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El Papá del siglo XXI

María Isabel Martínez

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Los roles del hombre como marido o padre han sufrido y están sufriendo una evolución importante en los últimos años. La igualdad entre sexos lentamente ha conseguido que los hombres se quieran implicar más en tareas como la crianza de los hijos o las tareas del hogar tradicionalmente asignadas a la mujer. Esta evolución no está completa, pero los pequeños cambios han dado la oportunidad al hombre para que se implique de una forma activa en el desarrollo del embarazo, el nacimiento y la crianza de su hijo.

Los cambios durante el embarazo no son sólo físicos. La mujer actual está sometida a mayores tensiones que las mujeres del pasado. Conciliar la vida laboral con el derecho de la mujer a poder expresar su maternidad, así como la crianza de sus hijos, e incluso,  las tareas del hogar, resulta difícil incluso en estos tiempos que corren.

Por eso, es necesario reestructurar las funciones domésticas de cada miembro de la pareja. El hombre debe asumir algunas  tareas al igual que lo hace su pareja, sin que ésta tenga que recordárselas a cada paso que da, y la mujer, debe de aprender a delegar y dejar hacer esas tareas sin estar constantemente corrigiendo o dirigiendo a su pareja. Estos cambios facilitarán la vida diaria también cuando nazca el bebe.

Contamos a nuestro favor, que el papá de hoy en día comprende y comparte estos pequeños cambios y no quiere perderse por nada del mundo lo que sus predecesores, por educación o cultura, han delegado en las mujeres. El hombre actual quiere disfrutar del embarazo de su pareja, del nacimiento de su hijo/a  y de su crianza  al cien por cien.

El papel del compañero actual, ha de empezar por asumir e  implicarse más activamente en preparación de la canastilla de su futuro hijo/a. Acompañarla a comprar los muebles, la ropita, los productos de higiene, etc.,  y así, participar activamente en la preparación del nido. También debe saber todos los cuidados de alimentación e higiene que necesita su futuro hijo, pudiendo así tomar conciencia de lo que supone tener un hijo y permitiéndole poder relacionarse con él desde el primer momento de vida. En esto resultará útil asistir juntos a alguna charla de puericultura que nos vaya familiarizando con los cuidados y necesidades del bebé a su llegada a casa.

Implicarse conlleva también acompañarla desde el principio a esas primeras visitas al ginecólogo, compartir con ella la primera visión del bebé a través del ecógrafo, sentir su primera patadita, acompañarla a pasear para evitar las incómodas molestias derivadas de los cambios gestacionales, y ayudar a la madre a seguir las pautas que le recomiende su obstetra para favorecer un desarrollo adecuado del embarazo (así como evitar posibles complicaciones que pueden suponer peligro para el feto como por ejemplo la tensión arterial alta, diabetes gestacional,…). Además, es conveniente que acudan con ella a los cursos de preparación al parto para conocer que es lo que va a ocurrir en cada momento y poder ayudar a su pareja debidamente. Compartir estos cursos, así como establecer relaciones   con otras parejas en las mismas circunstancias, dudas, temores, expectativas, ilusiones, etc., les proporcionará una información crucial para afrontar las novedades.

Con todo esto, no sólo se consigue que la futura madre se sienta apoyada en todas las facetas por su pareja, sino que además, le proporciona al padre la oportunidad participar en la llegada de su hijo.

Llegado el momento del parto, los futuros padres tienen la oportunidad de vivir juntos una experiencia única.  Ellas, igual que sus parejas, se beneficiarán de  haber asistido juntos a los cursos de preparación al parto, pues de esta forma, conocen que es lo que está pasando y como deben reaccionar.

Es importante que la futura madre se encuentre lo más relajada posible. A veces pequeños paseos, mimos y caricias, además de empatía emocional, ayudan a la embarazada a pasar los primeros momentos. El padre recibirá la formación necesaria en los cursos de Educación Maternal para poder sentirse implicado y colaborador en todo momento.

El papá, qué duda cabe, en el momento del proceso natural del parto, cobrará una importancia clave para facilitar y favorecer que la fase de la dilatación sea lo más armoniosa y gratificante  posible para su pareja. Ayudarla a sentirse más confiada y segura de sí misma, arroparla en el plano afectivo para que se sienta más tranquila y acompañada, reconfortarla en los momentos de ánimo más delicados, son papeles que corresponden al papá  y que, a bien seguro, desempeñará de forma extraordinaria.

