono móvil) y cuando lo enciendes no puedes acceder a tus archivos de texto, a tus fotos, a tus cuentas, a tus claves, a tu música. A nada. Normalmente, el ciberdelincuente te pedirá un rescate por desencriptar el archivo. La Policía te da un consejo: no pagues. ¿Por qué? Nada ni nadie te va a garantizar que si pagas recuperes tus archivos. De hecho, se han dado casos de pagos y de que el ciberladrón ha sido incapaz de desencriptar lo que había encriptado. Y otra razón: nada ni nadie te garantiza que el ciberdelincuente te siga pidiendo dinero una vez que está viendo que pagas.
Muchos de estos archivos vienen en correos spam y detrás de ellos en la mayoría de las ocasiones hay potentes organizaciones criminales internacionales que hacen envíos masivos a todo el mundo, sabiendo que siempre habrá alguien que picará, que se descargará el archivo y que puede incluso provocar un grave problema a su empresa. La Policía trabaja aquí en seguridad informática, en tratar de conseguir sistemas cada vez más inmunes a estos ataques, y sobre todo en concienciar al usuario de que no acepte archivos de personas desconocidas, aunque se parezcan mucho a gente que podamos conocer, a la Agencia Tributaria, a nuestro banco o a la propia Policía, que de todo se han encontrado ya los agentes.
Desde la Unidad de Delitos Tecnológicos de Campo Madre de Dios han visto de todo, pero reconocen que lo peor de todo son las extorsiones sexuales y los casos de pornografía infantil. Este mismo fin de semana ha trascendido el caso de un monitor de baloncesto de Córdoba arrestado por esta unidad con un ordenador repleto de archivos de fotos y vídeos de un alto contenido pedófilo. Pero también atienden a muchas víctimas de la llamada sextorsión, que muchas veces tiene como víctimas a menores. La sextorsión es una forma del explotación sexual en la que una persona es chantajeada con una imagen o vídeo de sí misma desnuda o realizando actos sexuales, que generalmente ha sido previamente compartida mediante sexting. ¿Y qué es el sexting? El envío previo, casi siempre a voluntad propia y convencidos por una segunda persona a la que acabamos de conocer por internet, de archivos de contenido sexual. Así, a cambio de que esa persona no le mande esos contenidos sexuales sobre ti a tu familia, amigos o compañeros de clase accedes a seguir enviando fotos o incluso dinero. Y así, como con los archivos encriptados, hasta el infinito, porque nunca se sabe cuándo el ciberdelincuente parará, si es que llega a parar alguna vez.
La unidad cordobesa está compuesta por media docena de agentes dedicados en cuerpo y alma a la lucha contra el ciberdelito, aunque con ellos colaboran todos los agentes disponibles no solo en Córdoba sino en cualquier parte de España. Así, por ejemplo, cuando una víctima cruza las puertas de la Comisaría para denunciar que ha sufrido un delito virtual nunca se sabe si el autor va a estar viviendo en una calle de Córdoba o de Barcelona. Entonces, se activan todos los protocolos policiales y se implica a todas las unidades necesarias, desde los agentes que propiamente investigan hasta los que desarrollan el operativo en el lugar y acaban poniéndole los grilletes al delincuente.
Es más, el trabajo de la unidad se amplía. Así, por sus manos pasan casos de acoso a través de redes sociales, de insultos o coacciones, o hasta la investigación de sujetos concretos que están fomentando el odio a través de internet o que se están comunicando para cometer delitos de terrorismo. Todo lo que tenga que ver con la tecnología los tendrá detrás, pero siempre dando un consejo: la prevención es fundamental. El mundo virtual no deja de ser un reflejo de la vida misma, donde el mal, el delito, está al acecho. Y si cerramos la puerta de nuestra casa con siete pestillos deberíamos hacer lo mismo con todos nuestros dispositivos tecnológicos.
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