Culto al cargo: La religión del siglo XX
Durante la II Guerra Mundial, las Fuerzas Armadas de EEUU llegaron a varias islas hasta entonces desconocidas. Sus habitantes los recibieron como a dioses y no han dejado de rendirles culto desde entonces
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Parece tradición occidental llegar a pequeñas islas paradisíacas, aisladas y desconocidas para convencer a sus nativos habitantes de las bondades y ventajas de ese mundo tan extraño y distante para ellos. Algo así parece que ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, cuando la contienda llegó al Pacífico y las fuerzas armadas estadounidenses comenzaron a pulular por algunas islas hasta entonces desconocidas del archipiélago de VanuatuVanuatu.
Hasta ese momento, los indígenas que habitaban esos territorios rendían culto a sus antepasados, esperando que esos antiguos considerados dioses volvieran para devolver la riqueza otrora conocida. Trabajaban y sobrevivían como podían con los pocos recursos que la isla les ofrecía. Pero de pronto empezaron a escuchar sonidos atronadores en el cielo. Pájaros de hierro que sobrevolaban sus cabezas y monstruos marinos que poco a poco se acercaban a la costa.
¿Eran los dioses que tanto esperaban?
De pronto, empezaron a llegar hombres blancos a la isla, con extraños aparatos al hombro y ‘cargados’ con riquezas totalmente desconocidas y misteriosas para ellos. Tenían tabaco, café, leche, chocolate, jabón, latas de conservas, ropajes lujosos, botas… Los nativos estaban tan sorprendidos que empezaron a rendir culto a aquellos extraños seres que habían aparecido de la nada en extraños monstruos marinos y aéreos.
Estaban perplejos. ¿Por qué ellos que llevaban siglos trabajando con dureza no habían conseguido ni acercarse a la riqueza de esos extraños seres? Empezaron a emularles y a celebrar ceremonias en su honor. Con ramas y maderas construyeron aviones a semejanza de los que habían traído a su tierra a los americanos. Estos mesías blancos no hacían nada, se limitaban a escribir en papeles y a los pocos días recibían cargamentos desde el cielo con multitud de productos. ¿Por qué sus dioses les regalaban tales presentes?
John Frum en Tanna
John Frum en Tanna
Parece ser que en la pequeña isla de Tannaisla de Tanna, en Vanuatu, desembarcaron miembros de las Fuerzas Armadas de EEUU y entre ellos un tal John Frum. No es que se llamara así, sino que probablemente se presentó como “John from America”. Y por acortar parece que en la isla empezó a ser conocido como Frum. Cuenta una leyenda que John era un hombre de poca estatura con el pelo blanco, un tono de voz alto y usaba un abrigo con botones brillantes.
Llevó riquezas y abundancia, pero con el fin de la guerra volvió a Estados Unidos y dejó a los aborígenes entristecidos y abrumados. ¿Por qué se iban sus profetas? Los nativos comenzaron entonces a rendir culto a Frum, esperando que un día volviera a la isla cargado de provisiones, entre los que, aseguran, se incluiría un motor de 25 CV para el barco del pueblo.
Han pasado más de 55 años desde que Frum abandonara la isla, pero los habitantes de Tanna siguen rindiendo culto a este profeta blanco cada 15 de febrero. Celebran desfiles donde sacan aviones de madera, visten ropajes occidentales y usan cañas a modo de fusiles. Saben que han pasado muchos años, pero están convencidos de que volverá y les traerá todas las riquezas y provisiones que en su momento les prometió.
Al leer esta historia, se puede extraer la conclusión de que todas las religiones tienen orígenes similares. Un ser venido desde el cielo, diferente a nosotros y que posee unos conocimientos y un poder que nos sobrepasa. Ese hecho cambia todo el marco de nuestras creencias y el sentido de nuestra vida, pero un día desaparece y nos deja solos, perdidos y contrariados, esperando su vuelta y con él la salvación de toda la población. ¿A que les suena?
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