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Dos Españas y un 'spoiler'

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Paco Merino

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Dice Enric González que cuando en Nueva York son las tres de la tarde, en Europa son las nueve de diez años antes. Si esto es así, en Sevilla esta semana serán las cinco de cincuenta atrás o, directamente, no hay hora. Un lugar donde el sentimiento de pertenencia desclasa, desintoxicado de la política y lleno de farándula: la de cada uno, en una borrachera sentimental y colectiva donde hasta los más snobs cumplen el pacto social de la corbata y los volantes, una especie de uniforme festivo inigualable. La cumbre del igualitarismo: una feria.

En las casetas se celebran comuniones de manzanilla y adobo, y allí la gente adobándose sus miserias con manzanilla, pidiendo créditos para invitar en una involución del bizum: la soga al cuello para el tieso. A las tres horas de llegar a la feria tenía 10 euros más –un porcentaje elevadísimo del presupuesto– y una foto con mi hermana, explicando lo segundo lo primero.

En la cola de la barca vikinga nos encontramos un fenómeno social muy de actualidad: el grupo de amigos voxtantes, chavales jóvenes que disfrutan de su partido con argumentario de meme y de los que hay que reconocer su sentido del humor: empezaron a cantar vox-vox-vox al son del lo-lo-lo y se montaron una rave break-beat en un momento. Guapísimo.

A los pies de Daoiz y Velarde –los capitanes del 1808, no los leones del Congreso– se celebran las fiestas del 2 de mayo en Madrid, que consisten en un el-que-no-esté-colocado-que-se-coloque de Tierno 2.0 y alguna batukada por la mañana, donde la juventud de Carmena celebra que no puede ser multada, por un día, por las calles de Malasaña. En las manos, como pulpos, latas verdes y canutos que colocan una risa tontorrona en los chavales mientras se spoilean con Juego de Tronos, sudando aguarrás con enrevesadísimas teorías.

Hoy en día, tener un spoiler en la mano es poco menos que una granada sin argolla, y yo ya no sé si es por no descafeinarse uno la serie o porque somos unos yonkis de la sorpresa en una sociedad previsible: la muerte de Chanquete era el reclamo publicitario del propio capítulo. Lo que no se esperaba es la canción del barco, donde no cabía el destripe. Ya no cabe la sugerencia en una sociedad demasiado explícita.

Allí me picó lo de las encuestas y me puse un poco Tezanos, junto al Starter, un influencer al servicio político de Íñigo Errejón, capaz de destripar a las siete de la mañana el sistema filósofico de Gustavo Bueno, cantar por tangos y sacar un libro en septiembre. Le preguntamos a la gente que si Ortega Lara u Otegui: todos votaron Otegui.

En la cola de los taxis de la feria usábamos spoilers inventados para colarnos. La masa se tapaba los oídos con un ñiñiñi de autocontaminación acústica. Preferían una noticia menos trágica, como la muerte de su prima. Una chica fue a quejarse al novio y ya no sabía si decirle que era un terrorista parado, para quitarle hierro al asunto.

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