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Mano a mano

Víctor Molino

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La historia del toreo de Córdoba escribió anoche una página mítica. Finito y Chiquilín, Juan y Rafael, veinticinco años después, volvieron a citarse para hacer un paseíllo único que ya forma parte del legado taurómaco de la tierra más cunera de grandes toreros.

Ambos espadas, con vidas antagónicas, sin una amistad de por medio, enemigos en los patios de cuadrillas, rivales en el coso y cómplices del éxito novilleril más notorio de todos los tiempos, profundizaron en sus recuerdos para contar una verdad digna de ser escrita.

Juan y Rafael templaron con soltura el recuerdo de una etapa de sus vidas que se caracterizó por una división social en el seno de la ciudad tan pura como llamativa, tan sana como comparativa, tan real como improbable en los tiempos que corren.

Así, ambos señalaron momentos puntuales y experiencias protagonizadas por ellos mismos que, con el paso de los años, han ido adquiriendo mayor notoriedad en los mentideros taurinos, por lo que todo aquello supuso para Córdoba.

Merece la pena recordar que en esos tiempos, la ciudad se volcó con el toreo, con la Fiesta más características de España. Estos dos espadas fueron líderes de opinión. Comandaron el debate público.

Hasta en once ocasiones, el magnánimo Coso de Los Califas, construido con un ambicioso aforo en tiempos de El Cordobés, el único capaz de llenarlo, volvía a lucir después de tres décadas el carte de No hay billetes.

Rafael y Juan consiguieron poner de acuerdo a la gente para expedir entradas, consiguieron sembrar desacuerdos entre amigos, guiarlos en peregrinaciones por pueblos. Ambos, fueron de la mano sin llegar a tocarse.

Sus carreras profesionales repercutieron en una masa social que se reenganchó al toreo y que aún en estos días recuerda el pasado cuarto de siglo con un anhelo especial. Los dos novilleros mandaron en la Fiesta.

Su rivalidad fue verdadera. Con madurez, evitaron hablar de las discrepancias, pese a que así evidenciaron que éstas existieron más en el entorno que en lo personal. Con soltura en las formas, cogieron los trastos del verbo para transmitir con elegancia lo que deben ser las relaciones entre rivales.

Más allá del contenido taurino, donde hubo cabida para las anécdotas, para las pullas, para las risas, para la empatía o para el curioseo, la actividad organizada por el Círculo Taurino de Córdoba sirvió para dejar constancia de que ambos siguen sintiendo lo mismo el uno por el otro.

Sin rencor y con cierta admiración, estos dos jóvenes precoces que maduraron a base de sacrificio y éxito dibujando las páginas más agradecidas del legado de Los Califas aún mantienen encendida una llama.

Finito y Chiquilín, Chiquilín y Finito, un mano a mano entre ambos que continúa significando  lo mismo, que sigue gustando, que hace volver a la mejor de las épocas recientes del taurinismo cordobés. Mano a mano, señoras y señores. Mano a mano. El concepto, la esencia… Puramente, Córdoba.

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