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Sobre este blog

Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

Jóvenes

Jóvenes con móviles de MaryMarkevich en Freepik, blog de la Dra. Berezo y fotos de Byrdie

Ana Fernández

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Las noticias pueden querer decir muchas cosas y hay algunas que despliegan un bufé para la interpretación. Es el caso de las recientes informaciones sobre la fiebre por mantenerse jóvenes y el horror al envejecimiento que, según las cifras de negocio, mueve a miles de integrantes de la generación Z. De repente, o quizás nuevamente vuelven a contarnos que lxs mocitxs del siglo XXI invierten centenares de euros suyos y/o de sus familias en tratamientos estéticos (bótox, hilos tensores, remodelación corporal, etc.) con el objetivo de verse y mostrarse Forever Young, y en armonía con un canon de belleza que debe facilitar el éxito y, supuestamente, eliminar problemas de todo tipo en una sociedad que prima lo bello, lo sano, lo millonario, lo aplaudido, lo tiktockable, lo ególatra…

De hecho, no sé de qué nos extrañamos respecto a la juventud que ardientemente desea prolongar su ídem si gente de más de 40 años, de 50 y más se inyecta bótox como quien va a cortarse el pelo porque se ha convertido en necesidad; y si junto a quienes han tenido la sabiduría, las oportunidades, el esfuerzo personal y la genética de estar maravillosamente en la edad de lucir cabellos grises, hay quienes, por desgracia, ejemplifican las precariedades, incluida la soledad, que pueden acompañar a cumplir más de seis o siete décadas.

¿Hay algún recado inconsciente en este culto a la juventud artificialmente prolongada? ¿Se estará gestando un ambiente propicio para segregar a quienes pueden comprar juventud de quienes envejecen al natural, tal y como los años, su organismo y sus condiciones de vida dictan? ¿Quién sabe?

No obstante, para empezar, en lo inmediato, parece que hay que estirar al máximo la etapa juvenil, y no solo por el regocijo y el placer de ser y estar jóvenes, sino porque generaciones como la Y y la Z quizás hayan intuido que, dado el injusto retraso con el que acceden a los buenos trabajos y a los buenos sueldos, vivienda, etc. (si al fin llegan, claro), más valdrá seguir jóvenes todos los años que la mente y el cuerpo les pidan, porque esperar y acaso desesperar hasta alcanzar lo suyo mientras se pierde la lozanía es un asco y no están dispuestxs a ello.

Por otra parte, tal es la demanda de intervenciones estéticas, que el Estado y las administraciones con competencias a lo mejor ya están tardando en ponerse de acuerdo para reforzar la información sobre unos servicios que, cuando caen en manos de personas sin ética ni escrúpulos, hemos visto que pueden acabar en los juzgados o con tratamientos pagados a crédito en chiringuitos que cierran sin avisar.

Increméntense, por tanto, la exigencia de información rigurosa, veraz y comprensible y, sobre todo, la inspección y los controles más eficaces acordados con los colegios profesionales.

La juventud es la nueva riqueza. Diría que sí. Pero que nadie olvide que la vida es más, infinitamente más, de lo que nos ocurre iuvenes dum sumus (mientras somos jóvenes).

Nota: Las menciones a marcas y productos no llevan aparejada ninguna contraprestación

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Crecí en los 70 bajo la influencia de la Señorita Pepis, un set de maquillaje para niñas del que arranca un amor interminable por el rojo de labios y el khol enmarcando la mirada. Las tendencias y la moda, la cosmética y el sublime arte del perfume me interesan con una pasión que solamente los adictos sabemos reconocer. Y sí, somos cientos de miles de personas -por cierto, muy distintas en edad y características sociales- para quienes la moda es una motivación, un bálsamo, un acicate, un exquisito pasatiempo. Ahora que Internet y las redes sociales han incendiado el mundo con la revolución fashionista, por qué no echar más leña al fuego desde las páginas de CORDÓPOLIS.

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