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España no existe

Ángel Ramírez

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Hacía 40 años de la portuguesa revolución de los claveles y me puse a escuchar la hermosa canción que sirvió de señal para sumarse a la revuelta, Grandola Vila Morena. Encontré una versión emocionante del año 2006, en la que distintos artistas y amigos españoles y portugueses como Luis Pastor, Joao Afonso, Pilar del Río, María Pagés o Pasión Vega la cantaban o acompañaban en la biblioteca de José Saramago, en Tías, Lanzarote. Uno escucha esta versión o muchas otras y saca una cosa en claro, les irá mejor o peor pero Portugal existe y, siguiendo la misma lógica, España no.

Es imposible no sentirse incómodos ante ese himno nuestro chunda, chunda, bullanguero y mudo. Mientras los portugueses cantan esa hermosa canción que nos recuerda al fado y al atlántico, nosotros tarareamos ese lolololo sin saber dónde meternos, cuando no se le ocurre a algún extranjero bienintencionado entonar el “viva España” de Manolo Escobar. Cada poco surgen sectores entusiastas con la identidad española que reclaman que se escriba una letra para el himno, una letra que podamos cantar todos juntos, como si su ausencia fuera un despiste burocrático. Ese himno no tiene letra porque no tiene quien la escriba ni voz que la cante, y no tiene voz que la cante porque el pueblo que debía alzarse y ganarse su lugar en la modernidad no ha conseguido ser, y se ha conformado con que lo represente una marcha real de desfile de la victoria. La mitología de la nación española contemporánea se remite a principios del XIX en que se elaboró una constitución moderna y progresista que no triunfó, y se produjo una guerra de la independencia que defendía la independencia de las franceses y la dependencia de los monarcas, terratenientes y clérigos, que sí lo hizo, y con esos precedentes el pueblo no puede ser más que un trasunto folclórico de interés turístico.

Después de ese lapsus en el que los españoles se trabaron encantados sus propias piernas todo han sido guerras intestinas, y cada vez que se entreabría una ventana para que entraran las luces de la modernidad rechinaban las sotanas y las pistolas para que España siguiera en su eterna identidad tradicional y sojuzgada. Así llegamos hasta nuestra reciente transición y nuestra desvaída y pálida grandola es “Libertad, sin ira”, toda una declaración, que tengo yo mis dudas de que se pueda conseguir la libertad sin alguna dosis de ira. Y aquí seguimos con nuestras catedrales-mezquitas, nuestras duquesas y fauna afín, a la que se han sumado las nuevas élites financieras, ladrilleras y contrabandistas, que han debido pensar que es un buen país para ellos, que somos de buen conformar.

Quiero pensar que esta historia de fracasos y apaños temerosos tiene solución, y que nuestro momento llegará, que también nosotros tendremos nuestro sitio, nuestra canción y nuestra fecha, un hito desde el cual decir que esto que somos lo somos porque nos lo ganamos. Lo que no tengo tan claro es quién puede ser ya el sujeto de esa acción, no sé si ya les toca a los españoles/as, los andaluces/as, los jóvenes, los europeos, las mujeres o vaya usted a saber. Si no renunciamos a nuestra voz lo iremos descubriendo.

http://www.youtube.com/watch?v=h-oHznZHcPE&feature=share

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