El Atlético de Madrid
En su libro “Platón en Anfield”, Serafín Sánchez –que se confiesa madridista- habla de que los atléticos lo son por una especie de “intuición emocional”. Juan Luis Cano (la mitad de “Gomaespuma”) escogió ser del Atlético porque su padre le dijo que “las cosas buenas no empalagan”. Es indiscutible que existe lo que se conoce como un “sentimiento atlético”. Repasemos someramente la historia del próximo rival del Córdoba C.F.
El Atlético empezó siendo Athletic Club Sucursal de Madrid en 1903 porque, a fin de cuentas, lo fundaron unos ingenieros vascos que añoraban al entonces club más poderoso del país. El primer padre e impulsor de la idea fue Eduardo de Acha.
Comenzó jugando en una casucha cerca del Retiro vestidos de azul y blanco, al igual que su progenitor bilbaíno, hasta que en un viaje en busca de camisetas al Reino Unido el intermediario Juan Elorduy se despistó y no encontró del Blackburn Rovers (de donde tomaron los colores) y se tuvo que conformar con las rojiblancas del club de Southampton, el principal puerto del sur de Inglaterra. Así adoptaron el mote de ‘colchoneros’, toda vez que los colchones de principios de siglo solían estar tintados de rojo y blanco.
En 1912 llega por vez primera a una final del entonces Campeonato de España que pierde ante el Athletic 4-1, y en parte debido a la dureza con la emplean los jugadores de su supuesto club hermano sus directivos apuestan firmemente por dejar de ser un filial del conjunto vasco (lo conseguiría en 1921).
Son fundadores de la Liga en 1927 y antes de la Guerra Civil, los rojiblancos bajan dos veces a Segunda (la última, al final de la 35/36, nunca llegó a ser efectiva por la conflagración). En ambos casos los dos descensos son singulares. El primero llega tras una remontada extraña del Europa al Real Unión y el segundo tras un penalti fallado por Chacho ante el Sevilla.
Tras la Guerra el Athletic, en quiebra, encuentra el respaldo del Ejército del Aire y se convierte en el Athletic Aviación, que consigue plaza en la élite tras vencer al Valencia 3-1 en Mestalla. Juegan, entrenados por Ricardo Zamora, por entonces en Vallecas al estar el mítico estadio Metropolitano en plena reconstrucción.
Surgen en esa época los conocidos como tres mosqueteros –Gabilondo, Germán y Machín- que se convierten en piezas claves para obtener los títulos de Liga del 40 y el 41. Pruden, feroz artillero, cuela treinta goles en esa 40-41.
En el 43 vuelven al Metropolitano y en el 47 adoptan su nombre actual. Un año después Marcel Domingo y Ben Barek son fichados del Stade Reims francés y ambos son claves en la increíble remontada del equipo que obró la Liga del 50 y en el cuarto título al año siguiente tras un épico empate en Sevilla.
Hasta 1960 no logra el Atlético su primera Copa, derrotando al Real Madrid y en Chamartín por 3-1 (rival contra el que repite gloria al año siguiente ganándole 3-2). En el 61 siguiente conquistan la Recopa en Stuttgart ante la Fiorentina y en el 64 Vicente Calderón –su presidente más mítico- se hace con las riendas de la entidad. Tras ganar otra Copa más, en la despedida del Metropolitano cae su quinta liga (año 65).
El 2 de octubre del 66 se inauguró el estadio donde el sábado jugará el Córdoba (los atléticos llevan a gala no hacer tenido que jugar de prestado en el hogar del eterno rival). Esos años ven pasar de rojiblanco a Jones, Adelardo, Collar, Gárate, Luis Aragonés…
La sexta de sus ligas llega en la 69/70 tras reunir a 18.000 atléticos en el partido clave en Sabadell. Al año siguiente se produce un hecho muy singular. El Valencia va líder en la última jornada, pero pierde en Sarriá; en el Calderón, Barça y Atlético saben que quien gane se lleva el título… pero empatan a uno.
En el 72 ganan la Copa y en el 73 la séptima Liga, que les permitió disputar-tras librar una auténtica batalla ante el Celtic- en el año 74 su primera final de Copa de Europa el 15 de mayo en Bruselas ante el Bayern. La historia es bien conocida: Luis Aragonés anotó en el minuto 23 de la prórroga un gol de falta que igualó Schwarzenbeck a falta de segundos para el final batiendo al cordobés Miguel Reina. En la repetición de la final un Atlético agotado sucumbió al poderío teutón por 4-0. La consolación llegó en la Copa Intercontinental, que lograron ganar tras la renuncia del Bayern al Independiente de Avellaneda merced a un tanto de Ayala.
Dos años después -76- conquistan la última Copa del Generalísimo y en el 77 se alzan con su octavo título liguero tras empatar en el campo del Real Madrid. El comienzo de los ochenta se caracteriza por el enfrentamiento entre el presidente que relevó a Calderón –el doctor Alfonso Cabeza- y los mandatarios de la Federación y árbitros, Porta y Plaza. Durante esa década logran la copa del 85 ante el Athletic (con un gran Hugo Sánchez) y llegan a la final de la Recopa del 86, donde son derrotados ante el Dinamo de Kiev.
En 1987 Jesús Gil alcanza la presidencia y trae de su mano a Futre, pero su ambicioso proyecto no da frutos hasta 1991, cuando un gol de Alfredo le da su séptima Copa. Ese año Abel logra aguantar 1275 sin encajar un gol. En la campaña siguiente vuelven a ser campeones de Copa y repiten –como en el 60- triunfo en el Bernabéu ante el Madrid (la afición colchonera añeja aún recuerda un caño de Futre a Chendo en aquel encuentro).
En 1996 Antic lideró a un grupo formidable de jugadores –Santi, Toni, Caminero, Simeone, Pantic, Kiko…- que consiguió la gesta de hacerse primero con la Copa ante el Barcelona (gol de Pantic de cabeza, la primera vez que conquistaron este torneo en un campo que no fuera del Real Madrid) y luego con la Liga. El primer doblete de su historia. Al año siguiente fue lo del penalti fallido por Esnáider (luego técnico del Córdoba) en cuartos de Champions ante el Ajax.
Tras ese periodo de felicidad llegaron unos años de zozofra para el club del Manzanares: primero la intervención del 99 y luego los dos años en su infierno de Segunda (donde recibieron en el primero de ellos a un Córdoba líder) donde se estrena su nuevo icono: Fernando Torres.
En 2008, con Quique en el banquillo y un puñado de nuevas figuras (Agüero, Forlán, Raúl García…) vuelven a Europa por la puerta grande tras eliminar en la previa de Champions al Schalke y en 2010 se hacen con la primera Europa League de la historia al vencer al Fulham (dos años después repiten gloria ante el Athletic en Bucarest).
De lo vivido el año pasado el recuerdo está muy fresco. Una doble gesta memorable protagonizada por un puñado de buenos jugadores hechos divinos por la fe de su entrenador, Simeone. Una Liga y una final de Champions que dejan bien a las claras que el discurso atlético –único e irredento por naturaleza- sigue teniendo aún cabida en un país tan tendente al bipartidismo en prácticamente todos los órdenes de la vida.
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