¿Hasta qué punto serías permeable a una mentira? De esas que te dan la razón y en la que siempre ganas. ¿Hasta qué punto sabes distinguir entre la realidad real y una realidad que te viene bien? ¿Hasta qué punto te interesa distinguirlos? ¿Encuentras diferencias entre vivir un sueño y vivir en un sueño? ¿Eres más de pastilla roja o de azul?
En algún punto del siglo XX se abrió la veda y el concepto se hizo de masas. Todo es relativo y sólo depende del observador. Si un árbol cae en mitad de un bosque y no lo oye nadie, ¿este produce algún sonido? Esta cuestión lleva tiempo volviendo majareta a los filósofos.
Si la realidad que me rodea sólo depende de mi percepción, ¿por qué voy a molestarme en intentar entenderla? ¿Incluso en lidiar con ella? ¿Podría llegar a diseñarme una y vivir dentro de ella? Si, por ejemplo, quiero ser percibido como una persona de éxito, ¿debo conseguir éxitos? O simplemente proyectarlos. Si te pones a lo primero seguramente no te va a quedar tiempo para lo segundo. Y viceversa.
Sí, somos propensos a auto vendernos la realidad que mejor nos viene y a vivir plácidamente dentro de ella. ¿Existe un mercado de realidades? Claro que sí, contínuamente se nos presentan una amplia variedad de realidades que no existen y nosotros nos llevamos la que más nos conviene. Tampoco nos afanamos demasiado en comprobar si la realidad que acabamos de comprar es de cartón piedra. Tenemos inteligencia suficiente para ello, pero no nos conviene.
Siempre que existe una realidad, real o inventada, también existe su caricatura. Aquí nos pintan esta realidad siendo nosotros conscientes de que hay un cierto grado de adulteración que nos parece simpático. “El arte imita a la vida” decía Aristóteles, para referirse a los escultores, dramaturgos, pintores y escritores que traían realidades del mundo imaginario al mundo físico. Oscar Wilde le dio la vuelta y dijo “La vida imita al arte” cuando se dio cuenta que los artistas tiraban del carro de la realidad, era más fácil inventarse una realidad y tratar que todo el mundo la siga.
Y entonces llegaron los metaversos...
Un metaverso es una realidad ficticia en la que algo real (tú) puede interactuar desde dentro. De toda la vida se ha conocido esto como videojuegos, pero dado su grado actual de sofisticación en representar la realidad ficticia, los marketinianos han decidido darle un giro de tuerca al concepto.
El caso más conocido de metaverso como tal es el de Second Life, un metaverso que nació en 2003 y que llegó a ser (y sigue siendo) de uso masivo. En él, te puedes crear un avatar e interactuar con otros “residentes”. Hay otros de éxito masivo verticalizados por temáticas como League of Legends, Roblox o el mismísimo Facebook que siguen el mismo precepto. Ahora que el estado del arte de la tecnología lo permite se están empezando a popularizar los de tres dimensiones y realidad virtual.
La tecnología y el marketing evoluciona pero el fondo sigue siendo muy sencillo, explotar una vulnerabilidad que tenemos de querer vivir una realidad ( de mentira ) que co-diseñamos, nos dibujan y en la que de alguna manera salimos ganando. Visto lo visto, éxito asegurado.
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