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Ellas marcan el paso

Rafael Ávalos

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https://youtu. be/ybJxyCQbKWA

Como cada Domingo de Ramos, María Santísima de la Encarnación será llevada por mujeres, las que forman parte de una cuadrilla de costaleras que tres décadas atrás fue pionera | El suyo es un valioso ejemplo de igualdad

Cuando el reloj marca las tres de la tarde, las puertas se abren. Y en la plaza espera una multitud. El tercer paso quizá camina de una manera especial. Posiblemente, lo hace con mayor delicadeza. Es María Santísima de la Encarnación, que un año más comienza a recorrer las calles de Córdoba. La bajada de la rampa dispuesta en Jesús Divino Obrero es sólo el inicio de una nueva tarde de emoción. Es el sentimiento de cuantos observan la imagen de la Virgen, pero mucho más de quienes la llevan. Anda de forma distinta, aunque igual al resto. Anda al ritmo de la devoción, pero también del buen trabajo. Ellas portan el palio. Los que no lo saben, no encuentran diferencia. Es porque no existe. Ellas van bajo los maderos. Como cada Domingo de Ramos, ellas marcan el paso desde el Cerro. Son las mujeres de una cuadrilla de costaleras con más de tres décadas de existencia.

Atrás quedan esos días en los que la palabra igualdad, probablemente más lo que significa, poco valor tenía. El primer día, que siempre lo hay, podría resultar difícil. Era un tiempo diferente y ellas abrieron el camino. Lo hizo por supuesto la hermandad del Amor, que este año recibió un justo reconocimiento por ese motivo. Fue esta cuadrilla de costaleras, la que porta a María Santísima de la Encarnación, la primera que hubo en Andalucía y en España. Son pioneras, las que vivieron aquella primera tarde de Domingo de Ramos y las que siguen sus pasos en la actualidad. Porque la pasión por llevar a la Virgen que tallara Luis Álvarez Duarte por las calles de Córdoba está muy presente, tanto como ayer y menos que mañana. Camina de una manera distinta, pero no por cuestión de género, sino por sentimiento. El que ponen ellas cuando comienza la estación de penitencia.

La puerta de la nave está cerrada. Tras ésta, un grupo de mujeres se faja y se prepara para el último ensayo. Y metidas bajo el paso, lo muestran sin intención de demostrar nada. No es cuestión de sexo, sino de voluntad y esfuerzo. Ellas marcan el paso de María Santísima de la Esperanza. Lo hacen desde 1984. Desde hace 16, incluido este Domingo de Ramos, recorren la ciudad bajo las órdenes de Javier Pérez. El capataz del palio de la hermandad del Amor destaca que “da igual que sean mujeres u hombres” quienes ocupan las trabajaderas. Incluso, se atreve a asegurar que “ellas tienen más orgullo, más amor propio”, porque “les duele más”. No habla de dolor físico y sí de corazón, el que pone esta cuadrilla pionera en cada estación de penitencia. El que pone la más veterana y también la nueva costalera. “Afortunadamente, cada año el auge es mayor. Mi primer año eran 64 o 65 y éste van a salir 80”, expone Pérez. “Muchas vienen porque no hay otra cuadrilla de mujeres y las que tienen el ‘gusanillo’ por esto, dónde van a salir si no. Luego, la Encarnación tira mucho. Quien no la conoce, viene el primer año y se enamora”, añade.

Una de sus costaleras lo explica de manera sencilla, con las palabras exactas, que son las que salen de adentro: “Desde chica iba a verla (a la María Santísima de la Encarnación) y mi ilusión era ser sus pies, hasta que lo conseguí y aquí seguimos hasta que el cuerpo aguante”. “Principalmente por devoción, (La Virgen) significa todo. Me da mucha fuerza”, apunta una compañera, que cuando es cuestionada sobre cómo surge el deseo de ir bajo el paso expresa que “es un sentimiento”. Entonces, “¿cómo lo explicas?”. Pues no se puede, ya que “el ‘gusanillo’ entra con verle la cara a Ella, con verle la cara ya te enamora”. Ellas dos están igual de orgullosas que el resto de una cuadrilla merecedora del Premio a la Igualdad que unas semanas atrás le entregó la Diputación Provincial. El galardón fue para la cofradía, pero lógicamente para estas costaleras que tienen algo muy claro: “Hemos demostrado que valemos igual que ellos (costaleros), ni más, ni menos, simplemente igual”. Y así es, no existen diferencias y sí un sello propio en el Cerro.

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