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Lucía Espejo, primera alumna de la UCO en defender un TFM íntegramente en lengua de signos

Lucía Espejo en la Facultad de Filosofía y letras de Córdoba | MADERO CUBERO

Alejandra Luque

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Lucía Espejo Pedrosa forma parte de un colectivo que, año tras año, regala a la Universidad de Córdoba (UCO) algo tan preciado como es la inclusión. Esta joven, natural de Benamejí y amante de los libros, ha dado un salto cualitativo en la historia de la institución universitaria y se ha convertido en la primera alumna en defender un Trabajo Fin de Máster íntegramente en lengua de signos. Es, también, la primera alumna sorda Graduada en Historia del Arte de España. Y, en su pueblo, Embajadora del Año.

Graduada en Historia del Arte también por la UCO, desde que entró en Bachillerato supo que quería ir a la Universidad “sí o sí”. Según los datos facilitados por la Unidad de Educación Inclusiva (UNEI), el curso pasado hubo en la UCO un total de cinco alumnos sordos de Grado y sólo uno de Máster, Lucía. No obstante, esta estadística únicamente responde al número de alumnos que, en su matrícula, señalaron que tenían alguna discapacidad auditiva, pudiendo haber otros que, aún en esta situación, no lo especificaron.

A pesar de que estos seis alumnos a un mismo colectivo, existe una gran diferencia entre las personas sordas oralistas y las personas sordas signantes. Es decir, las que aún teniendo una discapacidad auditiva se comunican de forman oral y las que lo hacen a través de la lengua de signos, como es el caso de Lucía. Ha sido precisamente la UNEI la que ha facilitado que el paso de esta joven por la UCO haya sido lo más fructífero posible. De su primer día en el Grado de Historia del Arte recuerda los miedos que sentía y cuál sería el ambiente que se iba a encontrar. En Primaria, Lucía acudía por las mañanas a un colegio de integración y, por las tardes, a uno específico. El apoyo educativo fue una constante en la etapa más temprana. En su entrada en la Universidad ya no iba sólo buscando eso.

Cuál fue la sorpresa al iniciar su camino universitario y comunicarse con sus compañeros en lengua de signos. “Días antes habían dado un curso en lengua de signos y sentí mucha empatía hacía mi persona”, describe Lucía, que aún agradece el esfuerzo que tanto sus compañeros como sus profesores hicieron durante sus años de carrera. Mención especial para una asignatura, Filosofía, cuyos conceptos abstractos la hacen más complicada para las personas sordas. “Nosotros tenemos una percepción muy visual de las cosas, pero esta asignatura es muy abstracta y yo me perdía. No encontraba el significado de lo que estaba aprendiendo. Todavía me cuesta a veces entenderla”, ríe, mientras Inma Sánchez interpreta.

Año tras año, Lucía siguió enamorándose de una carrera que había elegido a pesar de las opiniones de sus orientadores en base al abstraccionismo del Arte. “Era mi vocación y mis padres me apoyaban así que dije: 'Para adelante'”. Presentó su Trabajo Fin de Grado en lengua de signos y decidió entonces matricularse en el Máster de Cultura de Paz y Resolución de Conflictos de la UCO. Su TFM decidió enfocarlo al acoso escolar que sufre el alumnado sordo o con discapacidad auditiva, una investigación con la que ha constatado que aún queda mucho camino por recorrer. Por ello, la joven continúa trabajando en ello.

La preparación de su TFM le piló de lleno en el confinamiento, un reto “muy duro” al tener que compaginarlo con la atención a los usuarios de la Asociación Provincial de Personas Sordas de Córdoba, donde trabaja como apoyo técnico. Además, Lucía también forma parte de la Fundación Andaluza Accesible para Personas Sordas dentro de la atención a este colectivo. Su misión es dar información y adaptar las principales noticias de la Junta de Andalucía en lengua de signos española. La pandemia ha multiplicado este servicio ante los cambios normativos que se iban produciendo por semanas. Pero, aún así, ha sido muy complicado atender a todos los usuarios.

En este sentido, Lucía explica que las necesidades fueron muy diversas dependiendo del colectivo. Las personas mayores sordas, acostumbradas a acudir a la asociación para conocer las noticias y a vivir momentos en compañía, se han encontrado con muchas dificultades dado que no es un sector de la población especialmente experimentado en el uso de las nuevas tecnologías. “Estaban todo el día viendo la tele pero no había intérprete que le pudiera explicar, por ejemplo, el cambio de fases durante la desescalada”. Los jóvenes, explica, no han tenido tantas barreras pero en las aulas sí ha habido problemas para la adaptación de los contenidos curriculares a los subtítulos o la ausencia de intérprete. Pero sin lugar a dudas, la barrera principal es la mascarilla. Aún hoy, ocho meses después de la pandemia, el Ministerio de Sanidad del Gobierno de España no ha emitido una homologación para las mascarillas para personas sordas.

Esta petición se une a  otras tantas que el colectivo lleva pidiendo hace ya demasiado tiempo. “La sociedad hace un esfuerzo, pero no es suficiente”, lamenta Lucía, para quien la vida de una persona sorda nunca llega a ser igual que la del resto de la sociedad. “Es un colectivo minoritario y ahora, con la pandemia, todo llega muy tarde”. Para una cita con el médico, por ejemplo, deben esperar aún más hasta que la intérprete está disponible. Los prejuicios, aunque se consideran superados, persisten. “Tenemos las manos y los pies. Lo único es que no oímos, pero somos personas capaces de hacer nuestro trabajo”. Lucía es una muestra clara de ello.

*Gracias a la participación de Inma Sánchez, intérprete de la Fundación Andaluza Accesible Para Personas Sordas. Actualmente, la comunidad sorda de Córdoba -cifrada en unas 5.000 personas- cuenta con tan sólo una profesional para atender sus necesidades.

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