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Huracán Wooten

Victor Wooten | MADERO CUBERO

Juan Velasco

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El bajista convierte el Gran teatro en una pista de baile en la noche más funk del Festival de la Guitarra

Ni el huracán Arthur, ni un inesperado apagón en mitad del concierto, ni el jet lag acumulado tras viajar de Estados Unidos a Canadá, de Canadá a Londres, y de Londres a Málaga, pudo frenar el torbellino de creatividad y genialidad que desplegó ayer Victor Wooten en el Gran Teatro de Córdoba. “Creo que alguno de vosotros ha llegado al concierto antes que nosotros”, bromeaba Wooten en una noche que llenó de funk y de público el teatro, para entonces extasiado ante el alarde de técnica y clase del norteamericano, que sin duda ha ofrecido el concierto más vitalista de la 34 edición del Festival de la Guitarra.

Wooten se presentó una hora tarde, pero llegó, a pesar de que Arthur amenazó con dejarlo en tierra, como finalmente hizo con la cantante Krystal Peterson, que fue incapaz de llegar a España, y cuya ausencia, se ha de decir, pasó desapercibida. Pasó desapercibida porque, cuando el bajista agarra su instrumento, arrasa todo cuanto está a su lado, con un nivel de intensidad al alcance de muy pocos, acaso de Marcus Miller, con quien el norteamericano ha grabado y girado con anterioridad.

El público cordobés, quizá consciente de lo gigantesco de su leyenda, quizá por nerviosismo ante el retraso, se mostró entregado de principio a fin, aunque era difícil no postrarse ante un músico que es capaz de convertir un bajo en una guitarra flamenca. “Que alguien me explique cómo ha hecho eso”, decía mi acompañante, mientras asistía al último solo que hizo Wooten y que, en ciertos pasajes, escupió acordes que remitían al fallecido Paco de Lucía, a quien está dedicado el festival este año.

Fue sólo uno de los referentes a los que invocó Wooten durante el concierto. El resto, por citar a algunos, fueron Donald Byrd, Freddie Hubbard, Herbie Hancock, Parliament, Bootsy Collins, Steely Dan, Prince, Clarence Carter, los Jackson Five y James Brown. Un auténtico repaso a la música afroamericana más imponente del último medio siglo. Todo eso sonó, indirecta o directamente del bajo de Wooten, de la guitarra psicópata de su hermano Reggie, de los sutiles dedos del teclista Karlton Taylor, o de los bombos, platillos y cajas que fueron violados sin compasión por el baterista Derico Watson.

Todos se sobrepusieron al cansancio. Todos tocaron con armonía, pericia y entrega. Todos triunfaron en una noche memorable, de las que engrandecen al Festival de la Guitarra. Especialmente los hermanos Wooten, Reggie y Victor, que, no sólo dialogan a viva voz y con sus instrumentos, sino que se marcaron unos bailes que, para muchos de los espectadores fueron motivo de envidia, porque el Gran Teatro estaba llamado ayer a convertirse en pista de baile. Sólo ocurrió con el último bis, con el público en pie y bailando, y Wooten y su banda pidiendo cama y comida tras “un día muy largo”, según explicó el propio bajista, que esquivó un huracán en su país para provocar otro en Córdoba.

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