Acabamos de sufrir los estragos de la borrasca Claudia, un claro reflejo de los efectos del calentamiento global. Igual que la geopolítica ignora las fronteras, este temporal nos hace tomar consciencia de que vivimos en un mundo interrelacionado donde las nuevas dinámicas meteorológicas a miles de kilómetros, sin relación causal aparente, terminan teniendo efectos muy reales y tangibles aquí mismo, como el agua anegando nuestros barrios.
Lo cierto es que la llegada de un episodio extremo a nuestra ciudad está cada día más cerca. La causa reside en el calentamiento del Océano Atlántico: una mayor temperatura superficial implica más energía y más evaporación. Esta combinación es el alimento perfecto para las borrascas, pues cuando ese vapor se condensa, inyecta una fuerza descomunal al sistema.
No estamos ante fenómenos desconocidos, sino ante la intensificación de dos viejos conocidos: las borrascas postropicales y los ríos atmosféricos. Estas “tuberías aéreas” transportan caudales de vapor comparables a los grandes ríos terrestres y, al llegar a Córdoba, descargan con una violencia que nuestras infraestructuras no pueden absorber.
El impacto real en nuestros barrios
Aterrizando en nuestra realidad local, la borrasca Claudia ha puesto de manifiesto que algo falla en la red de saneamiento. Ya sea por diseño o porque la intensidad de la lluvia supera la capacidad de la red, el colapso es evidente. Los problemas en la barriada del Corregidor son crónicos, y lo vivido en Gran Vía Parque, Villarrubia, Encinarejo de Córdoba y en Santa María de Trassierra resulta preocupante.
Es pertinente que Emacsa elabore un informe exhaustivo sobre esas horas críticas, tal y como pide el Consejo del Movimiento Ciudadano (CMC). La empresa dispone de sensores telemétricos para conocer caudales y cargas; es vital usar esa información para redimensionar los ramales que deben adaptarse a estos nuevos volúmenes de agua.
Propuestas: Anticipación inteligente y soluciones naturales
¿Qué podemos hacer? Solo hay dos caminos: la reacción tras la catástrofe o la anticipación. Para ser previsores, propongo dos medidas complementarias.
Gestión integral y datos
Esta iniciativa se alinea con la Agenda España Digital 2026 y los impulsos de la Junta de Andalucía como es el Centro de Inteligencia Artificial de Andalucía (CIAA) ubicado en Granada. Córdoba debe subirse a este tren con criterio propio creando un Centro de Procesamiento de Datos Urbanos. El objetivo es avanzar hacia un modelo de Smart City mediante un Gemelo Digital de Córdoba: una réplica virtual donde volcar datos para gestionar los “signos vitales” de la ciudad, desde el tráfico y la calidad del aire hasta el consumo energético o la red de abastecimiento. No se trata de vigilar al ciudadano, sino de monitorizar las infraestructuras para mejorar nuestra eficiencia.
Soy consciente de la realidad económica. Implementar una I.A. autónoma es costoso para una ciudad de 325.000 habitantes. No debemos caer en modas ni invertir a destiempo. La estrategia debe ser de precisión: datos de calidad, simulaciones digitales y uso de la I.A. solo como herramienta de asistencia para no comprometer las arcas municipales.
Depósitos y Parques Inundables
Si la primera medida aporta inteligencia, la segunda aporta la solución física. Propongo crear una red de depósitos subterráneos en puntos estratégicos, dimensionados gracias a las simulaciones anteriores. Su función es descargar al sistema: retienen el pico de la avenida de agua para evitar el colapso y permiten reutilizarla después para riego o baldeo. Pero podemos ir más allá del hormigón. Otras ciudades ya implementan con éxito “parques inundables” o lagunas de laminación como el parque La Marjal en la ciudad de Alicante. Son espacios verdes que, durante las tormentas, se llenan de agua de forma controlada, aliviando la red de forma natural y creando espacios de recreo para la ciudadanía el resto del año.
Un doble compromiso: custodios del Patrimonio
Hay una dimensión ética y económica que no podemos ignorar. Al implementar estas medidas, no solo protegemos nuestras casas; estamos blindando una ciudad con cuatro declaraciones de Patrimonio de la Humanidad. Tenemos un doble compromiso: proteger el lugar donde vivimos y custodiar un legado que pertenece a todos. Proteger nuestro Casco Histórico, los Patios o Medina Azahara del cambio climático es una necesidad vital para nuestra economía. Permitir que se degraden por falta de previsión sería un error imperdonable.
Lo que NO debemos hacer
Mientras avanzamos, debemos evitar errores estratégicos. Por un lado, preocupa el estado de nuestras presas, dado que un tercio de las presas del Estado necesitan refuerzos urgentes. Córdoba no puede ser ajena a esta revisión.
Por otro lado, el trasvase de los cuatro arroyos del norte al arroyo de Pedroches, como plantean Ayuntamiento y Confederación Hidrográfica del Guadalquivir, sería un error grave. Esta obra originaría problemas medioambientales y dañaría nuestro patrimonio, poniendo en riesgo la Alcubilla de la Palomera, el acueducto romano Aqua Nova o el puente romano.
Córdoba ya sabe lo que es sacrificar su historia por las prisas. Aún escuece la “herida abierta” de Cercadilla, aquel complejo imperial arrasado hace más de tres décadas con la llegada del AVE en 1992. No permitamos que la historia se repita. Priorizar una obra hidráulica mal planteada sobre nuestro legado romano sería volver a caer en el mismo error.
La pregunta no es si Córdoba sufrirá otro episodio extremo, sino cuándo. La diferencia entre la tragedia y la resiliencia depende de que hoy elijamos bien.
*Pancho Gamero, es doctor Ingeniero Agrónomo y graduado en Historia del Arte.
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