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Veraneos: 4.- Pistorius

Juan José Fernández Palomo

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Efectivamente: está muy fría. Ya me lo habían advertido pero ahora lo sufro, nunca mejor dicho, en mis propias carnes: el agua del Atlántico por estas latitudes está más fría de lo que yo esperaba. Es una primera sensación que perdura desde que pongo el pie en la orilla para inaugurar el veraneo.

Al cabo de un rato consigo caminar de norte a sur por esa orilla sumergiendo las piernas hasta la altura de las rodillas. De momento no me atrevo a más: despacito, tiempo al tiempo. Además, he leído en el Correo da manhâ que no sé qué instituto portugués de costas o algo así advierte que este verano está especialmente fría, a unos 17 grados de media, por la situación del anticiclón de las Azores y la ausencia de viento de Levante. Eso son veinte grados menos que mi temperatura corporal pienso mientras camino por la orilla y dejo de sentir las piernas. Es cuando me acuerdo de Pistorius. No me pregunten por qué. Son asociaciones mentales de un tipo que camina en silencio por la playa.

Estoy en una playa nudista del suroeste alentejano. Estar en una playa nudista de agua fría pone las cosas en su sitio. Un sitio discreto. Hay playas nudistas con chiringuito y sin él. Ésta no tiene chiringuito. En las que tienen chiringuito la gente hace una cosa bastante normal (tomarse una caña) sin ropa y es gracioso porque te imaginas tomando las cervezas habituales de otros días del año en tu bar habitual con los parroquianos habituales, pero todos desnudos.

Con todo, lo más inquietante que pueda sucederte en una playa nudista no es, como muchos piensan, encontrarte con un conocido o conocida al que no esperabas. Lo peor es estar relajadamente boca arriba tomando el sol y que junto a ti revolotee una avispa. Eso paraliza.

Mientras, me cuenta un amigo, lo más peligroso que puede sucederte en un camping nudista -existen, pero yo nunca he estado- llega a la hora de freír pimientos en una sartén sobre un camping-gas.

Al finar de la jornada, tras el día de playa, nos sentamos a tomar unas sardinhas y unos botellines de Sagres mini. La conversación gira en torno a si a Pistorius se le recordará en la Historia por ser un atleta paraolímpico y olímpico que tenía las piernas de carbono o por ser un tipo famoso que disparó a través de una puerta contra su novia Reeva y la mató.

No lo tenemos claro, pero uno de nosotros apunta que tal vez nadie recuerde quién diablos era Oscar Pistorius, pero puede que permanezca en el lenguaje la expresión “estoy pistorius” con el significado de “no siento las piernas”.

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