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El (falso) debate y el (falso) ataque

Alfonso Alba

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“Gritad, gritad, porque mientras gritéis, no mataréis”. Ernest Lluch fue finalmente asesinado por ETA. En 1999, mientras participaba en un acto en San Sebastián, era increpado por condenar de manera tajante los asesinatos de ETA. No dejó de hacerlo. El día de su entierro, Gemma Nierga, amiga de Ernest Lluch se saltó el guión, y reclamó, entre lágrimas, a los políticos que estaban allí: “Estoy convencida de que Ernest, hasta con la persona que lo mató, habría intentado dialogar; ustedes que pueden, dialoguen, por favor”.

Esta semana, el alcalde de Córdoba, José Antonio Nieto, ha gritado un particular “basta ya” después de que el pasado jueves se desalojase la Mezquita (todavía no está muy claro quién lo ordenó) por una falsa alarma (un coche mal aparcado). El alcalde ha reclamado que se ponga fin al debate de la Mezquita porque “puede traer males a Córdoba”. Y lo ha hecho proponiendo una mesa a la que se sienten a hablar la Iglesia, el Cabildo, el Gobierno y la Junta de Andalucía.

Como gritaría Ernest Lluch, ningún debate (incluso el de la pena de muerte) por extraño que pueda parecer puede acabar provocando ninguna desgracia a nadie. Hablar, dialogar, debatir, oponer posturas de una manera dialogada y civilizada es la esencia de la democracia. Y es gratis. Confundir el debate en torno a un símbolo (la Mezquita) en el que casi nadie está hablando de religión sino de otra cosa con el terrorismo yihadista sí que puede ser peligroso.

El 11 de marzo de 2004 trabajaba en Diario Córdoba, desde donde participé en la cobertura de los atentados de Atocha. Al día siguiente, me fui con un fotógrafo y miles de militares a las vías del AVE, ante la amenaza de que los terroristas que habían volado los trenes de Atocha pudieran hacerlo en el AVE. De hecho, estaba en sus planes. Ya entonces, mucho antes de que la Iglesia inmatriculara la Mezquita de Córdoba, Mansur Escudero reivindicara el rezo compartido o naciera la plataforma ciudadana Por una Mezquita Catedral de todos, agentes de la lucha antiterrorista en España aseguraban que Córdoba (como Granada, Sevilla, Barcelona y Madrid) podría ser escenario de un atentado.

En 2004, ya había vídeos de Al Qaeda asegurando que lucharían por recuperar Al Andalus. Y no lo hacían por que nadie estuviese debatiendo en torno a la titularidad, la gestión o el uso de la Mezquita de Córdoba. No. Lo hacían por que un día Córdoba fue la capital del mundo islámico en Occidente. ¿Qué hacemos entonces? ¿Borramos la historia para evitar un atentado? ¿Olvidamos nuestro pasado?

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