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El guía de los sueños

Rafael Ávalos

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Como cada Miércoles Santo, Rafael Muñoz dirigirá los pasos de María Santísima de la Paz y Esperanza por Córdoba | El veterano capataz conoce a la perfección el oficio y explica sus secretos

Igual camina entre una multitud que en la estrechez de una determinada calle. Vence una salida complicada y convierte en posible lo que parece que no lo es. El paso, uno cualquiera, avanza con el ritmo que en cada instante sea oportuno o con aquél que marque la formación musical que va tras él. Unos pies se dibujan bajo la canasta; son los pies de los hombres que llevan a Cristo o a la Virgen por la ciudad. Los costaleros cumplen sus sueños y con los que tienen todos cuantos les aguardan. Pero necesita una cuadrilla una voz que la guíe. Es la voz del capataz, con su peculiar repertorio de expresiones, que lo son simplemente de emoción y trabajo. Son sus órdenes las que permiten que los titulares de las hermandades recorran Córdoba. Como lo hace cada Miércoles Santo María Santísima de la Paz y Esperanza, ante la que marcha, atento a cada movimiento, Rafael Muñoz Cruz.

El suyo es uno de los nombres propios de la Semana Santa cordobesa, como lo fuera y es el de su padre, Rafael Muñoz Serrano, el ‘Capataz de capataces’. Son varias décadas las que acumula delante de un paso. Bajo sus instrucciones caminó a lo largo de no pocos años Nuestro Padre Jesús Caído y aún lo hace la Paloma de Capuchinos. Es la voz de la experiencia dentro de un “oficio” que resulta esencial en el buen desarrollo de la estación de penitencia de cualquier hermandad. Aunque asegura que ahora “el trabajo del capataz es más didáctico, más de enseñar a los costaleros en los ensayos cómo vestirse, cómo trabajar, cómo hacer la música”. Al fin y al cabo, se trata de lograr la conjunción perfecta entre quienes obedecen y quien marca el camino a seguir. En ese sentido, “el cambio ha sido bestial” desde aquellas cuadrillas de profesionales a las presentes. “Llegaban sin ensayo ninguno. Metías los 30 hombres justos y sin ninguna preparación, sin música. Aquello era labor del capataz, de su mandato y de su improvisación. Ahora los niños conocen las marchas, empiezan con los pasitos chicos, tienen ensayos y ensayos”, explica en relación a aquellas primeras cuadrillas, que conoció a la perfección.

Los cambios existen también en la relación, pues el capataz “era el jefe puro, como el de una empresa, incluso más, con más mando y dirección” con las cuadrillas de profesionales. En la actualidad, su figura “es un poco más la de un maestro y luego termina siendo amigo” de los costaleros. “Si no hay esa conexión entre costalero y capataz es difícil. El costalero pone la Fe en el que va delante y va a salir porque el que va fuera va a dirigir bien. Y el que va fuera tiene plena confianza. Puede parecer una relación de capitán y soldado, pero no es así, porque son muchos ensayos y mucha convivencia”, expresa Muñoz, que asegura que no existen imposibles aunque lo pudiera parecer en ocasiones. Como en la estrechez de una calle. “Si un paso cabe y confías en tu cuadrilla, no hay ningún problema. Esto tiene sus técnicas y si estás seguro y es posible, tendrá dificultad, pero se puede resolver”, indica, aunque aclara que “eso no quita que tengas tus nervios y tu poco de incertidumbre”.

Pero, ¿qué siente un capataz en plena estación de penitencia? “Fundamentalmente, la responsabilidad de dirigir una cuadrilla que lleva a los titulares y que tiene que pasearlos por Córdoba con la mayor belleza y devoción posibles. La responsabilidad de ese trabajo es lo primero que se siente. Luego, la verdad es que no da tiempo de pararte a pensar en lo que haces, estás tan pendiente del trabajo que hay que ir haciendo que cuando termina la procesión no eres muy consciente del recorrido que has hecho”, narra quien lleva la voz cantante del palio de la Virgen de la Paz. Sobre la capacidad de aquel que marcha delante de un paso, apunta que es importante que “conozca perfectamente el oficio y que tenga carisma suficiente y una palabra que sepa convencer”. Se trata, en cierto modo, de “ser un poco el líder de ellos (costaleros)”. Cree Rafael Muñoz que para esto “hay que tener cierta madera”. Y entre sus funciones, toca atender a “miles de detalles”. Como vigilar la correcta colocación del cuerpo de sus hombres o, por supuesto, “que el andar sea el apropiado para cada paso”.

La figura del capataz, en ocasiones, está vista a través de las peculiaridades que cada cual tiene, a las expresiones o gestos que realiza. “Hay unas fórmulas. Incluso luego hay detalles para mandar movimientos, para hacer que las cosas funcionen de una u otra manera. Existen cosas fijas que el costalero conoce perfectamente, porque es un argot propio”, relata al respecto Muñoz. En cuanto a lo que representa el hombre encargado de lograr en buen hacer de una cuadrilla, cree que “a la gente le gusta y lo admira, porque cree que es una labor muy difícil”. “Hay quien habla fuerte, quien vocifera más, pero en general creo que admiran al capataz”, cuenta en relación a las formas de cada uno. Por otro lado, ¿se fija este guía de los sueños en cuánto sucede a su alrededor? “Sí hay veces que al paso (por las calles) ves las caras de la gente con la mirada hacia arriba, con la boca entreabierta o rezando”, señala Muñoz, que a la hora de hablar de Rafael Muñoz Serrano, su padre, lo hace como un auténtico maestro.

“De él lo he aprendido prácticamente casi todo, aunque soy muy distinto. Soy como más calculador, más serio y quizá tengo más oficio y menos genialidad. Él era capaz de improvisar en cualquier momento”, expone para continuar narrando que “él hacía las cosas y tú las veías y aprendías”. “No era de dar consejos. Más bien por su cara sabías si lo hacías bien o mal”, confiesa. Admira al ‘Capataz de capataces’ y cree que es extremadamente difícil que él pueda alcanzar esa consideración, pero lo cierto es que su nombre tiene ya un importante peso específico dentro de la Semana Santa de Córdoba, en la que ha vivido “situaciones magníficas”. Por ejemplo, con Jesús Caído, “porque siempre ha sido una cuadrilla que ha dado mucha confianza”. De sus años al frente del paso del Señor de San Cayetano, destaca el logro de “consolidar un estilo distinto”, ya que “el Caído andaba como un Nazareno, fue el primero en andar con esa seriedad y esas maneras”.

En la actualidad, mantiene la dirección de la cuadrilla que porta a María Santísima de la Paz y Esperanza, así como a la Virgen del Carmen. Las indicaciones a Jesús Caído las da ya Manuel Orozco, quien “se lo ha ganado a pulso”. “Tras el infarto quería quitarme algunas responsabilidades”, confiesa Muñoz después de sufrir aquel problema. “Me gustaría que me quedara cuerda para rato, pero tengo que ir recortando. El mundo del martillo necesita mucha dedicación, mucha exigencia”, comenta en relación a su continuidad en sus funciones de capataz. De entrada, este Miércoles Santo volverá a dirigir los pasos de la Paloma de Capuchinos. De nuevo actuará como guía de los sueños, tanto de costaleros como de quienes se congregan en la calle para ver el trabajo de estos a sus órdenes.

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