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Sobre este blog

Nací en Córdoba en 1974, último año de la dictadura militar. Crecí en el Parque Cruz Conde, un barrio humilde con un gran movimiento vecinal. Mi familia provenía de la provincia, emigraron a la ciudad y empezaron sus caminos desde las portátiles y desde el recién estrenado barrio del Sector Sur. Muchos terminaron emigrando a Suiza.

Me fue bien en los estudios cuando encontré mi camino, antes me aburría en una escuela tediosa y sin sentido para mi. Me licencié en Historia del Arte en la Universidad de Salamanca y vengo desarrollando mi trabajo como profesor titular de Historia del Arte en la Universidad de Córdoba. Investigo sobre arquitectura y urbanismo dentro de su dimensión histórica y social, con una mirada atenta a los procesos postcoloniales, al exilio republicano, a la arquitectura social y rural y a la vivienda cooperativa entre otros intereses. He tenido la oportunidad de trabajar en universidades como las de La Habana, Montevideo, Cornell (Nueva York) o la de Buenos Aires. Dirigí las políticas culturales de la Universidad de Córdoba durante cuatro años, una experiencia difícil para mi.

Cuando regresé a Córdoba tras licenciarme en Salamanca, me vinculé a diversos movimientos sociales como MAIZCA y especialmente a Córdoba Solidaria, coordinadora de movimientos sociales y ONG’d de la ciudad. Posteriormente estuve muy implicado en el Centro Social Ocupado Pabellón Sur.

Escribo para canalizar mis sentimientos de justicia social y democracia en el ámbito de la ciudad en la que aspiro a desarrollar mi proyecto vital. Soy lo que soy gracias a mis amig@s. Echo de menos a David Luque y a la Carmen López, la ciudad era otra con ellas.

¿Lo que más me gusta hacer? jugar en el parque con mi hijo y sus amigos.

Estoy perdido, y por eso escribo.

 

Mi voto

Bolardo pintado por una niña en el paseo de la ribera en 2017, calificado por José María Bellido como "manchas impresentables".

Pablo Rabasco

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Esta mañana me he despertado con una extraña sensación. Tiene que ver con participar en esto que llamamos democracia y que, en fin, no es lo que me gustaría que fuera. Quizás sería más coherente un proceso de implicación ciudadana y no a un acto aislado que se produce cada cuatro años, pero bueno, es lo que tenemos. Se acercan las elecciones y echo la vista atrás, también hacia el futuro. ¿Cómo han sido estos últimos años? ¿Cómo me gustaría que fuera mi ciudad en los próximos? ¿Cómo es la vida de mis vecinas y amigos?...

De las pocas cosas que creo haber aprendido es que mi voto no es solo mi voto. Que no voy el domingo 28 a votar por mis intereses, sino por aquello que creo que pueda mejorar la vida de mis vecinas, de la gente que conforma esta ciudad maravillosa que entre todas construimos. No voto por lo mío, porque la democracia no tendría que ser solo una expresión de intereses particulares, manipulables, excesivos, egoístas, impulsivos, lícitos en todo caso. Si solo pienso en lo mío a la hora de votar me aferro a la idea de que esto no tiene que ver con mi ciudad, con mi barrio, sino con mis entrañas. Mis proyectos vitales trato de defenderlos en el día a día, pero ahora toca pensar desde otra perspectiva. Hay que subirse a una azotea y mirar con un poquito de generosidad.

Desde ahí me atrevo a expresar a quien no quiero votar.

No quiero votar a los negacionistas del cambio climático en una ciudad extremadamente frágil y condicionada por veranos largos y extenuantes que afectan a la vida de casi todas nosotras. Afecta a nuestro estado de ánimo, a los trabajos y especialmente a la vida cotidiana de niños/as y mayores.

No voy a votar a los románticos del patriarcado. Los preocupados por la pérdida de privilegios por su condición de hombres. No votaré a los que cuestionan, ridiculizan o criminalizan el feminismo. No votaré a los que creen que solo hay una forma de amar.

No votaré a los que creen que en nuestra ciudad viven personas ilegales por el color de su piel, formas de expresarse, de ganarse la vida, de estar en el mundo.

No votaré por los que están subastando nuestro sistema público. Un sistema construido durante casi cincuenta años por todas nosotras, basado en el principio de que todas tengamos las mismas oportunidades, siendo conscientes de que en nuestra ciudad tenemos barrios entre los más empobrecidos de Europa. No votaré a los que externalizan la ayuda a las familias con dificultades, a los que mercadean con los cuidados de mis vecinas/os. No votaré a los que no han pisado en su vida un ambulatorio de barrio.

