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Sobre este blog

Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

¡Es la vivienda, estúpidos!

Llaves en una vivienda de Córdoba

Alfonso Alba

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En Córdoba hay que esperar casi hasta los 40 años para poder acceder a una hipoteca para comprar una vivienda. Además, tienes que tener, al menos, el 18% del dinero que te va a costar la casa ahorrado, algo que en estos tiempos de apreturas no es fácil. Y cuando te conceden el préstamo dedicar el 23% de tus ingresos solo a pagar la hipoteca. Con lo que te quede tendrás que apañártelas con la luz, el agua, el IBI, los servicios y la comida. Y quizás después te quede algo de dinero para tu ocio. Si es que no decides endeudarte un poco más y pedir un préstamo personal para no ir tan ajustado.

Córdoba es, no obstante, una de las mejores ciudades de España para comprar una vivienda. El mercado no está disparado, el alquiler no ha subido hasta las nubes y con el dinero que te sobra de la hipoteca al menos tienes cierto margen. En Málaga o Madrid tendrás que dedicar más de un tercio de tu sueldo a la hipoteca. Pero es que si tienes la desgracia de no poder comprarte una cosa, que siempre será más “rentable” (leer esta palabra con sonido a bóveda de inversor inmobiliario) que alquilar, directamente es que tendrás que compartir piso si no quieres vivir en la indigencia.

La vivienda se está convirtiendo en el principal problema del país y probablemente de occidente. Algo tan básico como tener un techo para vivir es un maravilloso negocio con el que se hace mucho dinero. Como con la muerte, la gente siempre va a necesitar un hogar, por lo que clientes no van a faltar en un sector totalmente liberalizado donde los precios crecen sin límites e impera la ley del más fuerte. Al final vemos cómo los que obtienen rentabilidades las pueden volver a invertir en más viviendas, generando un círculo vicioso que expulsa del mercado a miles de personas.

El problema afecta de lleno a las nuevas generaciones, aquellas que o están firmando una hipoteca ahora o aspiran a hacerlo en algún momento de su vida. Literalmente viven para acceder a la casa de sus sueños, aunque sea un sótano con humedades en el centro de Madrid. Y esas nuevas generaciones, tan individualistas ellas, no acaban de entender que tienen un problema en común con el que o se organizan o puede acabar por sepultarlos, siempre que no estén esperando algún deceso inesperado para heredar. Algo así como una especie de lotería de la muerte.

La prioridad de cualquier gobierno progresista que se tercie debería ser precisamente el acceso a la vivienda, algo que solo se puede conseguir o interviniendo los precios, prohibidísimo por Europa, o construyendo (o comprando) un enorme parque de vivienda pública para venta o, mejor aún, alquiler. Nada que no se haya hecho antes. Pero que ya no se hace.

Austria, con su capital Viena en cabeza, no tiene ese problema. El régimen de alquiler público es una especie de bien de interés general que es el que de verdad ha provocado que los precios no se disparen, ya que siempre será más barato irse a una de estas casas que a cualquier otra disparatada pero que en el fondo tiene unas calidades idénticas o incluso peores.

Pero el problema de la vivienda en España tiene a muchos perdedores, pero también a bastantes vencedores. España se ha convertido en un país de rentistas, de gente que o bien tuvo suerte y compró barato hace muchos años, o bien heredó, y que ahora ha decidido hacer negocio a costa de la necesidad del prójimo. Rentabilidad, rentabilidad y rentabilidad. Qué más da lo que ocurra con las nuevas generaciones. Es como el cambio climático. No estaremos aquí para vivirlo. ¿O quizás sí?

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Alfonso Alba es periodista. Uno de los cuatro impulsores de Cordópolis, lleva toda su vida profesional de redacción en redacción, y de 'fregado en fregado'. Es colaborador habitual en radios y televisiones, aunque lo que siempre le gustó fue escribir.

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