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El discurso de JAR

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Paco Merino

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¿Qué se le puede decir a un equipo que es, con los números en la mano, uno de los peores en la historia de la Primera División? ¿Que las cosas no son lo que parecen? ¿Que se olviden de los números? ¿Que le den la vuelta a los códigos del deporte y defiendan el nombre que lucen en la espalda por encima del escudo que llevan en el pecho? José Antonio Romero podría decirles muchas cosas a los jugadores del Córdoba, colista destacado de la Liga, pero ha elegido unas cuantas entre lo mejor de su repertorio motivador. El mismo que le ha funcionado cuando dirigía a adolescentes en las divisiones inferiores del club. Muchos de quienes han estado a sus órdenes cuentan que, de verdad, el estilo de JAR puede tener efecto.

Alguien en un despacho del Córdoba CF pensó que la fórmula iba a funcionar. Y ahí lo tenemos. El presidente González ya dijo todo lo que tenía que decir al respecto de la planificación, el mercado invernal, los árbitros y el futuro del club. Al director deportivo, Cordero, no le dejan hablar en público, por lo que todo apunta a que llegará el día en que será lanzado a la jauría mediática para ser despedazado por lo que hizo y lo que no hizo. Desde hace tres semanas, obviando a los jugadores -sus intervenciones públicas se mueven entre el tópico y la pifia por desconocimiento, desapego o desvergüenza-, la voz del Córdoba es la de José Antonio Romero. Los medios nacionales han apuntado con el foco hacia El Arcángel. Aparece un señor peculiar, un desconocido -su perfil en la LFP tiene una silueta en lugar de foto- que regala frases impagables en situaciones dantescas. Aquí ya le conocen y no se sorprenden. La capacidad del Córdoba es rizar el rizo de lo increíble es, como su pasión, infinita.

Romero es un veterano de la casa, habla bajito y dice que hay que “focalizar la atención para la toma de decisiones adecuadas”, que “hay que digerir las secuencias de adversidades porque si no es así se forma un callo”, que se debe “activar toda la energía para controlar las situaciones mentales” y es necesaria “una máxima determinación”. Traduciendo: que el que se despista lo paga y que si no corres te puedes dar por muerto. Lo mismo del “cuchillo en boca” de Djukic, pero en fino. Luego está el asunto de los resultados. “Chapi” Ferrer quiso hacer fútbol de autor, como si fuera Paco Jémez, y escogió mal a los artistas. Se fue (lo echaron) dejando al Córdoba el último. Luego llegó Djukic en busca de soldados, testosterona y fútbol de garrafón. Se fue (lo echaron) dejando al Córdoba el último. Y ahora está JAR, que quiere transmitir valores de club a un grupo de futbolistas que están de paso. Desorientados, mosqueados o apáticos, llegados desde Milán, Manchester, Lisboa o Madrid y llamados a lucirse en un modesto club que volvía a la élite después de más de cuatro décadas. Eso es muy importante. Y Romero trata de que lo comprendan. Pero se ve que no le entienden.

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