En el nombre del Santos
Junto a los bocatas del Bocadi, los perritos del Lucas, los caracoles de La Magdalena y la cañita en El Correo, la cuña de tortilla de El Santos, consumida en la muralla de la Mezquita-Catedral, pasa por ser uno de los ritos más emblemáticos para el cordobés en lo que a gastronomía a pie de calle se refiere. Cada ciudad tiene sus propios emblemas añejos. Lugares con un encanto que van más allá de la mera gastronomía, y uno de ellos en Córdoba es sin duda El Santos.
Una taberna pequeña que abrió sus puertas en 1966 frente al muro noreste de la Mezquita en la prehistoria de la Unesco, y que estos días vive una etapa compleja en la que está en juego su propia identidad, inmersa en una más que posible batalla legal entre los propietarios del inmueble y la empresa que ha gestionado el local durante los últimos 9 años y que alega tener registrado el nombre mercantil con el que ha estado operando en el último medio siglo.
Para explicar su papel en esta historia, el hostelero Francisco Palacios viaja al año 2009. Aquel año, según su relato, se hace cargo de la pequeña taberna tras contactar con el hasta entonces propietario, Francisco Santos, de quien había oído que quería retirarse. “Nos ponemos en contacto con él, llegamos a un acuerdo y nos lo alquila”, explica a CORDÓPOLIS Palacios, que añade que le renta toda la casa y la explotación del negocio a razón de “unos 6.000 euros al mes”, renovables cada 3 años.
Aquel año 2009, y ya bajo su gestión, Taberna Santos participa en el XI Campeonato de España de Tortilla de Patatas, donde recibe los parabienes de chefs como Pedro Subijana (Restaurante Aquelarre, de tres estrellas Michelín) o Martín Berasategui, y se inicia, según el hostelero, “un plan de negocio a día de hoy, adaptado a los tiempos en los que estamos”.
Dicho plan pasa por registrar la marca Taberna Bar Santos a su nombre, dentro de un plan de negocio en el que marca otros hitos como la presentación del bar a Alimentos Singulares de España, el patrocinio de las Jornadas Taurinas. “Hay un año, en 2010, en el que salimos 15 veces en televisión, y esto coge un auge gordo”, sostiene Palacios, quien no obstante señala que desde el principio creyó en el negocio pero sin negar que, dado el carácter contractual del mismo, no se fiaba de hasta cuándo podía durar.
Casi una década de gestión sin problemas con la propiedad
Según su testimonio, ante la eventualidad del alquiler, pero sin pasar por alto que se había hecho una inversión importante, Palacios crea un logotipo y una marca propia, Taberna Bar Santos, que sustituye a la que existía antes, Bar Santos. El logotipo, señala, lo crea él y es una silueta de un señor anciano detrás de una gruesa tortilla de patatas. Básicamente, una caricatura a vuela pluma del azulejo que hay en la puerta del bar, en el que se ve a Francisco Santos ofreciendo una de sus famosas tortillas.
Con la marca registrada, Palacios abre otro negocio, El Maestrante, junto al Arco del Triunfo, y deja en manos de su madre la gestión de la marca durante los siguientes 6 años, en los que el bar ha sido regentado por su hermana y su cuñado. En este tiempo, según Palacios, todo ha transcurrido sin ningún tipo de problema, “siempre desde un trato extraordinario” con la familia de Francisco Santos y con el mítico propietario, a quien, según indica, han llevado “con orgullo” a numerosos actos.
“Hasta que hace unas semanas, la propiedad nos envía un burofax y nos dice que no nos renueva. Y entonces yo saco la marca del año 2010 en la que Santos está a mi nombre, por supuesto”, explica el hostelero sobre el desencadenante de los actuales “problemas”, que además vienen con el añadido de que hay un tercer actor interesado en gestionar el inmueble, y que, según reconoce Palacios, podría ser su cuñado, si bien hasta el momento no tiene conocimiento oficial de que así sea.
Lo que sí ha expirado es el contrato. Lo hizo este lunes 2 de julio. Palacios asegura que le ha dolido ver cómo se echa el cierre a un negocio después de tantos años, pero defiende su papel en el litigio en base a dos cuestiones, a que “no se puede engañar a nadie cuando le pagas un millón de pesetas al mes”, y a que “nadie invertiría más de 600.000 euros en una marca que no es suya”. Bajo estos dos preceptos, Palacios se ha llevado la marca Taberna Bar Santos y se lo ha puesto al otro negocio que regenta junto al Arco del Triunfo.
La familia Santos no ha querido hacer declaraciones
¿Y qué va a ocurrir ahora con el mítico Santos? “Ellos pueden decir ahora misa en hebreo. Si existe la marca Santos registrada antes de 2010, pues tendrá que existir”, matiza Palacios, quien, si bien reconoce que la taberna era un sitio “conocido” en Córdoba, alega que “nunca tuvo las colas que tiene ahora”, de las que se considera artífice.
“Yo no he estafado a nadie. Yo no tengo que aguantar que nadie me llame sinvergüenza. Yo he hablado con la propiedad y la propiedad me ha dicho que no puedo continuar mi negocio en su local. Y ante eso, pues me lo llevo a otro sitio”, ha zanjado Palacios.
Por su parte, la familia de Francisco Santos, consultada por este periódico, ha declinado hacer declaraciones sobre este asunto hasta consultar con su abogado, lo que deja entrever que la propiedad de la marca Santos, puede acabar en los tribunales en un caso que, salvando las distancias, guarda ciertas similitudes con el que llevó a los tribunales a los juzgados a los hermanos Mac y Dick McDonald a batallar con Ray Kroc sobre la propiedad de la marca que los dos primeros fundaron y que el otro expandió por todo EE.UU. y el resto del mundo.
Queda en el aire, por tanto, la versión de quién echó a andar hace 52 años uno de los lugares más emblemáticos de la gastronomía cordobesa, y que, según se cuenta en el barrio, hizo de la tortilla de patatas la estrella de su esquina cuando, empujado por el hambre, pidió a su mujer que le bajara a la taberna algo de comer. El resto es historia, y quién sabe si futuro.
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