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Franco estudió “trasplantar” piedra a piedra la catedral de la Mezquita

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Alfonso Alba

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A finales de los años 70, Rafael de la Hoz y Rafael Castejón lideraron un intenso debate para uno proyecto arquitectónico que fue abortado por la Iglesia

Al final de su vida y también de su mandato, el dictador Francisco Franco estudió un proyecto que de ver la luz y no haber sido frenado 'in extremis' por la siempre todopoderosa jerarquía católica habría cambiado radicalmente un monumento único en el mundo: la Mezquita de Córdoba. Por muy demencial que parezca la idea, teniendo en cuenta el extremo fervor católico del dictador español y la intención actual del Cabildo de Córdoba de borrar todo lo que tenga que ver con el pasado islámico de una Mezquita a la que se niegan a llamar como tal, Franco estuvo a punto de darle el visto bueno a un proyecto de “purificación” del monumento. Así se llamaba a la asombrosa idea de “trasplantar” a otro lugar de la ciudad piedra a piedra toda la Catedral cristiana incrustada en el corazón de la Mezquita de Córdoba durante el reinado de Carlos V (siglo XVI). El objetivo: devolver al monumento su espíritu exclusivamente islámico y recuperar lo que el arquitecto Rafael de la Hoz Arderius (director general de Arquitectura del último gobierno franquista y principal propulsor de esta iniciativa) había calificado como “la idea”, “la de los constructores originales que concibieron un espacio abierto y flexible, crecedero y dinámico opuesto al espacio clásico de inspiración greco-romana, que se traza siempre de una manera cerrada y se fija estáticamente en sí mismo”. De la Hoz pronunció estas palabras en su discurso de ingreso en la Real Academia de las Artes de San Fernando.

Para ejecutar esta idea, Franco contaba con dinero, con mucho dinero. El rey Faisal de Arabia Saudí le había prometido al dictador español una financiación de diez millones de dólares para llevar a cabo esta monumental obra de “purificación” y “trasplante”, como se vino a definir en lo que se convirtió en una auténtica batalla dialéctica entre arquitectos desarrollada entre 1972 y 1973 en la revista Arquitectura. El rey Faisal había visitado la Mezquita de Córdoba en 1966 y había quedado maravillado por el monumento. En esta visita, el guía fue Rafael Castejón y Martínez de Arizala, considerado como el principal impulsor de la idea franquista de evacuar la Catedral del interior de la Mezquita de Córdoba.

Franco, todopoderoso en España, se topó con la también todopoderosa Iglesia Católica. El entonces obispo de Córdoba, José María Cirarda, fue el que frenó la operación, escandalizado. Cirarda, conocido por acudir a las cárceles a consolar en euskera a los presos de ETA, falleció en 2008, pero dejó escritas sus memorias, publicadas en 2011 por la editorial PPC y tituladas Recuerdos y Memorias. En la página 285 del libro, el que fue obispo de Córdoba entre 1971 y 1978, recuerda una conversación que mantuvo con el arquitecto Rafael de la Hoz: “Me habló de un sueño que compartía con Franco: sacar la mezquita de la catedral construida en los días de Carlos V, trasladarla piedra por piedra a otro lugar de la ciudad y repristinar la mezquita, tal como era antes de la conquista de Fernando III el Santo”.

Según relata el obispo (y queda acreditado por debate desarrollado en la revista Arquitectura y un artículo en el diario YA del director general de Bellas Artes, Juan Contreras, marqués de Lozoya haciendo referencia al asunto), Franco se había quedado muy impresionado al ver cómo el rey Faisal de Arabia Saudí se había echado, literalmente, a llorar cuando visitó la Mezquita de Córdoba. El obispo le expuso al arquitecto Rafael de la Hoz (que en ese momento presidía la Unión Internacional de Arquitectos) que el proyecto era una locura, sobre todo por la inmensa cantidad de dinero que hacía falta. De la Hoz le contestó que el rey Faisal le había prometido a Franco diez millones de dólares con una única condición: que durante dos o tres días a la semana los musulmanes podrían orar ante el Mihrab de la Mezquita de Córdoba.

“Consideré que el simple conocimiento de semejante proyecto provocaría un seísmo entre los cordobeses. Decidí, en consecuencia, guardar secreto sobre la propuesta”, dejó escrito el obispo José María Cirarda en sus memorias. Pero no lo guardó tan en secreto. La propuesta estaba sobre la mesa del dictador y la Iglesia tenía que reaccionar. El encargado de desactivar la operación de “purificación” de la Mezquita fue el actual canónigo archivero de la Catedral de Córdoba, Manuel Nieto Cumplido, según relata el arquitecto valenciano y experto en restauración urbana José Ignacio Cassar Pinazo, que en 2004 escribió un monográfico que apenas ha trascendido sobre el apasionante proyecto de Franco con la Mezquita de Córdoba.

