“Que la canción de ‘lucha’ sea necesaria depende de la sociedad”
Hernán Gómez es uno de los miembros más veteranos de Quilapayún, banda que impulsó la ‘Nueva Canción Chilena’ y que llega este sábado a la Axerquía celebrando su medio siglo
Ponchos de castilla negros, instrumentos tradicionales como la quena o el charango, voces en conjunto y letras de compromiso. Cinco décadas después la banda mantiene cada uno de sus sellos y un mismo mensaje. Unos rasgos y un discurso que tienen su germen en 1965, cuando Julio Numhauser (autor de la emocionante “Todo cambia”), Julio Carrasco y Eduardo Carrasco (único fundador del grupo que continúa en éste) crearon la formación. Quilapayún, palabra compuesta de origen mapuche, sigue en pie tras superar las fronteras de los años, como cruzó y cruza las geográficas. Y sigue en su lucha, que siempre fue y será con la palabra.
El grupo es uno de los impulsores y grandes emblemas de la Nueva Canción Chilena, movimiento que comenzara a dibujar, de algún modo, Violeta Parra. Lo suyo no es música sin más, sino una poderosa arma a favor de la clase obrera, de la ciudadanía y de la libertad. Sus principios estuvieron ligados a la Unidad Popular de Salvador Allende y de ellos participó Víctor Jara. Unos principios que obligaron a sus miembros a vivir en el exilio cuando Pinochet incendió Chile (el Golpe les sorprendió en Francia) y que depararon himnos como “El pueblo unido jamás será vencido”… Ese largo trayecto lo recorrió desde 1968 Hernán Gómez, que es voz de la banda antes de su actuación este sábado en el Festival Internacional de la Guitarra. El teatro de la Axerquía aguarda sereno la llegada de Quilapayún, que aterriza con la continuación de la conmemoración de su 50 aniversario.
PREGUNTA. Medio siglo después, Quilapayún sigue presente. ¿Cambió la lucha?
RESPUESTA. Nosotros tenemos una trayectoria de 50 años y hemos tenido momentos más álgidos y otros más calmos. Pero nuestra lucha sigue. Los años que estuvimos en el exilio (en Francia) perseguimos que regresara la democracia a Chile y sucedió. La democracia es el mejor sistema posible, pero todavía hay mucha injusticia y siguen algunos problemas en nuestro país.
P. Entonces, ¿venció el pueblo o todavía resta batalla?
R. Eso es algo que cada pueblo tiene que saber. Nosotros deseamos y respetamos la decisión ciudadana, que es lo fundamental. Que tengamos libertad para expresarnos es lo importante. Nosotros somos artistas y lo que tenemos que hacer es ayudar a que la ciudadanía decida por sí misma. Nuestra preocupación es la estética, la creación… Por mucho que tú hagas, es la ciudadanía la que decide.
P. Si le pregunto por Salvador Allende y por Augusto Pinochet, ¿qué me contesta?
R. Salvador Allende fue un hombre de estado muy importante, no sólo para Chile. También fue un amigo para nosotros, que nos otorgó representatividad y nos hizo embajadores culturales. Pinochet… ¿Qué puedo decir de él que ya no se sepa? Ojalá la historia de Chile lo olvidé rápidamente. Desgraciadamente hay rastros todavía en la sociedad chilena, pero también forma parte de nuestra trayectoria, porque nos impulsó a crear y continuar en la lucha por la democracia.
P. Hace unos días se encontró culpable al asesinato de Víctor Jara, que fue parte importante de Quilapayún en sus inicios. ¿Qué significa su nombre?
R. El pueblo chileno de esa época, el que más o el que menos, lo guarda como un ejemplo, porque fue uno de los tantos cantores que hubo en Chile de carácter popular. Por eso lo asesinaron. En lo más íntimo, para nosotros como conjunto, formó parte de nuestros primeros años, nos dirigió y nos inculcó una cierta manera y una estética que sigue hoy en día. Para esa época, hablo de 1967 y 1968, la suya era una manera muy austera, con importancia a la expresividad y al micrófono. Era un tipo adorable, muy tolerante y muy cooperativo.
P. Si regresamos al Chile del 73, a ustedes, no sé si por fortuna o por desgracia (por aquello de vivirlo de lejos), el Golpe les cogió en Francia. ¿Cómo lo vivieron?
