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El dueño de los perros que murieron asfixiados en su coche alega no haber tenido intención de hacerles daño

Ciudad de la Justicia | ÁLEX GALLEGOS

Redacción Cordópolis

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El dueño de los nueve perros que fallecieron hace dos años en Córdoba, tras sufrir un golpe de calor, después de permanecer encerrados sin agua y durante al menos 45 minutos en su vehículo, con una ventanilla ligeramente abierta y una temperatura exterior de 43 grados, que era muy superior en el interior, ha alegado este jueves, al ser juzgado por ello, que en aquel momento no se le ocurrió pensar que pudiera ocurrir algo así y que, desde luego, no tuvo intención de hacer daño a sus perros.

Así lo ha asegurado, en el Juzgado de lo Penal número 2 de Córdoba, a preguntas de su abogada y también de la fiscal y de los letrados de las dos acusaciones particulares personadas en este caso, la Federación de Asociaciones Protectoras de Animales, que ha definido como “horno de los horrores” el vehículo donde directamente murieron cinco de los canes, y la protectora de animales El Árca de Noé, que ha cuidado desde entonces a la perra llama Cloe, la única superviviente, después de que otros cuatro perros, que fueron trasladados junto a ella a una clínica veterinaria, tuvieran que ser sacrificados.

Ninguno de estos hechos han sido puestos en duda durante la vista oral del juicio, que ha quedado visto para sentencia, pues el acusado, al que la fiscal considera autor de un delito continuado de maltrato animal y al que las acusaciones particulares culpan de cometer nueve delitos de maltrato animal con resultado de muerte, ha reconocido que aparcó su coche en la tarde del 17 de agosto de 2017 en la entonces Avenida Conde de Vallellano, hoy Avenida del Flamenco, dejando a los perros en el interior del vehículo con una ventanilla ligéramente abierta durante al menos “tres cuartos de hora”, mientras acudía a una cita de trabajo, para ofrecer un presupuesto para pintar una fachada.

Ello ha sido corroborado por los testigos que han prestado declaración, aunque con diferentes apreciaciones sobre el tiempo que pudieron permanecer los perros encerrados en el vehículo, llegando a situarlo en dos horas, también sobre el grado de apertura de la ventanilla, entre completamente cerrada y un poco abierta, y sobre si el vehículo, tipo ranchera, estaba al sol o a la sombra, coincidiendo todos, incluido un policía nacional que llegó al lugar alertado por uno de los testigos e intentó abrir la ventanilla, que acabó rompiendo, en que varios de los perros ya habían muerto cuando el propio dueño volvió y abrió el vehículo.

Así, el agente ha confirmado, al igual que los testigos, que alguno de los animales muertos ya presentaba rigidez y que el dueño, junto con los testigos, se aprestó a mojar con agua aportada por un vecino a los perros que aún estaban vivos, aún poniendo en duda el acusado que la forma en que se mojó a los perros fuese la adecuada, si bien el veterinario que atendió a los cinco perros que no murieron en el interior del vehículo ha confirmado en su declaración que, ante el golpe de calor que habían sufrido los animales, mojarles en la forma que se hizo era adecuada, junto a otras medidas.

Esas fueron las que, precisamente, aplicó luego el veterinario en su clínica a dos de los cinco perros que le llevaron, pues a tres tuvo que practicarles la eutanasia directamente, para evitarles sufrimiento, al no haber posibilidad alguna de salvarlos, lo cuál sí intentó y logró con la mencionada perra Cloe y con otro can que, al no responder al tratamiento, finalmente tuvo que sacrificar. El veterinario ha confirmado que el dueño de los perros, al día siguiente de los hechos (el anterior había permanedido detenido) le abonó la factura por haber atentido a sus perros, que contaban con chip y cartilla.

La cuestión de sí el acusado era consciente o no del riesgo de muerte en que puso a sus perros al dejarlos encerrados en su coche en las circunstancias descritas, de si es un profesional en la cría y adiestramiento de canes o un amante de los perros que ocasionalmente prestaba tales servicios, han sido argumentos que también han centrado buena parte de las preguntas que han formulado en el juicio fiscal, acusaciones y defensa y que han servido de argumento, en un sentido y en otro, al exponer las partes sus respectivas conclusiones finales.

Así, la fiscal ha elevado a definitiva su calificación provisional y ha reiterado su petición de dos años de prisión para el acusado por la comisión de un delito continuado de maltrato animal, y a tres años de inhabilitación especial para el ejercicio de profesión, oficio o comercio que tenga relación con los animales y para la tenencia de animales.

Por su parte las acusaciones particulares han mantenido también sus peticiones iniciales de pena, de entre 12 y 14 meses de prisión por cada uno de los nueve delitos de maltrato animal con resultado de muerte que imputan al dueño de los perros y que quieren que se computen de forma individualizada, para que se le condene al máximo que contempla la Ley, pidiendo también su inhabilitación y, en el caso de El Arca de Noé, que pierda la propiedad de la perra Cloe y ésta pueda ser adoptada por otras personas.

Por su parte, la defensa ha pedido la libre absolución para su cliente al dar por hecho de que no tuvo intención de hacer daño a los perros, argumentando que sí pudo cometer una “negligencia” al no preveer las consecuencias de su acción, pero lo cierto, según ha subrayado, es que “el delito de maltrato animal exige dolo”, es decir, la “intención inequívoca de causar daño”, y este no es el caso, pues lo ocurrido ha sido “un descuido imprudente”, pero “sin intención”.

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