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Daños colaterales herederos de la peste

Alfonso Alba

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En 1352 el rey Pedro I de Castilla visitó Córdoba para sofocar la rebelión del señor de Aguilar. Durante su breve estancia se multiplicaron las quejas del vecindario de la ciudad sobre el mal comportamiento de los regidores y dirigentes de la ciudad. Eran tiempos muy convulsos. La peste desatada unos años antes había dejado un ambiente de profunda crisis social. Desórdenes y levantamientos se sucedían al tiempo que un reiterado y continuo abuso de poder que favorecía prebendas a los acólitos y permitía la usurpación de tierras por parte de los fieles a los poderosos. Una ciudad heredera de la epidemia. A mediados del siglo XV se crea, en Córdoba, la cofradía de San Sebastián. Su objetivo era la asistencia a los enfermos y desamparados que la cuidad venía acumulando como consecuencia de los estragos de la peste (y la pobreza). A principios del siglo XVI el hospital se traslada a un solar cedido por el Cabildo Catedralicio. En 1512 se comienza a construir el Hospital de San Sebastián. En el siglo XVIII el hospital recibe a “dementes”. En el siglo XIX se traslada a sus dependencias la “Casa de Expósitos de San Jacinto”. En pleno siglo XX se transforma en Palacio de Congresos. Ahora está cerrado.

Los medios de comunicación cordobeses publicaron, hace unos meses, que la delegada del Gobierno de la Junta de Andalucía aseguraba que “a finales de mayo se tomaría una decisión”. Estamos hablando de la paralización de las obras de reforma del Palacio de Congresos de Córdoba. Han pasado los días y las semanas y los meses. El Palacio de Congresos se ha cerrado. La noticia tuvo tres días de actualidad. La explicación gubernamental para el cierre de las puertas incide en “el fin del contrato de la concesión de explotación como consecuencia del incumplimiento del concesionario”. Hay un asunto importante: las obras de reforma de la zona histórica del edificio están paralizadas desde hace bastante tiempo y esta situación hace que la función del Palacio de Congresos esté bajo mínimos (la Junta de Andalucía rescindió el contrato con la empresa que ejecutaba la reforma del edificio). Hay un asunto urgente: ¿qué ocurre con los trabajadores de la empresa que gestionaba la explotación del Palacio de Congresos?, ¿qué ocurre con la empresa de audioguías que ofertaba sus servicios en las dependencias del edificio?, ¿qué ocurre con el mercado y exposición de artesanía (y artesanos) que se mostraba en su interior?, ¿qué ocurre con esta gente? ¿El responsable de la empresa concesionaria de la explotación no dice nada? ¿La administración titular del edificio calla?

Es curioso como en esta ciudad de tribus, siempre dispuestas a señalar al contrario, guarda silencio sobre lo importante y sobre lo urgente. El pequeño número de afectados son los daños colaterales (con nombre propio) de la mala gestión y, también, de la indolencia. Miguel, Francisco, Rafael, María, Pepe, Leonor son el nombre de los “daños colaterales” amortizados. Cumpliendo con su obligación determinados representantes políticos (no todos ni con la misma intensidad) han mostrado su preocupación y han exigido celeridad para la apertura del edificio. Dentro de poco tiempo se volverá a hablar de “lo importante” (estamos en campaña electoral). Nadie hablará de lo urgente porque los daños colaterales es lo primero que se olvida. Ocurrirá lo mismo que con las víctimas de la peste, se amortizaran. Ay!

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