R. Por fortuna, porque si no habríamos pasado un mal rato. Estábamos en una entrevista en L´Humanité y llegó un periodista con el télex (teletipo), que era lo que se utilizaba entonces, que nos anunciaba el Golpe de Estado, la muerte de Allende, el bombardeo a La Moneda (palacio presidencial chileno), el encarcelamiento de Ángel Parra (cantautor, hijo de Violeta Parra y sobrino de Nicanor Parra). Y después el asesinato de Víctor (Jara)… Fue muy duro.
P. Días después, el 15 de septiembre, fueron el primer grupo chileno en actuar en el Teatro Olympia de París. Debió resultar complicado.
R. Era difícil para comprimir la emoción, porque además estaba lleno. Fue un concierto que se convirtió en un acto de resistencia. Era un concierto que estaba en la gira con antelación, pero que las circunstancias quisieron que coincidiera con el Golpe.
P. Dejados atrás aquellos años oscuros, no sólo en Chile, y llegados a la actualidad… ¿Es aún necesaria la canción de contenido social o protesta?
R. La sociedad ha evolucionado. El Chile de hoy no tiene nada que ver con el de antes, igual que en Europa, tanto positiva como negativamente. Es una moneda de dos caras. Que la canción de lucha sea necesaria depende de la sociedad misma. Para dar ejemplo concreto, hace años en Chile había un movimiento estudiantil muy amplio, muy estructurado, muy organizado que luchaba por salvaguardar a la Universidad, por mejorarla, y nos pedía que actuáramos en sus actos. Si lo hacemos es porque tenemos una notoriedad, por decirlo de alguna forma, y un repertorio que va con ello. Pero va con la sociedad.
P. Cuestionado de otro modo, ahora que existen otros gustos e intereses tan distintos, ¿es posible mantener entre la gente el espíritu de la canción protesta?
R. No podría responder. Sería más una respuesta sociológica. (Ríe). Es una relación entre el público y el artista, es lo más cercano que yo puedo percibir. Que nuestra actividad tenga o no repercusión depende del momento, de la sociedad, de los intereses... Es evidente que en 1974, cuando vinimos por primera vez a la Península, había unanimidad… Quizá no unanimidad, pero sí una mayoría (en la ciudadanía) que pensaba en acabar con la dictadura. Entonces grupos como Quilapayún tenían un eco mayor. Tres años después cambió la situación y tuvimos oportunidad de recorrer España. Hay quien me dice que nos recuerda y reconoce, y es verdad que hay gente que te conoce cuando caminas por la calle. Pero la sociedad y la democracia han evolucionado y todo depende.
P. Quilapayún continúa con sus ponchos negros, su estilo musical y su mensaje. Pero, ¿con qué se va a encontrar Córdoba en el Teatro de la Axerquía?
R. Córdoba se va a encontrar con los ponchos. (Bromea). Con un Quilapayún con elementos nuevos… La base somos los viejos, los que comenzamos, pero están nuestro hijos, que han vivido nuestros derroteros y han querido prolongar este grupo. No es porque sean nuestros hijos, es que tienen una gran calidad musical. Se va a encontrar con canciones de los primeros años, pero también más nuevas, y sobre todo con la “Cantata de Santa María de Iqueque”, que es un himno para nosotros.
P. Y después de Córdoba, y tras el circuito por España y la gira global de este año, ¿a Quilapayún le queda todavía cuerda?
R. (Ríe). Nos gustaría poder seguir adelante, pero eso no depende de nosotros. Si el Cielo nos da salud, podríamos seguir. Todo tiene un límite. En Chile hay jóvenes artistas que siguen una misma senda sin hacer lo mismo. Del movimiento que surgió en los años sesenta (del siglo XX, la Nueva Canción Chilena) existe continuidad, pero hay una renovación, que es normal. Hay una evolución de la sociedad y de los artistas. Sería demasiado aventurado decir cuánto queda. La idea sería no eternizarse.
P. Sin embargo, hay canciones, y con ellas sus mensajes, que pasaron a ser eternas. O al menos largamente perdurables en el tiempo…
R. Me halaga. (Se detiene). Ha sido importante, porque vivimos un exilio que fue muy largo, durante el cual nuestra principal preocupación era cantar por la libertad de Chile y por encontrar la solidaridad en ese sentido. Y finalmente volvió. No es un sistema perfecto, pero volvió. De manera contradictoria, el exilio fue el período más fructífero para nosotros, en el que más cantamos y más creamos. El principal destino, como es lógico, era Francia, pero después se encontraba España. Para nosotros era importante hacer una gira digna de ese nombre.
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