En 1972, el Ayuntamiento franquista de Córdoba había solicitado al Icomos (la organización no gubernamental dependiente de la ONU y encargada de recomendar lugares históricos de protección a la Unesco) que propusiera a la Mezquita de Córdoba como monumento internacional (su declaración definitiva como Patrimonio de la Humanidad no llegó hasta el año 1984). Aprovechando la visita del Icomos a la ciudad, el arabista cordobés y principal diseñador del proyecto de “purificación” de la Mezquita, Rafael Castejón, el mismo que había guiado la visita del rey Faisal, publicó un artículo en el diario ABC el 13 de septiembre de 1972 en el que proponía y detallaba la intervención. Castejón ya había publicado un extensísimo artículo en la revista Arquitectura en el que detallaba cómo sería la obra, en qué consistiría, cómo se trasladaría la Catedral, cómo se recuperarían las columnas perdidas (escribe que estaban “ocultas” bajo la construcción cristiana) e incluso cómo se repararía el considerado como Muro de Almanzor, en la gran ampliación que se hizo del monumento cordobés en el sigo X.

Manuel Nieto Cumplido reaccionó recopilando la opinión en contra de la intervención de numerosas instituciones y arquitectos. Por ejemplo, la Real Academia de San Fernando envió una nota de prensa: “La Academia hace público su criterio, adoptado por unanimidad, de oponerse al proyecto según el cual la Mezquita de Córdoba sería devuelta a su primitivo estado”. También consiguió la opinión del arqueólogo excavador del yacimiento de Medina Azahara y amigo de Rafael Castejón, el profesor Félix Hernández. La polémica llegó a tener tanto eco académico que finalmente el Icomos retrasó su visita a Córdoba enviando una sorprendente carta al periódico Diario Córdoba el 12 de diciembre de 1972. Su vicepresidente, Gabriel Alomar y contrario a la intervención en la Mezquita, justificó en “la reacción suscitada en la prensa española por la reunión científica que este consejo debía celebrar en Córdoba”, el motivo de su retraso.

Esta fue la puntilla definitiva a esta iniciativa que fue enterrada en la reunión del Icomos que finalmente se celebró en abril de 1973, en Córdoba. Su vicepresidente Gabriel Alomar pronunció un encendido discurso en el que llegó a justificar que lo mejor era mantener la Mezquita tal y como estaba sobre todo por lo que podría suponer para “las generaciones futuras” de cometer un “error” de tales dimensiones. El Gobierno de un Franco ya agonizante aceptó y finalmente descartó el proyecto.

Pero el que nunca lo olvidó fue Rafael de la Hoz. El arquitecto cordobés (autor, entre otros edificios, del hotel Los Lebreros de Sevilla o de las celosías que cierran la parte más antigua de la Mezquita de Córdoba, única intervención contemporánea en el edificio) llegó a firmar el prólogo del libro sobre la Catedral que escribió Manuel Nieto Cumplido. En este sorprendente texto (para un libro escrito por el que propició que su ambicioso proyecto no saliera adelante), De la Hoz vuelve a reivindicar su idea -en el prólogo Descubrir lo invisible en lo visible- y mantiene que “Mezquita y Catedral ilustran la gran fractura del pensamiento humano: El conflicto de la Cultura de la Razón versus la Cultura de la Intuición”. El arquitecto se refiere a la polémica que en el siglo XVI convirtió la Mezquita de Córdoba en lo que es hoy en día.

Entonces, la ciudad asistió a una enconada polémica entre el Cabildo de la Catedral y el Cabildo de la ciudad (equivalente al actual Ayuntamiento). Los sacerdotes querían construir en el centro de la Mezquita una catedral, mientras que el Cabildo de la ciudad se oponía (y con él, muchos de los vecinos de Córdoba). Finalmente, medió el rey Carlos V, que optó por darle la razón a los sacerdotes (y se llegó incluso a excomulgar a miembros de este Cabildo civil). Años después, cuando Carlos V visitó las obras en la Mezquita se arrepintió con una célebre frase que se le atribuye y que aún hoy estalla entre sus muros: “Yo no sabía lo que era esto, pues no hubiera permitido que se llegase a la antigua; porque hacéis lo que puede hacerse en otras partes, y habéis desecho lo que era singular en el mundo”.

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