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Sobre este blog

Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

El apocalipsis y la mala educación

Apocalipsis

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Ayer me preguntaba… ¿cómo voy a escribir de frivolidades cuando esto que está pasando parece un resumen en directo del mismísimo Apocalipsis? ¿recuerdan aquello de la gran guerra antes del juicio final, precedida de desastres naturales, escasez, hambruna y colapso de la economía? … ¡Helada estoy!

Y es que lo que tenemos encima, con la guerra cada vez más cerca, con esas imágenes que te hirieren; con la impotencia de no poder acabar con el miserable que reaparece en un acto obsceno, por festivo y multitudinario; con el COVID que sigue acechando, aunque ahora nos parezca “pecata minuta”; con el volcán que vomitó lo más grande; con la lluvia de arcilla que nos ha recordado la novena plaga de Egipto, la de cenizas y oscuridad que siguió a las langostas; con la factura de la luz, el gas, la gasolina, los chinos acechando, el transporte, la huelga, las estanterías vacías, la inflación, los políticos y el gobierno… me digo, pero ¿qué más nos puede pasar? ¿de qué voy a escribir que no parezca un insulto ante esta realidad? 

Pues de nada… ¿O sí? Miren, hay ocasiones en la vida en las que lo único que nos queda es la mirada. Mi madre cuando éramos pequeños nos miraba con un rayo aniquilador y aunque no supieras lo que estabas haciendo mal, entendías ipso facto que debías quedarte muda y quieta. Aquella mirada era un misil destructor de cualquier actitud de obra o de palabra.

Yo heredé de mi madre esa mirada. Como diría la canción, se me nota en la mirada. Desde pequeños mis pobres hijos también crecieron con ella, sabiendo que no presagiaba nada bueno. Y no me ha dado mal resultado, sobre todo teniendo en cuenta que uno de ellos era de los que te decía, delante de la visita, “las galletas están rancias” “agg -con sonido- que asco”. Con el tiempo comprobé que su nivel de educación en comparación con la media está muy por encima. De algo debió servir.

Y es que hoy el derecho de corrección en todos los frentes está muy devaluado y la mala educación nos inunda. Nos cercan los maleducados. Un trayecto en ave es suficiente para comprobar, además, que no es cuestión de clase social, ni de sexo, o dinero. Tal vez solo de haber tenido una madre con rayo en la mirada. 

Te sientas en tu sitio y el de enfrente se despatarra y no te deja sitio; el niño berrea y no lo sacan al descansillo; otro pone la música alta y te obliga a escucharla y, por supuesto, el que nunca falla, el valor seguro de la mala educación: el ejecutivo, varón, que encadena una llamada con otra, con el tono del patio de la bolsa y nos explica las estrategias de empresa, los contratos que ha cerrado y los millones de euros facturados. El ejemplo más soez de lo contrario a saber guardar silencio, ese maravilloso derecho de la defensa. El maleducado redomado. 

Este miércoles tope con uno. Me lo puse a tiro de mirada, proyecté la más dura que tengo y aguanté, inmutable, durante más rato del que imaginan. De repente bajo la mirada, luego la volvió hacia el paisaje y cuando intuyó que yo sería como el rayo que no cesa, abandonó el vagón. A veces solo nos queda la mirada.

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Soy cordobesa, del barrio de Ciudad Jardín y ciudadana del mundo, los ochenta fueron mi momento; hiperactiva y poliédrica, nieta, hija, hermana, madre y compañera de destino y desde que recuerdo soy y me siento Abogada. 

Pipí Calzaslargas me enseñó que también nosotras podíamos ser libres, dueñas de nuestro destino, no estar sometidas y defender a los más débiles. Llevo muchos años demandando justicia y utilizando mi voz para elevar las palabras de otros. Palabras de reivindicación, de queja, de demanda o de contestación, palabras de súplica o allanamiento, y hasta palabras de amor o desamor. Ahora y aquí seré la única dueña de las palabras que les ofrezco en este azafate, la bandeja que tanto me recuerda a mi abuela y en la que espero servirles lo que mi retina femenina enfoque sobre el pasado, el presente y el futuro de una ciudad tan singular como esta. 

¿ Mi vida ? … Carpe diem amigos, que antes de lo deseable, anochecerá.

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