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El busto de Cadrete

Busto de Abderraman III que se retiró de la plaza de Aragón de Cadrete (Ayuntamiento de Cadrete en Zaragoza)

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En 2016, el Ayuntamiento de la localidad zaragozana de Cadrete tomó la decisión de colocar un busto de Abd al-Rahman III en la plaza del Ayuntamiento para recordar la vinculación del califa cordobés con la localidad, ya que fue él quien ordenó construir su castillo en el año 935 para dirigir desde sus poderosos muros la represión de la rebeldía de la familia Banu Tujib de Zaragoza.

Desde que se instaló el busto de Abd al-Rahman, obra del escultor local Fernando Ortiz Villarroya, no dejó de ser objeto de atentados y actos vandálicos, como embadurnarlo de pintura roja o intentar derribarlo. Sus autores fueron aquellos que aún seguían viendo en el primer califa andalusí un despreciable moro invasor de las Españas. Cuando en 2019 cambió la representación política en el Ayuntamiento un teniente de alcalde del partido ultraderechista Vox logró sacar adelante una proposición para retirar el busto en cuestión con el argumento de que el ideario de su formación política defendía “el reconocimiento, difusión y protección de la identidad española […] las gestas y hazañas de sus héroes nacionales”. La estatua del califa cordobés fue retirada de su emplazamiento y quedó medio escondida en la tercera planta de las Casas Consistoriales de Cadrete. Al menos, los responsables de lo ocurrido no la destruyeron.

El episodio de Cadrete no ha sido el único protagonizado por los perennes exhibidores de los símbolos nacionales en sus ropas, abalorios personales y hasta en mascotas de compañía. Pero sí es significativo por lo que supone de absoluto desconocimiento de la historia. Les guste o no a estos ignorantes, España es mucho más de lo que ellos piensan y su identidad está conformada, entre otras cosas, por la impresionante huella de al-Ándalus. Sus emires y califas, muchos de ellos rubios o pelirrojos y de ojos claros, poco o nada tienen que ver con esos otros a los que despectivamente se llaman “moros”. Pero todo esto no es fruto de la ignorancia de unos cuantos sino de una de las más grandes mentiras en que se ha querido construir la historia de España: que lo genuinamente español es solo lo cristiano y lo castellano.

Para desmontar esta patraña y de paso dar una lección de historia a esos que se consideran más españoles que nadie digamos que Abd al-Rahman ibn Muhammad al-Nasir, nuestro Abderramán III, era hijo de una cristiana navarra, Muzna –Lluvia o Nube-, concubina del príncipe Muhammad, padre del futuro califa, a quien se le dio el título de “madre del infante”. Por línea paterna era nieto de Onneka, hija del rey Fortún Garcés de Pamplona, que recibió el nombre de Durr –Perla- al casarse con el emir Abdalá; por ello el primer califa cordobés fue bisnieto de un rey de Pamplona.

Las relaciones entre aquellas mujeres rubias y orondas, excelentes paridoras, provenientes del norte de la península, continuaron con otros califas. La navarra Maryam, una de las esposas de Abd al-Rahman III, fue la madre de al-Hakam II y éste tuvo en su harén a la célebre Subh, otra vascona sabia en derecho, matemática, física, astronomía, poesía y música, que hubo de disfrazarse de hombre para salvar la homosexualidad del califa y quedarse embarazada. Subh, apodada “La Aurora”, fue también amante de al-Mansur quien, a su vez, se casó con Abda Sánchez, hija del rey Sancho Garcés II de Pamplona y madre de Sanchuelo, uno de los efímeros chambelanes que gobernaron en el reinado de Hisham II a la muerte de al-Mansur.

Con estos antecedentes negar la españolidad de estos califas sería como ignorar la de sus parientes cristianos. Llamarlos suavemente “árabes” o más despectivamente “moros” es desconocer que el primer califa cordobés solo tenía la cuarta parte de su sangre de origen árabe – así nos lo decía en la Universidad mi maestro don Juan de Mata Carriazo- y que nada tenía que ver con los magrebíes que hoy llegan como inmigrantes para trabajar en los invernaderos o en la construcción. Es paradójico que estos hiper nacionalistas españoles no duden de la españolidad de los Habsburgo que tenían menos sangre hispana que los califas cordobeses: la mitad de la ascendencia de Carlos V era flamenco-borgoñona y alemana como nieto de Maximiliano de Habsburgo y María de Borgoña y ni siquiera hablaba castellano ni ninguna otra lengua española cuando se convirtió en nuestro Carlos I. ¡Y qué decir de los Borbones! El primero de ellos, Felipe V, era francés por los cuatro costados como nieto de Luis XIV y, eso sí, emparentado con los Habsburgo por aquellos matrimonios de conveniencia entre ambas familias.

Esto que acabo de decir no es sino una pequeña muestra de esa visión de la historia de España que nos quieren imponer desde la derecha más extrema con la complacencia de la menos extrema. Esa derecha que, de paso, ignora o pretende ignorar evidencias tan palpables como la violencia de género o el cambio climático. Ignoro a dónde nos conducirán estos disparates intelectuales. En el caso de la historia probablemente tengamos que desempolvar en las escuelas la Enciclopedia Álvarez o aquellos manuales de S.M. que al referirse a la época de Franco tenía la osadía de afirmar que “España ocupa un lugar preferente en el concierto internacional de las naciones”. Nihil novum sub sole.

*Manuel García Parody

Historiador y académico correspondiente de la Real Academia de la Historia y de la Real Academia de Córdoba.

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