La oración cantada del pueblo
“Cristo de la Salud, saetas canto yo al verte, saetas para intentar expresar lo que tu pueblo en silencio siente, saeta que los confines atraviese cuando decidas que vaya a verte, saeta para implorar tu perdón cuando estemos frente a frente”. Se emociona mientras lo recita Bartolomé Castillejo, saetero cordobés que sigue activo y con un torrente de voz a sus 85 años de edad. Esa oración al Cristo de la Salud, de la hermandad del Vía Crucis, es una de las introducciones que tiene de su puño y letra a las saetas que canta y que también son de su autoría. Precisamente el Cristo de la Salud fue la primera imagen a la que cantó una saeta este hombre en la calle, en 1973, primer año en que salió en procesión esta hermandad del Lunes Santo.
Aunque nació en Plasencia (Cáceres), sus padres eran cordobeses y cuando Bartolomé tenía dos años volvieron a Córdoba. Sus primeros cantes flamencos los dio, tarareando, en el taller de joyería de su tío, donde aprendió la profesión de la que ha vivido, pero tardó mucho en dar el paso de cantar flamenco y saetas por derecho. Como se ha dicho, la primera vez fue en 1973. Cuenta este experimentado saetero que un amigo suyo “tenía que dar una charla a unos jóvenes y me dijo que me fuera con él a cantar saetas”. Él le contestó que no había cantado nunca pero que se sabía unas cuarteleras de Fosforito. Las cantó y, recuerda que, “aquello quedó tan bonito que le tuve que decir que me acompañara con la guitarra para cantar en la calle”. Ese año él no sabía apenas letras y, para no cantar siempre lo mismo, otro amigo le iba diciendo detrás de él lo que tenía que cantar.
Hoy en día tiene una antología flamenca de siete discos bajo el título Sintiendo el cante y un libro publicado con letras propias, entre las que se incluyen saetas, que se llama Mi sentir. Aunque para cantar saetas no hace falta ser flamenco, si bien es un palo muy importante dentro de este arte. Lo cuenta Castillejo y también la profesora de la Escuela de Saetas de la ciudad que existe en Salesianos, Rosario Córdoba, que proviene del mundo de la copla y canta igualmente. Ella cuenta que toda saeta es difícil de interpretar y que las más habituales en la Semana Santa cordobesa son “por seguiriyas, martinetes, seguiriya con cambio a martinete y las carceleras”. Pero Córdoba tiene una saeta propia, su saeta antigua o vieja, que cantaban La Talegona o Pepe Lora. Por este camino le gusta andar a Bartolomé Castillejo, quien indica que las saetas antiguas “vienen del pueblo, de la gente llana”. Y Rosario Córdoba se refiere a ella como un cante “con menos floritura que otros, es una saeta mucho más llana y sencilla”.
Sobre la saeta antigua de la ciudad de la Mezquita dice Bartolomé Castillejo que, “como todos los cantes antiguos, ha pasado de unos a otros de forma verbal”. Pero él canta muchos estilos, porque los ha estudiado en sus lugares de origen, e incluso se arranca a veces por un palo que no se escucha en saeta habitualmente como es la liviana grande (ver vídeo) o por una propia que cuenta que él ha creado y no pertenece a ningún estilo concreto. Para cantarlas, explica que “me echo a la calle y donde veo la imagen y me encuentro a gusto, canto”.
https://youtu.be/eAdfuBzL1sA
“Se clava y acongoja”
Bartolomé tiene predilección sobre todo por las cofradías que van en silencio, “me gusta el recogimiento porque la saeta debe ser oración, decir algo que le llegue al público, pero con mucha trompeta o escándalo no, con recogimiento me desahogo y expreso lo que siento”, añade este cantaor, que en sus comienzos y en alguna otra ocasión se ha acompañado de la guitarra para rezar con su voz al Señor y la Virgen. Lo hace siempre desde las aceras. “Tengo que ver de cerca a la imagen y estar con el público, yo soy masa también”, comenta a EL CIRINEO y cuenta su mala experiencia desde un balcón en la calle Claudio Marcelo hace muchos años, “donde no le veía la cara al Cristo y fue muy frío”.
Para cantar saetas, tanto Castillejo como Córdoba coinciden en que hay que tener cualidades, no se aprende. Él dice que “si Dios no te ha dado facultades es tontería que briegues. Si no vales, no vales, pero si sirves, también hay que estudiar los estilos”. Ella, en la misma línea, opina que “no se puede aprender si no tienes una base”. Preguntados sobre si en Córdoba se aprecian las saetas, la profesora de la Escuela de este cante en Salesianos (donde desde enero se han formado este año ocho personas de 23 a 50 años) cree que “la gente entiende” pero Bartolomé Castillejo considera que lo que entienden las personas es que “les llegue”, pues a él le han dicho en muchas ocasiones “con lágrimas en los ojos, que les he puesto el vello de punta y ahí está el misterio grande de este cante, que llega a provocar eso”, cuenta, porque a su juicio la saeta “es una cosa que se clava”. Y no solo al que la escucha, también a quien la canta. Él se emociona porque le está cantando a Cristo. “No llegas a sentir dolor pero notas que te acongojas, que te llega mucho y tienes que luchar contra eso porque si no, te emocionas y el cante no te sale, y cuesta trabajo seguir, tienes que dominarlo, si no, tienes el fallo, pero interiormente lo vives”, expresa.
Sobre el respeto de las hermandades a los saeteros, tienen opiniones contrapuestas Bartolomé Castillejo y Rosario Córdoba. Así, mientras ella tacha de “falta de respeto” que le levanten un paso y se lo lleven mientras está cantando, cosa que le ha pasado y la ha dejado sin ganas de volver a cantarle a esa imagen, Bartolomé se muestra comprensivo y justifica que eso pase porque las hermandades tienen que cumplir un horario. Por eso, cuenta que “yo, si veo que no lo van a parar empiezo antes a cantar y cuando se va alejando termino, nunca ha sido eso para mí un problema, porque no lo hacen a mala fe”.
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