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¿Qué puedo hacer yo para ayudar?

Ángel Ramírez

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La política en Córdoba ha tenido siempre sus peculiaridades. Cuando salíamos o venían amigos a vernos nos preguntaban qué tal era eso de vivir en una ciudad gobernada por la izquierda, si notábamos diferencias con otras ciudades, qué aspectos de nuestra vida cotidiana se veían afectados por estar regidos por comunistas,  excomunistas o amigos de excomunistas. Los cordobeses, que tienen esa cosa descreída, solían responder que nada, que era igual que cualquier otra ciudad, sin embargo los que veníamos de otras ciudades sí que apreciábamos algunas diferencias.

Una de ellas era la importancia de la participación, y en particular la centralidad del movimiento vecinal. Cada medida, desde la instalación de una pilona hasta la peatonalización de una calle era informada, comentada por un sinfín de organizaciones de distinto tipo, instituciones, foros y comisiones. Comerciantes, vecinos, asociaciones sectoriales, ecologistas, algún sacerdote si encartaba llenaban nuestros periódicos de opiniones, entrevistas, reuniones y citas. Cierto es que todo este lío tenía sus patologías, y encontrábamos organizaciones vecinales especialistas en llevar bajo palio a las autoridades, expertos en conseguir el punto justo de cocción del arroz, y auténticas carreras políticas paralelas aún más deprimentes que las de nuestros ediles. Con todo, la ciudad debatía, se organizaban foros, jornadas y debates y se procuraba producir buenos documentos técnicos de apoyo a las decisiones.

Cuando llegó el PP al Ayuntamiento inició una tarea de desprestigio y práctico desmantelamiento de los mecanismos de participación que ha convertido a los representantes de las asociaciones en excepciones en los medios, voces testimoniales e impotentes ante el aluvión de anuncios disparatados de la actual gestión municipal. Una de las constantes demandas que ni siquiera encontraban respuesta era la cesión del edificio del colegio Rey Heredia para distintos usos sociales.

La ciudad que aprobó el primer reglamento de participación ciudadana de España se había convertido en un plató de aplaudidores de ocurrencias, y tuvo que ocurrir que un grupo de activistas del sector sur, uno de los más castigados de la ciudad, se encontró la puerta de un colegio abandonado abierta y eso le bastó para hacer lo que nuestros políticos son incapaces de hacer, ofrecer educación, apoyo, comida a los más necesitados, solidaridad, esperanza. Supongo que porque los políticos perdían bastante en la comparación, no han parado hasta que un juez ha ordenado el desalojo, un desalojo que debería producirse esta semana. Estoy convencido que a tí, como a mí, como a la inmensa mayoría de los cordobeses te parece una barbaridad que prohíban a la gente que ayude a sus vecinos, que cocinen para quien no tiene comida, que enseñen a los niños con problemas educativos.

Desde la Acampada Dignidad han puesto en marcha la campaña ¿Qué puedo hacer yo para ayudar? para darnos la oportunidad de recuperar la auténtica condición de ciudadanos, en lugar de seguir actuando como público a la espera de que el regidor nos ordene el próximo aplauso. Sin ir más lejos, podríamos comenzar por estar hoy a las 18.30 en la concentración convocada en el colegio, o en la manifestación del próximo sábado que parte a las 19:00 desde Puerta Gallegos, a ver si conseguimos que la ciudad vaya pareciéndose a sí misma.

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