Concejales a la carrera
El Pleno estrenó un cronómetro para regular las intervenciones y que las sesiones no se eternicen; hubo éxito: el Pleno acabó al mediodía
Nadie confiaba en el éxito del cronómetro, pero al final lo tuvo. El primer Pleno de la era del cronómetro duró mucho menos de lo previsto. A pesar de que los grupos municipales habían pedido bocadillos, la sesión acabó a las 15.00 y los concejales, por vez primera en este mandato, pudieron almorzar en sus casas en un día de Pleno. El cronómetro funcionó, sí, pero también y cosa que extrañó a muchos, que los concejales respetasen al propio reloj.
El sistema, cuanto menos, era curioso. Los portavoces disponían de seis minutos para defender sus posturas en una primera intervención. Mientras hablaban, miraban de reojo una enorme pantalla de televisión colocada al fondo del salón de plenos en el que veían cómo iban cayendo los minutos. Cuando se aproximaba su tiempo, comenzaban a acelerar. El presidente, Luis Martín, era inmisericorde con los tiempos y en cuanto se cumplía el tiempo tomaba la palabra para retirársela al que la tenía. Si éste seguía hablando, le daba al botoncito y le cortaba el micrófono. Algún que otro concejal siguió hablando, ya a grito pelado, pero ante la dificultad de ser oído por el público acabó cediendo.
Sin embargo, el verdadero éxito del cronómetro se medirá en los plenos en los que haya un gran número de mociones sin consensuar y mucha parte dispositiva. Ayer, la gran moción, la del aborto, fue debatida durante dos horas. Antes de los concejales hablaron hasta seis personas del público, que solicitaron el turno de palabra (cinco minutos por cada uno de ellos). Posteriormente, fueron dos las mociones que se debatieron y que encima no contaron con turno de réplica. Una de dos, o los concejales ayer querían demostrar el éxito del cronómetro y llegar a almorzar a sus casas, o algo está cambiando en Capitulares.
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