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Cielo, cal y devoción en San Jacinto

Rafael Ávalos

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Como cada Viernes de Dolores, las colas de fieles toman presencia en la plaza de Capuchinos para venerar a la Señora de Córdoba | La hermandad celebró su Fiesta de Regla, presidida por el Obispo, Demetrio Fernández

“Recinto de Silencios. Aljamiada / plaza de los Dolores. Geometría / del cielo y cal. Tapiada Andalucía. / Córdoba en soledades cubicada”. A la entrada de tan hermoso a la par que emblemático rincón una placa muestra un sentimiento. Es el que en su día expresara Mario López, poeta y pintor que miembro fuera del Grupo Cántico. El literato dejó escritas sus emociones en la plaza de Capuchinos. Silencio, soledad y reflexión en las noches, espíritu vivo en los días. Y existe uno en el que todo es diferente. Es el Viernes de Dolores, cuando la ciudad muestra su devoción hacia la que es su Señora. Los fieles acuden en número cuantioso a lo largo del día para acompañar y venerar a Nuestra Señora de los Dolores, Coronada por Córdoba. Una imagen repetida año tras año, como la de que cada primer viernes de marzo en Trinitarios y ante Jesús Rescatado, que es reflejo de fe y sentimiento.

Este Viernes de Dolores no fue menos. Todo lo contrario. Desde primera hora de la mañana muchos eran los que aguardaban para acceder a la iglesia hospital de San Jacinto, ante el Cristo de los Desagravios y Misericordia. El Cristo de los Faroles, tan presente en el alma cordobesa. La hermandad, que vive todavía de manera plena su Año Jubilar por el cincuentenario de la coronación canónica de la imagen de Juan Prieto -su clausura será el 8 de mayo-, celebró a las once su Fiesta de Regla. El acto litúrgico estuvo presidido por el Obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, y seguido en el interior del templo por centenares de personas. Apenas existió rincón sin ocupar en la sede que lo es de la corporación servita.

Mientras, en el exterior, las colas comenzaban a ser cada vez más amplias. Era una nueva muestra del fervor que por la Virgen de los Dolores siente Córdoba. Su Señora aguardaba en su camarín. Y la fila de devotos alcanzaba ya el camino empedrado de la plaza. Es Viernes de Dolores, viernes de fidelidad y emociones en San Jacinto. Es viernes de blancura en Capuchinos, donde siempre espera el Cristo de los Faroles.

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