Manon y Julio han recorrido medio mundo en bicicleta y están empeñados en montar al otro medio sobre dos ruedas para propagar los beneficios de la movilidad activa. Discípulos de Malabrocca, llevan lustros investigando sobre intermodalidad, urbanismo, mecánica o educación. Siempre en y sobre sus velocípedos. Como profes que son, les encanta aprender. Están convencidos que esto de la movilidad activa es la solución a la insoportable levedad del ser en la era del petróleo. Para ello han puesto a pedalear todo lo que han aprendido en su formación en sociología, economía, pedagogía, turismo o gestión cultural. Y han metido todo en una coctelera para fundar Revelociona SCA. Los de Cordópolis les han dejado esta esquinita para compartir los paisajes, análisis y resultados que ven desde su manillar.
El semáforo de San Pablo
Ahí sigue, impertérrito. Indiferente a los avatares en materia de obras y desvío de tráfico que lo circundan. Con su rigidez cervical, es incapaz de girar su cabeza tricolor hacia la esquina. O dar un chiflido a su colega de Alfaros para saber cómo va la cosa. El semáforo de San Pablo, profesional, continúa de manera diligente 24/7, sin flaquear ni un instante. Así llueva de madrugada o le caliente la armadura un sol de octubre. Nadie lo ha programado para advertir que lo han amputado. Que su función regulatoria está yerma desde hace dos semanas. O quizá sí, pero haya decidido continuar por convicción, como los músicos del Titanic. Como el que regula el tráfico en el desierto.
La obra de remodelación de la calle Alfaros comenzó el 1 de octubre y tiene un alcance de 6 semanas y 237 mil euros. Afectará principalmente a la calzada. El plan de tráfico alternativo publicado no menciona por ningún lado la opción de reducir el acceso motorizado. Ni siquiera se contempla la disuasión. Lo lógico, o lo mínimo, sería hacer un llamamiento a la ciudadanía para evitar el uso del vehículo privado mientras duren las obras. Pero no. Tan sólo se limita a derivar todo el tráfico pesado hacia las calles María Auxiliadora, Realejo y San Pablo. Que presumiblemente tendrán que ser remodeladas posteriormente ante el aumento del tráfico y lo precario del adoquinado de estas dos últimas. Por lo que calculemos otros 235 mil en un par de decenas de meses. Y así sucesivamente.
Por unos meses el tramo desde el Marrubial hasta Tendillas es el escenario de una carrera en línea recta de vehículos pesados por recorrer un 1.7km. Que luego capilariza por cocheras, dobles filas, callejuelas o van a morir al río.
El vecindario de Alfaros respira aliviado por unas semanas. Antes prefieren el martillo hidráulico de las obras que el martillo pilón del tráfico rodado que les percute el descanso y el disfrute de vivir su calle desde hace décadas.
Pero como la alegría va por barrios, el insomnio se traslada ahora a la calle San Pablo. En donde los acelerones para apurar el verde de un tenaz semáforo que regula la nada se alterna con las colas de coches ocupados por ecosistemas muy variados. Desde oficinistas hasta escolares. O visitantes con el gps sin cobertura que buscan la Mezquita a la vuelta de cualquier esquina. También transita el gigantismo de los autobuses de todos los colores que pasan rozando el cabecero de la cama en las alcobas de las primeras plantas. Los turistas, en el descapotable rojo, dan los buenos días a los indígenas que posan para las fotos en camisón. O en batín.
Un poco antes, en el triángulo de San Lorenzo, la frustración de los chóferes por lo que consideran una injusticia y un ataque a la libertad de circulación de vehículos a motor, les lleva a accionar sus cláxones redentores. Con la esperanza de poder así abrir la ciudad en canal para el tránsito fluido de sus vehículos. Los peatones se sienten en la obligación de saludar constantemente. Los vecinos ya no duermen, por suerte. Ni tienen actividades que requieran de concentración.
Y aún quedan los insólitos ciclistas que llegan a la altura de San Lorenzo en imposible funambulismo. Avanzando por el brevísimo espacio que queda entre la fila de coches varados y el acerado, sorteando contenedores y alcantarillas. Supervivientes, y tras inhalar hasta la última partícula de monóxido de carbono a lo largo de la calle María Auxiliadora, son los únicos interpelados por los agentes de tráfico en la intersección. Que escrutan si han pisado un bordillo. Y les recuerdan con firmeza la importancia de cumplir, por su seguridad y su bolsillo, la normativa que establece la nueva ordenanza de movilidad.
Y si esto ocurre en el epicentro del 14001, donde se concentran los pírricos esfuerzos por un tráfico amable, qué no ocurrirá en los barrios de Fátima, el Brillante o las Palmeras. Lugares en los que invocar las políticas públicas de movilidad activa o sostenible es mencionar la existencia de seres mitológicos
De vuelta a la calle San Pablo, los viandantes rematan a cabeza los espejos retrovisores de los camiones de reparto que vuelan hacia un centro que se antoja infinito. Los autobuses contienen la respiración para dejar pasar un carrito con dos bebés gemelos que se juegan su corta existencia en cada estrechamiento. Y las conversaciones en los hogares se acompasan al rojo y verde que otorgan un rato de silencio con otro de ruido ensordecedor a los pocos inquilinos, en vías de extinción, que aún habitan los balcones. En una relación de 30 segundos contra 47.
Entretanto, absortos y de espaldas a Capitulares, los “semáforos siguen cambiando” como tan hermosamente recita el ínclito trovador cordobés Chico Herrera. Al pasar por ahí estos días, hay quien ha dado un abrazo sentido al abnegado de San Pablo. Sin importarle que le llamen abrazasemáforos.
Sobre este blog
Manon y Julio han recorrido medio mundo en bicicleta y están empeñados en montar al otro medio sobre dos ruedas para propagar los beneficios de la movilidad activa. Discípulos de Malabrocca, llevan lustros investigando sobre intermodalidad, urbanismo, mecánica o educación. Siempre en y sobre sus velocípedos. Como profes que son, les encanta aprender. Están convencidos que esto de la movilidad activa es la solución a la insoportable levedad del ser en la era del petróleo. Para ello han puesto a pedalear todo lo que han aprendido en su formación en sociología, economía, pedagogía, turismo o gestión cultural. Y han metido todo en una coctelera para fundar Revelociona SCA. Los de Cordópolis les han dejado esta esquinita para compartir los paisajes, análisis y resultados que ven desde su manillar.
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