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La Iglesia cambia la Historia

Ex alcalde de Córdoba
Herminio Trigo.

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La Iglesia Católica en Córdoba lleva siglos intentando cambiar la historia de la ciudad. Su afán siempre ha sido luchar contra el pasado andalusí que hizo que Córdoba fuera durante el siglo X una de las ciudades más importantes del mundo por su cultura y su poder. Su obsesión se explica porque la Iglesia ha tenido una influencia arrolladora en el área de la cristiandad, ha impuesto sus normas y ha manifestado su poder por encima del poder civil, subordinado a los Papas y obispos. Es una influencia que no tuvo en Córdoba.

En las ciudades con sede episcopal construía magníficas catedrales que eran símbolo de su poder y referencia del cristianismo, muchas de ellas son ahora Patrimonio de la Humanidad.

En España las interminables guerras entre los reinos cristiano y el Al Andalus musulmán, que duraron más de siete siglos, a medida que los reinos cristianos consolidaban el dominio de un territorio, la Iglesia que colaboraba activamente en la lucha, los cristianizaba con la demolición de las mezquitas y la construcción en su lugar de iglesias y catedrales, símbolos imprescindibles de su poder. Todas las ciudades de España con sede episcopal tienen una catedral que actualmente visitan más turistas que fieles.

Cuando en 1236 el rey Fernando III conquistó Córdoba, la Iglesia hace lo que en todos sitios, derriba las numerosas mezquitas y en muchas de ellas las sustituye por templos cristianos, las mal llamadas iglesias fernandinas. Es de destacar que algunas mezquitas, como la de Al Mugira, convertida en la actual iglesia de San Lorenzo, en una restauración llevada a cabo se han descubierto sus restos que demuestran su importancia. Pero la Iglesia tropieza con un hueso duro de roer, la mezquita aljama, todo un símbolo del poder islámico. Ante su extraordinaria belleza y su enorme grandiosidad, opta por sacralizarla y la convierte en la catedral de Santa María. Así estuvo durante 300 años hasta la llegada del obispo Alonso Manrique que mandó construir una catedral al estilo tradicional en medio de la mezquita, provocando la destrucción de 12 naves y 90 arcos. El entonces corregidor (alcalde) de la ciudad Luis de la Cerda se opuso a este desaguisado y el obispo lo excomulgó. La excomunión conllevaba en esa época prácticamente la expulsión de la sociedad. Ese era el poder de la Iglesia.

El obispo actual también ha emprendido su cruzada particular en dos frentes. Uno ha sido mostrar la aportación de la presencia cristiana a la ciudad con el propósito de frenar “la reducción cultural tan fuerte de la ciudad a lo islámico...que eclipsa el brillante pasado visigodo (?) (se supone que desde Recaredo, antes eran herejes arrianos), romano (será desde Constantino, antes eran paganos) y por supuesto cristiano”. Para ello el Ayuntamiento, al servicio de esos intereses, ha organizado una magna exposición llamada Cambio de era “que muestra una visión innovadora del proceso de cristianización desarrollado desde final del imperio romano hasta la llegada del islam”. Un esfuerzo costoso llamado a intentar desplazar el pasado andalusí de la ciudad. Un esfuerzo y un derroche bastante inútil.

El segundo frente ha sido, como no, la Mezquita que siempre ha sido un poderoso símbolo del poder islámico que tuvo Córdoba. Este monumento ha sido objeto de numerosos ataques por parte de la Iglesia en el transcurso de los siglos para desvirtuar su pasado andalusí. A la construcción de la catedral se añade previamente la construcción de otra catedral de estilo gótico inglés en 1489 que provocó la destrucción de cuatro naves; la proliferación de numerosas capillas adosadas a las paredes que tapan el acceso al patio de los naranjos; en el siglo XVIII se blanqueó todo el interior y se construyó una pared que tapó el Mihrab y puso un altar dedicado a San Pedro (se derribó en el siglo siguiente). Han reivindicado que la Mezquita se construyó sobre una antigua basílica de San Vicente, los arqueólogos han demostrado que eso es falso. En declaraciones recientes el obispo afirma con rotundidad que la Mezquita es una obra cristiana, (sic) concretamente bizantina, que los árabes solo la pagaron, así, sin anestesia. Ahora resulta que el arte andalusí, una innovación en la arquitectura estudiada y valorada durante siglos, es cristiana y los historiadores lo ignoraban.

