El aire fresco
—Hola, buenos días.
—Hola.
—Le importaría decirme para qué hacen ustedes cola.
—Pues no sé muy bien, debería preguntarle a esta señora. Yo no tenía nada que hacer y me he puesto aquí detrás.
—De acuerdo, gracias de todas maneras.
—De nada.
—Disculpe, señora.
—Sí, dígame.
—¿Tiene usted idea de por qué hace cola tanta gente?
—Claro, hacemos cola para pasar por esta calle. Antes se podía caminar libremente pero ahora hay que sacar un ticket.
—¿Me está diciendo que hay que pagar por pasar por esta calle?
—Sí, pero son sólo unos céntimos.
—Ya. ¿Y por qué han empezado a cobrar?
—Pues, según ha explicado el concejal, las arcas municipales están casi vacías y han decidido costear el arreglo de la calle con la aportación de quienes pasen por aquí.
—Pero eso es una barbaridad, ¿no le parece?
—Bueno, a mi es que me viene mejor pasar por esta calle porque así tardo menos en llegar a casa. No me importa pagar.
—Y usted, caballero, por qué paga.
—Pues porque esta calle se ha quedado muy bonita y, aunque tenga que dar un rodeo para llegar al supermercado merece la pena. ¿Ha visto usted como han dejado la calle? Está preciosa, créame.
—¿Y usted?
—Yo no tengo que pagar, tengo un pase de residente. Lo único malo es que ahora tengo que esperar unos minutos para validar mi pase. Los vecinos vamos a montar una plataforma para que se habilite otra puerta que nos permita pasar sin tener que esperar la cola. A veces se hace un poco pesada.
—Pues no deberían quejarse –retoma la señora–, peor lo están pasando en el centro, donde ahora se cobra hasta un euro para caminar por el bulevar.
—¿Cómo? ¿Me está diciendo que se cobra también allí? ¿Pero en qué país vivimos? Esto ya es intolerable.
—Bueno, yo no lo veo así. La contaminación en el centro era tal que se hacía imposible pasear por allí. Han mejorado la calidad del aire con unas grandes máquinas difusoras de oxígeno. Ahora parece que va uno caminando por el monte. Podríamos decir que el aire fresco ya no es patrimonio exclusivo de la sierra.
—Disculpe, caballero. Es su turno, ¿quiere usted pasar? Está ralentizando la cola.
—Bueno, realmente, yo solo estaba preguntando...En fin, ¿cuanto cuesta?
—Son 27 céntimos la ida o 50 céntimos ida y vuelta.
—Pues déme un billete de ida.
—Aquí tiene.
—Gracias
—Las que usted me hace.
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