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En defensa del obispo

Manuel J. Albert

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Me gusta nuestro obispo de Córdoba. Lo puedo confesar. Es un señor afable, sonriente, habla despacio y con voz suave. Y todo lo que dice es interesante. Me gustas, Demetrio Fernández. Me gustan todos tus recursos del lenguaje y el uso del discurso. Y te considero digno heredero de los más grandes.

Como aquellos, eres capaz de hacer la más aguda crítica social, la más salvaje vivisección de la mísera realidad cotidiana, sin pestañear. Miguel Mihura se habría arrodillado para besarte el anillo con una mano y extenderte un contrato para La Codorniz con la otra. Y Gila, Chúmez y El Perich habrían tomado buena nota de cada uno de los monólogos que escribes semanalmente, como ejemplo a seguir.

Muchos no te entienden, monseñor. Tal vez porque tu estilo de autor, pese a lo doctrinal de sus formas, lo familiar de su ortodoxia y lo canónico y clásico de su resultado, es de lo más bizarro que se ha escrito en años. Eres un adelantado. Y descolocas al público. Pero que tampoco te extrañe. El cielo está lleno de mártires que nunca fueron reconocidos en vida, a causa de la eterna conjura de los necios. La descubrió Jonathan Swift, la sufrió Ignatius Reilly y ahora la conoces tú.

Tal vez sea yo también un visionario. Somos muy pocos los que, enfrentándonos a ese mezquino acuerdo que antes te citaba, reivindicamos tu sentido de la comedia, tan negro negrísimo como la sotana que vistes. Pero también es cierto que yo tuve una revelación. Estaba ciego y lo vi claro desde el primer día. Tu puesta de largo, directa y dura al estómago, bromeando sobre la Mezquita que es Catedral, el peligro de los progres ecuménicos y los moros con una babucha puesta en la segunda conquista... Me tiraste del caballo y me enseñaste un mundo nuevo, Demetrio.

Desde entonces, te imagino de pie, serio, con los focos golpeándote de lleno en tu cara redonda y apacible. Y el teléfono negro de baquelita a tu derecha. Llamando a los colegios, los periódicos, las televisiones y las clínicas abortistas, “¿es el enemigo?”, para desarrollar ese fantástico sketch de la sal del Evangelio y el escozor. Con toda la inocencia y el talento potencial del no nato.

“Que dicen que la Unesco tiene un plan para hacer que la mitad de la población mundial sea homosexual...”

Y unas risas todos...

Eres el mejor. De verdad. Qué gracia. ¡Ah, la Gracia! Gracias. De sagrado corazón.

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