El Ayuntamiento al objeto de aumentar las pernoctaciones de los visitantes financió la elaboración de un espectáculo nocturno en el interior de la Mezquita al que llamó El alma de Córdoba que fue rechazado por el obispo y rehecho de nuevo varias veces hasta que el contenido fue de su agrado, es decir, hasta que contara preferentemente la historia cristiana. El Ayuntamiento de entonces se plegó a sus deseos. Una vez más el poder civil subordinado a la Iglesia.

El Gobierno de Aznar le concedió la propiedad del edificio sin que se aportaran documentos que demostraran el derecho a poseerla. No existe documento alguno que pruebe su derecho a la propiedad. Una vez “adquirida” ha comenzado una nueva ofensiva para intentar borrar el pasado musulmán del monumento. Ha desmontado una de las celosías de Rafael de la Hoz que recuperaba la luz natural que tenía la el edificio en su creación y que forma parte del monumento que declaró la UNESCO Patrimonio de la Humanidad. Este hecho fue denunciado en los tribunales de Justicia y recientemente el Tribunal Supremo ha ordenado que se reponga. El obispo ha hecho caso omiso de la sentencia...y no ha pasado nada. La Iglesia está por encima de la Ley, ¿Dónde queda lo de “a Dios lo que es Dios y al César lo que es del César”? Las sentencias que dictan los tribunales se cumplen en un Estado de Derecho. Es lo que ordena el César.

Hace poco que se ha celebrado en Córdoba una reunión de ciudades Patrimonio de la Humanidad. El encuentro, presidido por el alcalde, se ha celebrado en la Mezquita... en la Sala Capitular presidida por un crucifijo y rodeada de imágenes de obispos y de santos. Otra sumisión del poder civil, al servicio de los intereses del obispo.

Ahora pretende que las entradas al monumento se expidan en el palacio episcopal y se visite un centro de interpretación donde se ocultará el pasado andalusí para aleccionar que lo que van a visitar es un templo cristiano y no un monumento islámico único en el mundo.

La historia no se puede borrar y si fuera posible hacerlo, monseñor debería empezar por el la Iglesia que tiene muchas páginas negras en su pasado que hoy avergüenzan y escandalizan.

Sería de agradecer que el caso único en el mundo de una mezquita que contiene en su interior una catedral, fuera utilizado para incentivar un diálogo con las otras creencias. A fin de cuentas las religiones del libro todas creen en el mismo Dios, con nombres distintos, todas tienen su origen en el patriarca Abraham al que musulmanes, cristianos y judíos reconocen como propio. Un acto que ya hizo el Ayuntamiento en 1987 con la celebración de los Encuentros de la fe abrahámica, al que no asistió el obispo Infantes Florido, pese a ser especialmente invitado. Sí asistieron obispos católicos y de otras creencias cristianas, teólogos, rabinos judios y ayatolah musulmanes. Queríamos dimensionar Córdoba como ciudad de encuentro y diálogo, cómo es su Mezquita Catedral.

Córdoba será siempre conocida por su grandioso pasado andalusí que el historiador británico Arnold Toybee definió como “Cuna de civilizaciones”, nada menos.

No se consigue nada intentando destruir la historia, sin embargo sería de desear que sirviera de ejemplo integrador y respetuoso con otras creencias.

El pasado grandioso de Córdoba fue islámico, que le vamos a hacer, es la historia. Soy un cordobés que fue bautizado en una mezquita. Eso es Córdoba.

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