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La bulla

Ángel Ramírez

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Córdoba lleva tres meses montando bullas. Mientras discutimos o no eso que se llamaba antes el modelo de ciudad, ya se ha ido imponiendo una cosa rara que se me antoja extrañamente moderna para la ciudad. Si uno analiza desde la semana santa, las cruces, los patios, la shopping night, la Noche Blanca del Flamenco y el sábado pasado la Magna, ve que los cordobeses llevamos semanas deambulando por las calles. Realmente casi nadie llega a ver en condiciones mínimas ni procesiones, ni patios, ni cruces, ni flamenco ni compra nada, pero todos estábamos por ahí, en el ambientillo, lo que rodea a las cosas. Salimos como zombies a andar y damos vueltas de forma más o menos azarosa hasta que aumenta la densidad de gente (señal de que por ahí pasa algo) y entonces cambiamos el rumbo.

Así que podemos asistir a cualquiera de esos eventos sin saber de cual de ellos en concreto se trata, lo importante es no pararse, porque en el momento en que te detienes deja de producirse la cosa que nos produce. El fin es deambular, como lo que hacemos horas y horas delante del ordenador, de una cosa a la otra, sin leer ninguna, chusneando. Te entretienes, te quedas con la musiquilla, te enteras de qué va la cosa, haces que te suenen los términos y las personas de moda, pero realmente no has hecho nada en particular.

Quizás sufrimos  una TDAH colectiva o estamos inaugurando un espacio nuevo, el de la centralidad de lo lateral, los prolegómenos, el marco, la espera, el recuerdo, cualquier aspecto que se refiere a la cosa pero que no es la cosa. Así que da igual lo que organicemos porque lo importante no es eso si no lo que pasa porque eso pase. En el informe económico de la Magna he visto que nos estamos convirtiendo en turistas de nosotros mismos,  lo que realmente hacemos es salir a vernos, a consumirnos. Según el informe el 60% de los que petaban las calles eran cordobeses/cordobeses, y el 35% de la provincia, así que esto se ha convertido en un ejercicio de canibalismo zombie un poco endogámico. En el fondo me parece algún tipo de místico movimiento constante, la cuestión es seguir girando como si fueramos derviches, porque ese movimiento produce palabras, consumos, sentimientos o lo que sea que nos sostiene. Un misterio.

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