La purpurina y el monstruo

El mundo está cambiando y de qué manera. Antes la purpurina le daba color y fantasía a la vida. Fantasía barata, pero fantasía sana al fin y al cabo. De esa que no daña a las personas y nos hace viajar a otros mundos menos grises. Y ahora se acabó.
La Unión Europea ha anunciado que a partir del día 17 se prohibirá la venta de productos con microplásticos como la purpurina o el glitter. Ni cosméticos, ni geles, líquidos, juguetes o textiles que contengan ese material. Así que adiós a los disfraces de princesa con corona; a las bodas con “brilli brilli” y a las bolas de Navidad de esas que dejan pizquitos en el suelo.
Se acabó la vida con brillo. Los niños de hoy crecerán sin purpurina, pero lo harán con basura en las redes y sometidos a la tiranía, que ya empieza a aflorar, de unas relaciones personales y sexuales regidas por los patrones que han aprendido de la pornografia más dañina a golpe de clic.
Si le hacemos caso a la altas instancias para suprimir la purpurina, tal vez debiéramos escuchar también al Comité de los Derechos del Niño de las Naciones Unidas, cuando habla del interés superior del niño y sus distintas dimensiones. Elegir siempre la interpretación de cualquier norma de la manera más efectiva para el interés del niño; adoptar cualquier decisión que afecte a un niño haciendo la estimación de las posibles repercusiones (positivas o negativas) que tendrán en él.
Nuestro Tribunal Supremo ya ha señalado la vigencia de ese principio de prioridad del interés superior del menor. En los encuentros de especialistas en derecho de familia, como el de Sevilla de estos días, siempre pedimos lo mismo. Una jurisdicción completamente especializada, con jueces y fiscales de alta sensibilidad, implicados y que entiendan la enorme importancia e incidencia que sus decisiones tienen sobre los niños. Unos niños, como dijo Dolors Viñas, Magistrada y voz autorizada, que son el futuro y mañana serán nuestros políticos, los que nos curen, o los que enseñen a su vez a otros niños.
Algún día sabremos qué ha podido pasar en la vida y la mente de Santi, el “monstruo de lucero”, ese joven que hace muy poco fue un niño y que ha sido capaz de violar a su propia hija de pocos meses y, además, ofrecerla como carne fresca para que otros monstruos la devorasen. Apostaría mi alma a que mas allá de una mente enferma y perversa tiene que haber mucho más. Pornografía y pederastia desde la niñez, drogas, problemas familiares y muy poca purpurina.
¿Qué será de esa niña? ¿qué será de tantos menores que sin sufrir esta aberración, sufren a diario maltrato en el entorno familiar o escolar? ¿qué será de los que son utilizados por unos progenitores enfrentados que los someten a puro chantaje? ¿qué será de los niños huérfanos de la protección de padres incapaces de cuidarlos? ¿quién les resarcirá? ¿cómo rescatarlos de las malas decisiones, incluidas las judiciales?…
Se acabó la purpurina ¡qué crimen !, pero seguimos sin protegerlos a ellos.
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