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'Breaking bad'

Redacción Cordópolis

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Vince Gilligan creó Breaking Bad pensando en gente normal que de repente podía hacer cosas extraordinarias. Esas cosas extraordinarias desde luego eran pasar de ser un profesor de Química en un instituto insignificante a convertirse en el mayor traficante de droga sintética de Estados Unidos. O algo así.

Es una serie, obviamente. Y es ficción. Nadie en la vida real (o casi nadie, los casos reales se cuentan con los dedos de la mano de un manco) pasa de una anodina vida de persona normal a otra extraordinaria. Solo hay un Bill Gates que pasó de un garaje a ser el hombre más rico del mundo. Y solo hay un Amancio Ortega. Esas cosas no pasan. O no pasan nunca.

La gente normal suele hacer cosas normales de personas normales. Y se mueve más por el miedo, por el temor a la incertidumbre. Como ahora. Nadie sabe qué va a pasar. Y como nadie lo sabe, nadie sabe muy bien qué hacer. Lo mejor: virgencita, que me quede como estoy.

En estos tiempos de zozobra esa gente normal necesita referentes. Y liderazgos. Ahí está la historia para demostrarlo. Cuando esos referentes se convierten en malas personas, pues el desastre está asegurado. Cuando esos liderazgos se ejercen por incompetentes, vamos camino del naufragio. Insisto, ahí está la historia. La de España es especialmente prolífica. Los españoles están más que acostumbrados a apostarlo todo a la persona equivocada. Solo hay que buscar en WikiPedia quién fue Fernando VII.

Y esa gente normal, que bastante tiene con llegar a final de mes, con buscar que a su familia (o a ellos mismos) no les falte de nada, también necesitan esperanza. Necesitan pensar en que el futuro puede ir a mejor. Que su vida no se va a deteriorar, como está ocurriendo desde 2008.

Hasta 2008, precisamente, daba igual que tuvieras un trabajo de mierda. Siempre sabías que en el futuro ibas a tener uno mejor, que tendrías un pedazo de casa, un pedazo de coche, un pedazo de vida. Como al principio de Trainspotting. Pero algo se torció. Y la perspectiva es que todo lo que venga va a ser peor. Que vamos a vivir peor que nuestros padres. Y que las nuevas generaciones vivirán peor que sus abuelos.

Eso no es del todo cierto, pero ha cundido el desánimo, la desesperanza y el descrédito. Peligroso.

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