Otro tema importante es colaborar con ella en las posturas de dilatación, estas posturas las aprenderán papás y mamás en los cursos de Preparación al Parto y están muy recomendadas durante la primera fase del parto, en casa, mientras esperamos a que las contracciones se hagan regulares, y una vez nos encontremos en la Maternidad y nos hayan dado nuestra  habitación. Las posturas de dilatación, en las que los padres pueden colaborar física y activamente, facilitan la dilatación de la pelvis y la colocación del bebé y por tanto, acortan la duración del período de dilatación y mejoran el expulsivo.  También pueden aprender a dar masajes en la zona lumbar para aliviar la tensión de la zona durante la llegada de las contracciones. Pero, sobre todo, el sentirse apoyada en todo momento por su pareja ayuda a afrontar de forma positiva un momento tan especial.

Hoy en día, los padres participan también muy activamente desde el principio del embarazo, y cada día son más los que refieren su intención de entrar al paritorio y compartir esta maravillosa experiencia  con la madre de su hijo/a. Pequeñas nociones de cómo ayudarla en el momento de los pujos vendrán muy bien para ahorrar esfuerzo físico. Para ello, se suelen hacer ejercicios de simulación durante el curso de Educación Maternal, así ambos consiguen adquirir una visualización positiva del momento y, además, aprenden a coordinar sus esfuerzos.

Los primeros momentos tras la llegada del bebé, y al volver a la habitación, serán probablemente difíciles, ya que la madre se encontrará cansada, quizás dolorida,  y por ello necesitará la atención y los mimos del papá  más que nunca. Satisfacer ahora sus necesidades, ayudarla a incorporarse, facilitar una postura cómoda para que pueda iniciar la lactancia, aproximarle al bebé o retirárselo, ayudar a cambiar pañales, etc., son las necesidades prioritarias que la madre puede tener en estos momentos, y que el papá resolverá gustosamente.

Con el recién nacido en casa, la madre debe recuperarse. Aquí el padre debe descargar a la madre de todas las tareas domesticas posibles aprovechando que goza de unos días de baja por paternidad y que puede estar dedicado completamente. Esto permitirá que ella pueda descansar más y que se recupere con mayor rapidez, y además,  le da la oportunidad de poner en práctica lo aprendido y de comenzar a relacionarse con su hijo.

En estos primeros momentos debe ser su principal apoyo ya que anímicamente se puede sentir mal debido a los picos hormonales sufridos tras el parto. El cariño y la comprensión es la mejor forma de ayudar así como seguir con el mismo nivel de implicación que durante el embarazo. Además es importante animar a la madre a que vaya retomando poco a poco las pequeñas rutinas de su vida: animarla a dar paseos, salir, relacionarse, etc.

El papá deberá ahora ser paciente y dar un tiempo a la mamá para que todo vuelva a la rutina (muestras de afecto, reanudación de las relaciones sexuales, disfrutar de tiempo para ellos solos, compartir de nuevo aficiones…) pues ahora las prioridades de ésta van a estar centradas un poco más en el bebé. La madre sabrá apreciar la paciencia de su pareja. Pronto todo volverá a ser como siempre.

Hay muchas madres que se sienten muy atraídas por la imagen protectora que pueda ofrecerles su compañero en estos momentos y eso las hace sentirse más seguras. Otras en cambio, necesitan su tiempo y espacio para poder asimilar todos los cambios que ha supuesto su reciente maternidad, a todos los niveles.  El padre tiene que entender y comprender esta necesidad sin apartarse, por supuesto.

El padre debe estar alerta a los cambios emocionales de la pareja  (ganas de llorar, labilidad emocional, sentimientos de tristeza o ansiedad, dificultad para concentrarse, somnolencia, o lo contrario, insomnio, preocupación excesiva por el bebé, o falta de ello…), ya que prolongados en el tiempo, podrían derivar en una depresión posparto y ello obligaría a buscar ayuda inmediata.

En resumen, la mujer desea sentirse mimada, comprendida y valorada en todo momento y sobretodo compartir con su pareja todos los pequeños detalles que suponen esperar un hijo. Su apoyo y cariño hace que todos los momentos de duda o miedo se puedan ver de una forma más positiva.

Este tipo de vivencias es lo que hace madurar una relación, fortalecerla y facilita su evolución a mejor cada día. Por esto es tan importante esforzarse por ser capaz de compartirla y vivirla en común.

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