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La alabanza que se eleva al cielo

Procesión de la Virgen del Tránsito | TONI BLANCO

José Prieto

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A mi abuela María

Hay que imitar a María Santísima para merecer la gloria. Hay que acercarse a su vida para conocer el camino cierto. Y hay que actuar con su fe para que la nuestra sea del todo auténtica. Su vida hizo de Ella verdadera alabanza a Dios desde el “Hágase” de Nazaret y, por tanto, su vida debe hacerse presente en la nuestra todos los días del año y muy especialmente en los que celebramos a la Virgen por alguno de sus méritos o merecidos privilegios concedidos por el Padre. Este 15 de agosto no fue mérito sino consecuencia de los muchos que acumuló en su existencia terrena su Asunción a los cielos. Y en Córdoba hay un pequeño barrio donde, con la misma humildad y, por qué no decirlo sin complejos, escasos recursos, que rodearon a la Virgen siempre, celebran humildemente, pero orgullosos del tesoro que custodian, el Tránsito de María.

Es el Alcázar Viejo, también barrio de San Basilio, la casa en la que la devoción a la Virgen de la Dormición se conserva desde hace siglos y, sin ser la suya una hermandad boyante, con tan solo 180 hermanos, mantiene con dignidad la tradición cada 15 de agosto de llevar a Santa María en procesión para celebrar su Asunción al cielo en cuerpo y alma, como es Dogma de fe. Los que quieren a la Virgen, y en concreto a esta sagrada imagen que procesiona en una urna dorada, no faltan a la cita en el caluroso verano cordobés. Unos llevan peticiones, otros agradecimientos, otros solo sus recuerdos alegres o tristes pero todos llevan algo que ofrecerle a la Virgen, que los hace volver a sus casas con más de lo que acudieron. Porque haberla visto a Ella y acompañarla da mucho al que lo hace.

La procesión empezaba a las ocho de la tarde con más fieles esperando en la plaza de la iglesia de San Basilio que el año pasado. En el cortejo iban representaciones de hermandades de gloria y penitencia, hermanos con velas y hermanas con mantilla. Sonaba para la Virgen del Tránsito la marcha Como Tú, ninguna, un año más por la banda de música Tubamirum de Cañete de las Torres. El destino era la Mezquita Catedral y hasta este templo se encaminó la hermandad con su Virgen, que antes de subir al cielo a la presencia de la Santísima Trinidad, visita a su Hijo para adorarlo hecho Pan en el primer templo cordobés. ¿Qué mejor destino para una Madre que ir a su propio Hijo, que es su carne y es su sangre? Para ello iba vestida con lo mejor que tiene, saya y manto color marfil con antiguos bordados en oro y una mantilla de tul cubriéndole el pelo.

El paso de la Virgen presentaba algunas mejoras que se irán concluyendo en años próximos hasta estar completamente restaurado y dorado. En esta ocasión eran nuevas las bases de las tulipas que rodean la urna. Exornando a María iban los tradicionales nardos y también lisianthus rosas. Conforme avanzaba en su camino se iban uniendo más personas en torno a la sagrada imagen, aunque desde el principio se pudo ver a más gente que otras veces, a lo que ayudó que tampoco hizo excesivo calor como otros años. Por la mañana se había celebrado la Función Principal en la parroquia de Nuestra Señora de la Paz y los días previos el triduo en el que la Virgen estrenó un manto de brocado rojo.

El paso de María Santísima cruzó el Arco de Caballerizas con Virgen de la Estrella y siguió con Virgen de los Negritos entre los naranjos que la escoltaron hasta pasado el Seminario y ante la monumentalidad del Alcázar de los Reyes Cristianos. Se adentró en Torrijos y allí sonó Pasa la Virgen Macarena mientras desde las gradas que rodean la Mezquita Catedral decenas de personas hacían fotografías y veían a la Virgen a su altura, más cerca que desde el suelo. Antonio Jurado y sus auxiliares guiaban a los los costaleros que mecían con ternura y suavidad a la imagen, a la que ya miraba la luna cuando se acercaba a la Puerta del Perdón. Paró bajo ésta el paso y se acercó hasta el Hijo que la esperaba dentro del templo con “Corpus Christi” mientras la rodeaba una multitud de personas.

El Patio de los Naranjos se rindió a los pies de Nuestra Señora, que entró al bosque de columnas de la antigua mezquita a escasos minutos de que el reloj marcara las nueve y media de la noche. Sus hermanos adoraron a Jesús Sacramentado y, tras hacerlo, emprendieron el camino de regreso a su sede canónica. Pero esta vez no fue como los últimos años. La hermandad salió por la Puerta de Santa Catalina a Magistral González Francés y Corregidor Luis de la Cerda pero no llegó hasta la Puerta del Puente, lo que se había convertido en uno de los puntos más bellos del recorrido después de la Mezquita Catedral. La negativa del Ayuntamiento a retirar para la procesión dos macetones que hay en este lugar desde el año pasado como medida de seguridad hizo que la Virgen no pudiera pasar bajo el dintel de esta puerta con origen en el siglo XVI y que, por tanto, volviera de nuevo por Amador de los Ríos sin pasar junto al río Guadalquivir como se había hecho ya habitual.

Y así llegó Nuestra Señora del Tránsito de nuevo a su barrio, donde es la “Virgen de Acá”, la que hace de este rincón tan bello de la ciudad también Patrimonio de la Humanidad el centro de interés cada 15 de agosto. Volvió a cruzar el Arco de Caballerizas por el que pocas horas antes había dejado el Alcázar Viejo, ahora iluminada solo por la luz de las velas de sus candelabros arbóreos y la hilera de faroles de las calles que le marcaban el camino. Cantarían exultantes los ángeles en el cielo, la recibirían allí quienes ya duermen el sueño eterno y ahora ven cara a cara a la Virgen del Tránsito después de una vida entera rezándole en su barrio de patios y flores. Gloria a María Santísima, que es en sí misma una alabanza a Dios. Que Ella, asunta en cuerpo y alma, siga rogando por nosotros.

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