El debate sobre la 'fundación' de Córdoba: ¿y si Claudio Marcelo plantó su auspicio en el parque Cruz Conde?
Córdoba, junto a Cádiz, es una de las ciudades más antiguas de la Península Ibérica. La ciencia viene demostrando la existencia de una gran aglomeración tartésica a orillas del hoy río Guadalquivir. Pero no en el emplazamiento actual, sino a unos 700 metros, sobre una pequeña elevación llamada la Colina de los Quemados, que se extiende en lo que hoy se conoce como el Parque Cruz Conde y la ciudad sanitaria. Aquella Corduba original se fue abandonando progresivamente durante la romanización, cuando lo que se construyó frente a ella como castro (un campamento militar) acabó convirtiéndose en una enorme ciudad romana, capital de la provincia de la Bética y uno de los municipios más importantes de Hispania (si no el que más).
Hasta ahora, la historia oficial asumía que hubo dos córdobas, sí, pero que los romanos se instalaron en un campamento que Claudio Marcelo convirtió en ciudad. Una de las calles principales de Córdoba se llama así, Claudio Marcelo, aunque para los paisanos más del terruño será siempre la calle Nueva. Pero, ¿y si Marcelo no tuvo relación alguna con la Córdoba romana del actual centro de la ciudad? ¿Y si su fundación se situó solo entre las murallas de la primera Corduba de los turdetanos?
Esta semana, durante el congreso sobre las murallas que se ha celebrado en Córdoba, el profesor titular de Arqueología de la Universidad Antonio Monterroso Checa ha sostenido, a través de la literatura, la historia y la estratigrafía, que Claudio Marcelo no pudo sino fundar (o refundar) Corduba en otro lugar que la Colina de los Quemados, entre los muros de la ciudad primitiva, un espacio llamado a ser también la capital de la provincia oficiosa desde el 197 antes de Cristo.
El acto simbólico
La base de la “leyenda de su fundación” de Córdoba se transmite únicamente por el texto de Estrabón. Las pocas líneas que dejó escritas este geógrafo de Amasia condensan toda la información literaria existente sobre un proceso de fundación romano en Corduba. Este texto fue escrito en griego, posiblemente en Roma, entre el 27 y el 9 antes de Cristo, y editado unos decenios después, aproximadamente 150 años después de los hechos cordobeses que narra. Estrabón bebió principalmente de geógrafos griegos anteriores que, en su mayoría, solo visitaron la costa de Iberia.
Estrabón cita a Córdoba como ktisma (fundación) de Marcelo, destacándola junto a Cádiz como las ciudades de Turdetania que más auge adquirieron. El autor utiliza esta mención para marcar un jalón semántico con contundencia, diferenciando a Córdoba de Cádiz. Cádiz era valorada por su amistad con los romanos, pero Córdoba era considerada “de los nuestros” porque la fundó Marcelo. Estrabón busca remarcar que Córdoba, a diferencia de Cádiz (amiga, pero ajena), era netamente parte de Roma.
El profesor Monterroso Checa sostiene que la Corduba a la que se refiere el texto de Estrabón, como ktisma de Marcelo (fundada entre los años 169 y 168 antes de Cristo), no puede ser otra que la vieja Corduba ancestral de Colina de los Quemados-Fontanar de Cábanos. Esta aglomeración ya gozaba de buenos pactos con Roma, habiéndose convertido en sede oficiosa de la residencia del magistrado de la Provincia Ulterior desde el 197 antes de Cristo.
En este contexto de amistad y consolidación de la capitalidad, la ktisma de Marco Claudio Marcelo fue únicamente un acto simbólico de “fundación” o toma de auspicios para un nuevo tiempo en el mismo sitio. Expertos como Casewitz, Canto y Rouillard ya advertían que en tiempos de Estrabón, el uso de “fundación” no implicaba necesariamente una elaboración urbanística de facto, sino un componente más simbólico y pragmático. Esta interpretación se alinea con lo sucedido en otras ciudades hispanas como Itálica y Carteia.
La falta de pruebas para una nueva ciudad en el siglo II a.C.
La historia oficial asumía que los romanos se instalaron en un campamento que Marcelo convirtió en una nueva ciudad. Sin embargo, la estratigrafía del sitio actual de la Córdoba romana (el centro histórico) “no soporta” una fecha tan alta (primer tercio del siglo II a.C.) para la construcción de una entera ciudad nueva, según la tesis del profesor cordobés “Una nueva ciudad de 42 hectáreas en esa época sería una excepción rotunda en Hispania”. Como comparación, el primer recinto de la Tarraco de los Escipiones, coetáneo, solo alcanzó cuatro hectáreas y media.
Además, la evidencia material es escasa. La presencia de cerámicas campanienses de barniz negro, utilizadas para fechar contextos materiales, es muy difícil, si no imposible, de encontrar de manera sólida en el inicio del siglo III antes de Cristo y durante la primera mitad del siglo II antes de Cristo. Un mercado inicialmente consolidado, que dejase fósiles guías en las fosas de cimentación para fechar edificaciones con seguridad, solo se dio hacia los años 130 antes de Cristo. Juan José Ventura ya avisó que las cerámicas campanienses y el texto de Estrabón tenían una difícil relación en Córdoba.
