Solucionando
Soy un humilde empresario, heredero de una empresa familiar. Naturalmente de hostelería –las únicas empresas solventes de este país-. Damos servicios exteriores; nos dedicamos al catering, lo que viene siendo la comida a domicilio. A cualquier domicilio.
Nos llamamos marrona.co, y hemos prestado (bueno, “prestado” no es la mejor palabra; “vendido”, diría yo) nuestra profesionalidad y solvencia en acontecimientos diversos a lo largo de la historia.
Por ejemplo, nos llamaron del búnker de Berlín durante El Hundimiento para darles de comer a Hitler, a Eva Braum, al perro y a unos cuantos miembros de la SS. Nos pidieron codillo asado y chukrutt –que no huele bien pero está bueno-. Allí estuvimos.
También nos llamaron desde Pearl Harbour después de una pasada de aviones y nos solicitaron un cargamento de agua mineral embotellada y fruta fresca. Lo resolvimos.
Me acuerdo, también, de cuando solicitaron nuestros servicios en el año 73, en Chile, para llevar unos emparedados al Palacio de la Moneda. De salami y pavo asado, concretamente. Los llevamos, obviamente. Luego, un señor con gafas se pegó un tiro y todo se volvió del revés. Tardamos en cobrar la factura. El tipo se llamaba Salvador, creo. “Salvador” no es un buen nombre para un suicida, por cierto. Parece algo incongruente.
En fin; el caso es que ayer nos llamaron de un sitio en la calle Ferraz de Madrid para que les lleváramos algo porque había gente reunida y tal. Sólo nos pidieron croquetas y bloodymarys. Y, después, a la tarde, gintónics con pepino, tila y agua con ibuprofeno efervescente. Y así se lo servimos.
Marrona.co: estamos donde hay que estar.
(queremos agradecer al equipo de cordopolis.es este espacio de publicidad a buen precio)
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