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Cambio de patrón

Carlos Puentes

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Hoy les voy a hablar de algo un tanto complejo, así que agárrense los machos que vengo a enseñarles un poco de meteorología avanzada, aquella que remueve los fondos de la prospectiva para anticiparse fielmente a lo que va a ocurrir. Les explico. Como ya les he comentado en alguna ocasión, la gente que se dedica a aventurar el tiempo que va a hacer, tiende a dejarse llevar por indicadores de muy diverso pelaje, uno de ellos es el índice NAO, que calcula la relación existente entre nuestro viejo conocido, el anticiclón de las Azores, y una baja depresionaria que tiende a situarse en latitudes islandesas, y del cual depende el tipo de circulación atmosférica en el Hemisferio Norte. Si este índice es positivo, la circulación es normal, predominando el tiempo estable sobre la península, y si por el contrario es negativo, la circulación de las bajas atlánticas se desplaza hacia el sur, quedando mucho más expuesta la Península Ibérica a la entrada de estos frentes.

Para que lo entiendan, a los que nos gusta el frío, la lluvia, la nieve, y en general cualquier tipo de inestabilidad atmosférica, nos gusta ver que la NAO se encuentra en valores negativos. Pero no es de la NAO de lo que vengo a hablarles, no. De lo que hoy les iba a hablar es de una cosa que se conoce como Calentamiento Súbito Estratosférico, o CSE. Dicho así parece que vayamos a morir todos achicharrados por la ira de Dios, nada más lejos de la realidad. Vayamos por partes.

En el invierno meridional, el nuestro, tiende a formarse una potente baja depresionaria, de carácter permanente, al norte del ártico canadiense, y que se conoce como Vórtice Polar. Dicho vórtice se refuerza entre otoño e invierno como consecuencia del extraordinario enfriamiento que sufre el hemisferio norte, y es el responsable de un modo u otro de las entradas de masas de aire frío que llegan hasta nosotros. Estos “desalojos” tienden a darse cuando sobre el Ártico se sitúan altas presiones, provocando que el Vórtice Polar se desgaje y baje de latitud. Ese anticiclón ártico se crea al subir una “búrbuja” gigantesca de aire cálido hasta latitudes por encima del paralelo 60, al norte de las Islas Británicas, al aprovechar algún repentino debilitamiento del vórtice.

¿Y es posible tal debilitamiento? Físicamente, sí. Verán, la absoluta totalidad de los fenómenos meteorológicos se dan en la capa  más baja de la atmósfera, es decir, en la troposfera, que se acota entre los 0 y 20 kilómetros de altitud. Más arriba, entre 20 y 50 kilómetros, se sitúa la estratosfera, que es desde donde se tiró el pirado aquel. Durante el invierno, esta capa, privada de cualquier aporte energético en latitudes árticas, y quedando al margen de cualquier movimiento de masas de aire, se enfría súbitamente, siendo este enfriamiento vital para la consolidación del Vórtice Polar. Pero puede ocurrir que dicho enfriamiento sufra una perturbación por la interacción de flujos superficiales con la estratosfera, que provoquen un repentino calentamiento de esta capa de la atmósfera en la región ártica.

¿Y se ha dado este súbito calentamiento estratosférico? Sí, en estos mismos momentos se está dando, provocando un desplazamiento del Vórtice Polar que parece que acabará con una bilocación del mismo, o partición en dos, teniendo que derivarse, sí o sí, un potente desalojo de aire ártico extraordinariamente frío en alguna región del Hemisferio Norte. ¿Quiere decir esto que nos va a nevar? No, de momento lo que nos dice este CSE es que asistimos a un cambio de patrón atmosférico, que podría favorecernos para ver alguna buena situación de entrada retrógrada de aire ártico desde Siberia, que rompa la tendencia del anodino mes de diciembre que hemos vivido y que aún vamos a mantener. La tendencia que muestra la media de los modelos meteorológicos ya apuntan a “cierto” descenso térmico, más acusado cuanto más cerca nos vayamos hasta centroeuropa, y que empiezan a apuntalar los cimientos de un índice NAO con tendencia a ponerse en valores negativos.

Así que ahí tienen mi apuesta, aventurándome en el insensato pronóstico a medio plazo, con una segunda quincena de enero o primera de febrero que promete un invierno realmente gélido en buena parte de Europa, y que si el resto de factores necesarios convergen, podría traernos un episodio interesante de seguir, que ya ha empezado a ilusionar las deprimidas seseras de buena parte del meteofrikerío hispano y europeo, donde algunos comparan la equivalencia de esta situación con la que precedió al gelidísimo enero de 1.985.

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