El campamento militar (Castrum) como origen
Se une así Monterroso Checa a la dilatada tradición historiográfica que entiende que la ciudad que hoy se llama “fundacional,” situada frente a la vieja Corduba, debió ser el producto de un campamento militar (castrum), que puede remontarse al 206 antes de Cristo. Este campamento concuerda, por su extensión de 42 hectáreas, con las plantas poligonales y medidas de otros campamentos republicanos conocidos en Hispania, como Renieblas III (49 hectáreas) y El Pedrosillo (50 hectáreas).
Este campamento perduró hasta mediados del siglo II antes de Cristo y se convirtió progresivamente en ciudad con la construcción de la muralla, la arquitectura interior y la entrada en los nuevos circuitos comerciales que atrajeron las cerámicas de barniz negro. Sus fases iniciales eran de pobreza extrema, con muros de cantos, alzados de adobe y techumbres de cañizo, y las tejas llegaron solo en una evolución edilicia posterior.
La fosa de cimentación más antigua de la muralla republicana (s. II-I antes de Cristo) se ha encontrado en Ronda de los Tejares (una torre semicircular), documentando material ceramológico de la segunda mitad del siglo II antes de Cristo.
Analogías en Hispania: Itálica y Carteia
La idea de que la fundatio fuera un acto simbólico se refuerza al comparar Corduba con otros asentamientos hispanos: Itálica o Carteia, según sostiene Monterroso. Itálica fue un poblado amigo que acogió veteranos, pero no sufrió una mutación estructural ni urbanística. Apiano escribió cuatro siglos después, buscando legitimar unos orígenes romanos para la cuna imperial bética (Trajano y Adriano) que no los tenía.
A Carteia se le otorgó el estatuto de colonia latina en 177 antes de Cristo para asentar a 4.000 hijos de soldados romanos y mujeres hispanas. Sin embargo, al igual que en Itálica, urbanísticamente nada cambió con la concesión del título colonial. Roma ya la había cercado en el 206 antes de Cristo y establecido un campamento militar junto a la Carteia púnica, que se fusionó.
Los imperatores (Escipión, Marcelo, Graco) organizaban a autóctonos y romanos en viejos oppida o les daban unos nuevos; a este acto, que representaba una nueva etapa regida por Roma, se le llamó simbólica y resumidamente “fundación”. Las nuevas ciudades de verdad (deductio) llegaron normalmente desde el siglo I a.C..
De Corduba a Colonia Patricia
La ciudad en el centro histórico de Córdoba existía al menos desde la segunda mitad del siglo II antes de Cristo. Sin embargo, las fuentes suelen llamar a Córdoba oppidum y no colonia. No hay pruebas de un estatuto colonial antes de César, y las decisiones durante las guerras civiles las tomaba el Conventus de ciudadanos romanos, no un senado local.
La consolidación de Córdoba como colonia de derecho romano y la deductio debieron darse con César o Augusto. El proceso fundacional de Colonia Patricia se escenificaba con ritos que incluían la toma de auspicios.
En la fundación de Colonia Patricia, se procedió necesariamente a la inclusión en el nuevo pomerium de la extensión del primitivo campamento y sus murallas.
La existencia de ritos de fundación está atestiguada por la aparición de una Lastra Campana, estudiada por Ángel Ventura, (una lastra de terracota que reclama estos ritos) en la zona del Grupo Escolar Enríquez Barrios, en el extremo norte de la actual calle Colina y Burón. Este es un punto estratégico, ya que se sitúa justo en la división donde la muralla republicana de la ciudad que generó el campamento llegaba hasta la Puerta de Almodóvar. Con la auguratio, este trazado pétreo romano pasaría simbólicamente a ser parte de la nueva Colonia Patricia.
Otro caso ilustrativo es el hallazgo de tres o más tambores de fuste de piedra caliza (probablemente de un templo tardorrepublicano) reutilizados en el trazado amurallado occidental de Colonia Patricia, cerca de la Plaza de Maimónides. Estos fustes están a solo 700 metros de distancia de la Corduba de Colina de los Quemados.
Se sostiene que estos tambores no pueden provenir del entorno inmediato de la ciudad romana tardía, sino que tienen que venir del ámbito de la vieja Corduba de Colina de los Quemados. Dado que los templos romanos no se tiran sino que se reconsagran, su presencia en el sulcus de la nueva colonia se interpreta como una reliquia de algo memorable y un acto de expiación, legitimando la fundación de la nueva ciudad y el vínculo nutricio con la anterior, al ser el sulcus el elemento más sagrado de la ciudad.
En conclusión, la tesis de Monterroso Checa reclama atención para la parte más nuclear de la historia de Córdoba que aún falta por conocer, la que compete a la refundación de Córdoba por Marcelo en su sitio natural del Parque Cruz Conde.
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