Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.

Vivir peligrosamente junto al Guadalquivir

Alfonso Alba

0

Cuando escribo estas líneas está a punto de repetirse en Córdoba una riada del Guadalquivir. El río lleva una altura de 5,35 metros en Alcolea y comienza, poco a poco, a meterse por el arroyo Guadalbarbo en Alcoloea. En el casco urbano de Córdoba, vemos como ha empezado a entrar en el club de piragüismo, construido, a sabiendas, en zona inundable. También anega el paseo bajo la torre de la Calahorra, donde un ganso se está haciendo famoso. En el entorno del aeropuerto, comienza a escalar poco a poco por la calle la Tórtola y entra ya en algunas parcelas, sin tocar casas. Dicen los que saben del tiempo que mañana [por hoy ya para ustedes] va a llover mucho.

Estamos a unas horas de repetir un error que se sucede siempre que llueve mucho: la inundación de viviendas construidas ilegalmente en zonas muy próximas al Guadalquivir. En febrero de 2010, cuando el río dijo aquí estoy yo, he venido a por mis escrituras, quítense de en medio que voy, este que humildemente que escribe vivió las inundaciones en primera persona. Trabajaba entonces en el Ayuntamiento de Córdoba y, de buenas a primeras, me vi al volante de un todoterreno del Ingema, hasta las cejas de lodo, metiendo y sacando parcelistas; y metiendo y sacando periodistas que iban a grabar, fotografias y escribir sobre una de nuestras grandes vergüenzas: las parcelaciones en zona inundable.

Han pasado tres años de aquella riada y no hemos aprendido nada. En febrero de 2010 vi casas a las que el agua había tapado completamente. Una vez que se retiró el río, en una de ella vi una silla clavada en un tejado de diez metros de altura. Su dueña lloraba desconsoladamente. Como ella, los propietarios de las más de 950 casas que se anegaron. Sí, 950 casas. 950. Son muchas. Demasiadas. Una barbaridad. Y casi todo lo que había dentro de esas 950 casas se había echado a perder.

Hoy, después de aquello, muchos de los damnificados han vuelto, incomprensiblemente, a sus casas. La Gerencia de Urbanismo precintó 14 viviendas y las declaró en ruina. Lo están. Pero al resto no le afectó la estructura y se siguen teniendo en pie. Sin embargo, están en zona inundable. Es decir. Probablemente mañana [hoy ya para usted] cuando esté leyendo esto algunos vecinos habrán tenido que ser desalojados. Yo no sé a ustedes pero a mí me parece escandaloso. Es incomprensible que después de haberlo perdido todo por una riada hayas decidido volver a meterte en una casa que probablemente volverá a ser afectada por la furia del Guadalquivir.

Pero lo más escandaloso es que este problema tiene solución. En 2010, el entonces gerente de Vimcorsa, Rafael Obrero, la puso sobre la mesa. Era una solución para la que había que ser muy valiente. Los propietarios de esas casas que nunca debieron construirse se marchaban a viviendas de protección oficial a cambio de firmar la demolición de su vivienda en zona inundable. La administración asumía el coste de un problema que se encargó de no controlar. Es decir, el Ayuntamiento cedía y facilitaba el acceso a un piso tras reconocer que había permitido que a mediados de los 90 le construyeran ante sus narices y ante el río Guadalquivir.

Han pasado tres años y nada se ha hecho. El problema sigue ahí, la gente sigue ahí y, ay, el río sigue ahí. Si mañana lo pierden todo en la riada, por favor, a mí no me lloren.

Etiquetas
stats