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Sobre este blog

Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

Recordando a Mariano Haro

Recordando a Mariano Haro.

Eduardo Moyano

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Es domingo 29 de enero de 1967 en la Casa de Campo de Madrid, y hace un frío polar. Es un frío serrano y cortante, de esos que queman; un frío muy distinto del que hace en la campiña por estos días.

Un joven de trece años, nacido en Puente Genil, está haciendo el calentamiento previo a la carrera de infantiles del campeonato nacional de campo a través. El trofeo lleva el nombre de José Antonio Elola Olaso, máximo dirigente del deporte español en aquellos años del franquismo.

Ese joven ganó hace un par de semanas el campeonato provincial, en un circuito agreste que atravesaba el amplio descampado que era entonces el actual Parque Cruz Conde, con salida y meta en el recién inaugurado instituto Séneca de bachillerato. Por haber ganado esa carrera, está hoy ese joven en la Casa de Campo de Madrid, junto a otros dos atletas que forman el equipo que representa a la provincia de Córdoba.

A lo lejos, también haciendo los ejercicios de calentamiento, divisan a Mariano Haro, su héroe, el gran icono de las carreras de campo a través en España, desde que la tele las emite en directo en blanco y negro los domingos. Se está preparando para la carrera de seniors. Haro es un ídolo para los que empezábamos a practicar el campo a través, que más tarde se llamaría cross al incorporarse, acortándolo, el término inglés cross country a nuestro vocabulario.

Entonces, sólo había en la provincia una pista de atletismo, la de la universidad laboral (hoy Campus de Rabanales). Los jóvenes aficionados practicábamos campo a través por los caminos rurales, embarrados en otoño e invierno y secos en verano. Aún no se habían popularizado los circuitos urbanos que tanto furor causarían años más tarde en forma de maratones, carreras nocturnas y medias maratones.

Tras la retirada de su gran rival Aritmendi (ganador en 1964 del Cross de las Naciones), Mariano Haro era aquellos años imbatible en las carreras de campo a través de nuestro país, ganando once veces el campeonato nacional de cross. Fuera de España, y antes de la eclosión de los atletas africanos, sólo le derrotaban los fondistas británicos (como Ron Hill) y el bigotudo belga Gaston Roelants, que solían ganarle en los metros finales gracias a su mayor zancada o por tener más punta de velocidad que nuestro Mariano Haro, de sólo 1,65 metros de estatura. Pero ahí estaba él siempre, consiguiendo cuatro veces quedar segundo en los campeonatos mundiales de cross (Cambridge, Monza, Warengen y Rabat).

Al igual que a muchos otros corredores de campo a través, las carreras en pista le gustaban menos porque le aburría eso de dar vueltas y vueltas a un circuito cerrado, decía. Pero Mariano Haro también destacó en ellas, sobre todo en la prueba de 10.000 metros, batiendo con 27’ 48’’ el récord de España en la inolvidable final de la trágica Olimpiada de Múnich 1972. Faltando dos vueltas, Haro rompió la carrera con un fuerte cambio de ritmo, y todos, con emoción contenida ante la televisión, lo veíamos ya ganador de la primera medalla olímpica del atletismo español. Pero se le escapó en los metros finales por la enorme zancada (¡ay! la maldita zancada) del largirucho finlandés Lasse Viren (que fue quien ganó) y la mayor punta de velocidad del rápido belga Emiel Puttemans y del etíope Miruts Yifter (esa punta de velocidad que a él ¡ay! le faltaba). Mariano Haro fue cuarto, y tuvimos que esperar a 1980 para ver en Moscú la primera medalla de nuestro atletismo, la de Jordi Llopart, oro en los 50 kms marcha.

El joven aquél de trece años aún conserva en su álbum de fotos la que se hizo con Mariano Haro en la Casa de Campo de Madrid, junto al resto del equipo cordobés, el 29 de enero de 1967. En un gesto de generosidad, Haro suspende el calentamiento para acercarse al grupo de jóvenes que le gritan ¡Mariano, Mariano! y hacerse una foto con ellos en esa gélida mañana de enero. “El secreto está en saber ajustar la respiración al ritmo que lleve cada uno en la carrera”, les dice.

Ese fue el consejo que seguí en las numerosas carreras de fondo en las que he participado desde entonces y hasta hace poco. Ahora, a mis setenta años, cuando la práctica del atletismo es sólo un recuerdo, evoco aquel instante mágico de la Casa de Campo, rindiendo homenaje a Mariano Haro, el atleta palentino de adopción que, por su espíritu aguerrido y valiente en las pistas y los circuitos de cross, abrió camino a muchos otros atletas españoles que alcanzarían la gloria como corredores de fondo y medio fondo (José Manuel Abascal, José Luis González, Carmen Valero, Fermín Cacho, Martín Fiz, Abel Antón…)

Descanse en paz Mariano Haro, siempre en el recuerdo de los que hemos amado las carreras de fondo, y en especial las de campo a través, donde no sólo se compite con los rivales, sino con uno mismo, venciendo la soledad y el decaimiento.

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Soy ingeniero agrónomo y sociólogo. Me gusta la literatura y la astronomía, y construyo relojes de sol. Disfruto contemplando el cielo nocturno, pero procuro tener siempre los pies en la tierra. He sido investigador del IESA-CSIC hasta mi jubilación. En mi blog, analizaré la sociedad de nuestro tiempo, mediante ensayos y tribunas de opinión. También publicaré relatos de ficción para iluminar aquellos aspectos de la realidad que las ciencias sociales no permiten captar.

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