Me gustaría votar a mucha gente, colectivos, asociaciones, cooperativas que hacen política día a día en esta ciudad pero que no se presentan a las elecciones. Hacen política. Política limpia.

Me gustaría votar a las vecinas de San Agustín que están demostrando en el centro vecinal Luciana Centeno que la autogestión de espacios genera cultura de barrio y alegría. A las personas que forman parte del Centro social Rey Heredia y el Juan XXIII. Votaría a los vecinos de la Fuensanta que llevan años organizándose para recuperar la dignidad de sus espacios comunitarios. A los que luchan para que el Colegio Lucano sea un espacio recuperado para el barrio, expresión de las necesidades y sueños de sus vecinos.

Me gustaría votar a todos las personas que mantienen el pulso por los cuidados y la salud comunitaria integral de todas nosotras. Votaría a Córdoba Solidaria, que el pasado año cumplió 30 años luchando por una ciudad más humanizada y crítica. Votaría a las redes de AMPAS que viven en su día a día el desmantelamiento de nuestros colegios públicos. Que luchan por mantener la dignidad necesaria para que cada niña/o que viva en nuestra ciudad tenga las mismas oportunidades educativas, sea cual sea la situación de su entorno familiar y sus propias dificultades. Votaría a las cooperativas, empresas, comercios de cercanía que creen en la dignidad de los trabajadores y en el desarrollo sostenible de nuestra ciudad. Votaría a los vecinos que dedican su tiempo a mejorar nuestros barrios, desde el deporte base, las asociaciones de vecinos, de mujeres, juveniles, de mayores...

Votaría al movimiento memorialista y a las compañeras de la Cátedra de Memoria Democrática de la UCO que desde distintas perspectivas luchan por el derecho a la reparación moral y la recuperación de la memoria personal y familiar de los cordobeses/as que padecieron persecución o violencia durante la guerra civil, la dictadura y la transición. Votaría a las 4000 cordobeses/as que siguen enterrados en fosas en los cementerios de San Rafael y de la Salud. A cada uno de ellos/as votaría. No siguen allí solo por negligencia. Siguen allí por la voluntad infame de que así por parte del gobierno municipal y quienes lo apoyan.

También votaré a aquellos vecinos a los que no se les permite ejercer el derecho al voto. A los que están en lo márgenes, a los que duermen en la calle.

En fin, supongo que trato de buscar algo que no existe. Lo que es seguro es que en la papeleta de mi voto del próximo 28 de mayo irá escrito el nombre de un partido de los que se presentan, pero irán también el de estas otras muchas personas, colectivos y sueños en los que creo. Votaré también a Ganemos Córdoba, aunque ya no esté. Siempre votaré a Julio Anguita.   

Sobre este blog

Nací en Córdoba en 1974, último año de la dictadura militar. Crecí en el Parque Cruz Conde, un barrio humilde con un gran movimiento vecinal. Mi familia provenía de la provincia, emigraron a la ciudad y empezaron sus caminos desde las portátiles y desde el recién estrenado barrio del Sector Sur. Muchos terminaron emigrando a Suiza.

Me fue bien en los estudios cuando encontré mi camino, antes me aburría en una escuela tediosa y sin sentido para mi. Me licencié en Historia del Arte en la Universidad de Salamanca y vengo desarrollando mi trabajo como profesor titular de Historia del Arte en la Universidad de Córdoba. Investigo sobre arquitectura y urbanismo dentro de su dimensión histórica y social, con una mirada atenta a los procesos postcoloniales, al exilio republicano, a la arquitectura social y rural y a la vivienda cooperativa entre otros intereses. He tenido la oportunidad de trabajar en universidades como las de La Habana, Montevideo, Cornell (Nueva York) o la de Buenos Aires. Dirigí las políticas culturales de la Universidad de Córdoba durante cuatro años, una experiencia difícil para mi.

Cuando regresé a Córdoba tras licenciarme en Salamanca, me vinculé a diversos movimientos sociales como MAIZCA y especialmente a Córdoba Solidaria, coordinadora de movimientos sociales y ONG’d de la ciudad. Posteriormente estuve muy implicado en el Centro Social Ocupado Pabellón Sur.

Escribo para canalizar mis sentimientos de justicia social y democracia en el ámbito de la ciudad en la que aspiro a desarrollar mi proyecto vital. Soy lo que soy gracias a mis amig@s. Echo de menos a David Luque y a la Carmen López, la ciudad era otra con ellas.

¿Lo que más me gusta hacer? jugar en el parque con mi hijo y sus amigos.

Estoy perdido, y por eso escribo.

 

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