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¿Cuándo nos vamos de Twitter?

Red social X, antes Twitter.

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Hace un tiempo leímos un estudio sobre las especies animales que eran más frecuentemente objeto de investigación y experimentación científica. Básicamente, concluía la publicación, el 99% de las especies animales más estudiadas eran las diurnas, con algún interés (biomédico, ganadero, farmacológico, etc.) y que en su estado natural se encuentran en un ecosistema accesible y de fácil estudio.

Pero quedaba un 1% de criaturas animales que por diversas razones no eran elegidas para ser estudiadas. Unas por ser nocturnas o crepusculares. Otras por ser subterráneas, acuáticas o voladoras. También eran rechazadas las especies de pequeño tamaño y las que viven en hábitats “complicados”, englobando esta etiqueta todo un sinfín de circunstancias, desde aquellas que se encuentran en las copas de árboles a más de 3 metros de altura, las que viven en fosas abisales o las que están en zonas de conflicto bélico humano. El no tener interés industrial (industria médica, farmacológica, veterinaria, cosmetológica, ganadera, etc.) o poder recibir un veneno o una mordedura, también eran causas para no ser estudiadas. Incluso había un motivo subjetivo para no elegirlas como sujeto de estudio: no ser bonitas, es decir no ser estéticamente atractivas.

De esa manera, en el 1% de especies animales, las rechazadas para su estudio, se encontraban especies desagradables, repugnantes y peligrosas, que carecían de un interés económico que justificase su elección frente a otras especies animales más “cómodas” de estudiar. Son las cosas que tiene la Ciencia. Que a pesar de estar movida por el afán en la profundización del conocimiento, es capaz, sin ningún tipo de acuerdo común y sin remordimientos, de abandonar a su suerte, a una parte de la biodiversidad animal.

En la red social X, que todos conocemos por su antiguo nombre, Twitter, las cosas van camino de terminar, como les ha pasado a ese 1% de especies animales rechazadas.

En efecto, Twitter se ha convertido en la ciénaga emponzoñada donde la ausencia de vida inteligente, cada vez es más evidente. De ser una red social con un elemento de inmediatez, que recordaba al primigenio papel de la radio, entre los medios de comunicación, hemos terminado en un lodazal donde cualquiera, aún sin disponer de experiencia y/o formación, no sólo se permite cuestionar todo, sino que embiste ferozmente, con la fuerza de sus exabruptos, como único argumento.

Twitter se ha convertido en un lugar de odio. Lo hemos sufrido en nuestras carnes. Nuestros planteamientos y creencias, se han visto respondidos con insultos, ofensas e incluso con deseos de muerte. Y cuando hemos expuesto esta situación a los responsables de la Empresa, hemos obtenido una fría respuesta, informándonos de que “no se estaban vulnerando los principios de la red social”.

Si a todo ello le sumamos que con la llegada del empresario fascistoide Elon Musk y la transformación de Twitter en X, esta red social se ha convertido en el ecosistema donde la ultraderecha, terraplanistas, memos y demás imbéciles del mundo mundial, campan a sus anchas, cabe preguntarse ¿qué hacemos manteniendo esa red? ¿Cómo podemos estar haciendo cada día más rico al señor Musk, que muestra sin disimulo su apoyo a Donald Trump y preconiza guerras civiles?

Algunos planteamientos, creemos que buenistas, consideran que quedarse en X es un acto de rebelión democrática. Pero no tiene sentido permanecer en un ecosistema de odio, que impide la convivencia pacífica.

En 2016, la ONG Médicos del Mundo abandonó Yemen, ya que el conflicto armado hacía imposible su labor humanitaria.

Por eso decimos: ¿cuándo nos vamos de Twitter?

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