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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

Cuba, caídas y botox

Cuba, caídas y botox.

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Dice una amiga que con la edad, todo, absolutamente todo, se cae. Y no se refiere solamente a los glúteos, al párpado superior, a la barriga otrora tableteada o a los pechos turgentes (hagan la infalible prueba del bolígrafo y si no la conocen pregunten a una de más de cincuenta qué pasa si se pone un bolígrafo en el surco mamario). Se caen el pelo, los dientes, el mentón y hasta las rodillas, por no citar esas partes íntimas en las que ya están pensando. Todo cae con el tiempo… Y cuando nos resistimos a fuerza de operaciones y botox terminamos siendo un esperpento para caer de igual manera.

Tuve la suerte de estar en La Habana hace 15 años y lo hice atracada en un barco durante días. Me es fácil recordar la fecha porque la mañana de junio que zarpé rumbo a otras islas de La Antilla, cuando desde la cubierta del barco veía desdibujarse en el horizonte el mítico malecón, recibí la noticia: había “caído” en la operación malaya Rafael Gómez Sandokan. Era el 28 de junio de 2006.

Aquel barco fue uno de los últimos cruceros que atracó en la isla antes de que Pullmantur fuera vendida a la norteamericana Royal Caribbean y se acabaran las escalas en la isla por el embargo estadounidense. Aquel cambio de titularidad y la inquina que Fidel profesaba al turismo, al que calificaba de “basura capitalista”, provocó también la caída del negocio de cruceros y la pérdida importantísima para la isla de esas divisas hasta la muerte de Fidel.

Hace 16 años de aquel viaje y ya tuve una sensación agridulce. Paseos por La Habana Vieja sí, pero arquitectura en ruinas, también. Asomarte al malecón, inigualable, pero ver jóvenes que por muy poco se vendían a cualquiera; el rico ron y la falta de los productos más elementales; una grandiosa Plaza de la Revolución y marquesinas con mensajes ideológicos trasnochados y falsos. Paseos en coco taxi y “carros” desvencijados que llevaban décadas sin repuestos y que solo el ingenio cubano los mantenía en circulación; la alegria y el son de los cubanos y el control evidente de los otros cubanos responsables de los comités de defensa de la revolución en cada esquina. Pisar el mítico Hotel Nacional y tener que regalar a cada paso un bolígrafo, o un simple caramelo. Todo había caído, todo tenia una decadencia ni siquiera sostenida con ácido hialuronico. Puede que Fidel llevara razón en que era indecente que ese turismo desayunara caviar. El problema es que él no asumía la más terrible e indecente carencia de todo un pueblo y la irremediable caída de su sueño.

El muro de Berlín cayó mucho antes del día de su derribo. El régimen cubano cayó hace mucho y ha ido tratando de evitar lo inevitable a fuerza de inyecciones de botox barato para convertirse en un esperpento. Asumir con dignidad la caída es empezar a ser libre de la realidad que te toca. Ya no hay marcha atrás.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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